Club de lectura

En el ojo del huracán

La cara norte del corazón, de Dolores Redondo.

Begoña Curiel (El libro durmiente)

Los clubes de lectura forman un tejido muy importante en la vida cultural. Les dejamos esta sala para que comenten sus lecturas y nos ayuden a componer nuestra biblioteca. Si formas parte de un club de lectura, puedes escribirnos a losdiablosazules@infolibre.es para contarnos vuestra historia y hacernos llegar vuestras recomendaciones.

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El libro durmiente comenzó su andadura como club de lectura en junio de 2003. Su nombre hace referencia a la necesidad de rescatar los valores y principios que duermen en el seno de los libros. El libro durmiente se define como una entidad creada sin fin de lucro. Nuestra acción adquiere la condición de voluntariado cultural. Desde el año 2012, correspondiendo con el período lectivo, impartimos los talleres de escritura creativa en dos niveles: básico y avanzado. Finalmente, la invitación a los autores para presentar sus obras o impartir clases magistrales sobre las técnicas de escritura ha dado lugar a la creación de un foro literario, donde confluyen los lectores, libros y escritores, compartiendo ideas e inquietudes en pro de la cultura.

La cara norte del corazónDolores RedondoDestinoBarcelona2019La cara norte del corazón

La Amaia Salazar anterior a la Trilogía del Baztán de Dolores Redondo colabora con el FBI en la persecución de un asesino en serie que aprovecha las catástrofes naturales para actuar. Participa en el caso gracias al investigador Dupree del FBI, que como ella, tiene cuentas pendientes, policiales y personales. Dolores Redondo nos lleva a las puertas del huracán en Nueva Orleans, para que sintamos la opresión de la lluvia como lo hicimos en el bello y angustioso valle del Baztán.

Los que descubrimos a Dolores Redondo con su trilogía estamos acostumbrados a sus veredas sinuosas y tras el paréntesis de Todo esto te daré (Premio Planeta 2016) esperábamos el regreso de su inspectora protagonista. Las altas expectativas siempre son un riesgo para el lector, pero he vuelto a disfrutar con una novela que contiene el sello de lo auténtico de la escritora aunque reconozco que algunas de esas veredas no resultan tan interesantes, que le sobran páginas con la molesta reiteración, con descripciones innecesarias y que algún personaje se lleva demasiadas para mi gusto.

No sé cómo se leerá esta precuela de la trilogía por parte de quienes se estrenan con la autora y decidan ir a por ella después. Pero como fan del universo Salazar ha sido un gustazo regresar a su hábitat natural: la maravillosa tía Engrasi, su terrorífica madre y el doliente padre cuando la Amaia niña incubaba los traumas del futuro que ya conocimos en las tres primeras novelas de la autora.

Pero vamos al principio, al asesino, al que llaman El Compositor, que termina con familias enteras con uno de esos rituales que tan bien sabe desarrollar la escritora. Es una de sus esencias. Amaia entra de lleno en la investigación de la mano del rarito de Dupree, al que Dolores Redondo dibuja como una especie de alma gemela de la inspectora. Dupree detecta en ella los rasgos que se forjan con experiencias que dejan secuela y ambos personajes quedan situados en niveles paralelos, en esa dimensión psicológica de personas especiales, a las que el sufrimiento otorga determinadas cualidades. Otra cosa es que resulten simpáticos.

Lógicamente ni es importante, ni es necesario que lo sean, pero es cierto que la eficiente inspectora de la trilogía del Baztán ya era en su juventud –o sea en esta novela– una auténtica borde y sabionda que repelería a cualquier compañero de trabajo. Que sea la predilecta de Dupree nada tiene que ver con que el resto de agentes tengan que encajar con deportividad las licencias que se le permiten.

Dejando a un lado este detalle menor, la persecución del asesino, al que pretenden pillar con las manos en la masa en medio del huracán, se presenta al más puro estilo Redondo. Sigue fuerte en este terreno: emoción, intriga, detenimiento en el estudio de psicologías, quinielas sobre posibles autores, descartes y despistes... En este aspecto es magnífica, aunque –insisto– se alarga demasiado en todo el proceso. Estos excesos han resultado cargantes en algunos momentos: daba la sensación de que la autora no pudiese parar y necesitara incidir en la intensidad de lo que cuenta y describe, cuando no resultaba imprescindible.

En La cara norte del corazón tenemos agua para rato. Hasta la lluvia del valle navarro se queda corta. El huracán provoca inundaciones, desolación, muertes, mientras los investigadores no cesan en su búsqueda del Compositor, padeciendo junto a la población las tremendas adversidades meteorológicas. La recreación del escenario acuático es todo un arte en sus manos. Para este relato, se apoya en personajes como Nana con la que se entretiene demasiado, aunque sea un instrumento narrativo para hacernos llegar los detalles del horror y la angustia de los afectados por el huracán.

De esa trama principal derivan otras dos, como señalaba antes: el recuerdo de la espeluznante infancia de Amaia y la causa particular que quedó abierta para Dupree durante décadas; secuestros relacionados con espíritus y criaturas que forman parte del imaginario del lugar. Aquí vuelve a emplearse a fondo en la construcción de un mundo que subyuga, impacta y hace dudar de lo que el ojo ve y siente la piel.

Y mientras monta el espectáculo narrativo, Redondo nos lleva a la cara norte del corazón; la esquina oscura y siniestra a la que vuelve la memoria cuando las huellas son insoportables. El detonante será la llamada que Amaia Salazar recibe desde Elizondo, su cuna natal, que sumada al escenario permite el regreso al origen de sus pesadillas, como si tuviera poco con las de Nueva Orleans (ya lo dice la novela: allí "nunca se marchan los músicos ni los fantasmas") .

El enigma Akutagawa

El enigma Akutagawa

Aquí es donde los lectores antiguos de esta escritora completamos datos. Ya quedó claro el pavor que convive con la inspectora, pero he gozado con estos recuerdos. Suena morboso, pero esa es la gracia del Baztán: las criaturas mágicas del bosque, la madre que le susurraba al oído causando el escalofrío al lector, las habladurías del vecindario entre casas llenas de secretos que no lo son, esa tía Engrasi defendiendo con uñas y dientes a su niña... Qué bien funciona este personaje, incluso cuatro novelas después. La adoro.

Sé que este es otro libro y sin embargo, contiene el alma de las tres primeros de Dolores Redondo que se quedó conmigo, por más tramas que construya a partir de ella o alrededor de ellas. El personaje de Dupree quiere ser la inspectora, pero no llega. La escritora creó tal monstruo literario, que todo me parece poco pese a que el huracán es un protagonista potentísimo como lo es la propia trama del asesino, más incluso que la personal que introduce el investigador.

Está claro que Redondo sigue la senda con la que nos deslumbró a muchos y ha vuelto a cautivarme; que trabaja bien en la creación de escenarios que recorren sus personajes; que adora a su estrella narrativa y que está dispuesta a sacarla a bailar en el futuro con nuevas entregas; que rentabiliza bien la complejidad de la psicología humana y que, para todo ello, no necesita adornar su escritura con artificios, aunque como he dicho, se le ha ido la mano en la extensión de páginas que hacen hincapié en lo mismo. Veremos en la próxima.

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