'The rest is memory'
Cartografía de nadie - Juan Herrero Diéguez
Premio Adonáis 2024
Ediciones Rialp (Madrid, 2025)
Niño y trompo / Cada vez que lo lanza / cae, justo, / en el centro del mundo
Este libro de poemas, Premio Adonáis 2024, de título engañoso y oximorónico —porque lo anónimo tiene también la proyección de lo universal—, Cartografía de nadie, contiene el eco, el aliento, la sustancia matriz o verdad y esa resonancia familiar, tan difícil de conseguir, de lo intensamente humano; destila y provoca el encantamiento por una experiencia íntima, tantas veces contada, y, sin embargo, siempre nueva, cuando se comparte, por ajena y singular. Y ello porque la vivencia personal, aunque reverbere y espejee en los otros, es intransferible, única, inédita e imprime un ritmo propio, un carácter, una huella distinguible, sus "cicatrices".
Se traza aquí un mapa circular, con los inevitables desvíos o extravíos, que transita por tres núcleos espacio-temporales, esos ejes vertebrales del viaje iniciático con molde narrativo clásico: la Odisea. Se revisita y resignifica esa estructura, desde el mismo inicio, con epígrafes poliédricos –Ausencias, El otro lado, El regreso-; en efecto, se opta por diferentes prismas para decir la vida, distintos lugares de enunciación, autoridades eclécticas –de Idea Vilariño a Peter Handke, de Gil de Biedma a Circe Maia, de Homero a Francisca Aguirre, John Ashbery o Emily Dickinson-, voces míticas diversas también que van de lo femenino a lo masculino, del hijo al padre, de la madre al hijo, pasando por diálogos con antiguos amores, con amores presentes, con lecturas que aún palpitan –destacable en este sentido y muy interesante por lo experimental es el poema que dialoga con Nostos de Louise Glück-, con animales cercanos, en una mirada global que, sin hacer proclama o documento, tiene en cuenta a la naturaleza toda, al ser humano todo: sus ciclos, sus miedos, sus hallazgos, sus derrotas. Esa mirada abarcadora, pero introspectiva, que no ensimismada, cuenta también la pérdida, las ilusiones de antaño. Con todo, como en el poema de Cavafis, sobre todo, se dice la ganancia y lo epifánico–"nácar y coral, ámbar y ébano"-. Así, la poética que abre el libro se asienta ya, con prudente tono reflexivo, meditativo, en la importancia de la contemplación detenida, de compartir el asombro, de mirar en torno, de ir a lo hondo de las cosas y los seres, de lo sentidos.
El autoconocimiento, leitmotiv del poemario, nos hace explorar nuestros valores, indagar en nuestras creencias, cuestionar nuestros deseos y vacilar sobre cómo conseguir una vida plena, auténtica. ¿Habrá de parecerse a la fábula, al sueño? Ese Nosce te ipsum, fórmula latina del aforismo griego atribuido a Sócrates, empapa y recorre el poemario, especialmente en la sección Ausencias que vuelve, una y otra vez, al paraíso de la infancia, lugar de la inocencia, los descubrimientos todos, el infinito en forma de trompo del poema de Octavio Paz, la eternidad de los versos que se rescatan de Dylan Thomas.
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La forma y el ritmo, también la semántica que combina lo prosaico-urbano con la raíz, lo popular anecdótico con lo elevado, lo aparentemente banal con lo profundo, es deuda y homenaje consciente y está hecha a base de enumeraciones de imágenes voluntariamente dispares y dispersas que construyen, a partir del detalle, el zoom, el bosquejo, la sinécdoque, un caleidoscopio íntimo; confeccionan un retrato metafórico plural y heterogéneo –música, arte, cine, filosofía- de un sujeto concreto y su pasado, sus afectos, sus transformaciones, sus renuncias: padre, madre, amor, viaje. La narratividad, no obstante, no elimina el lirismo; antes bien, lo potencia y multiplica a partir de lo musical, la cadencia, la fuerza evocadora de los encabalgamientos, de las breves rupturas semánticas que dejan tiempo para respirar, para imaginar. El manejo maestro de la hipálage, el asíndeton, el polisíndeton transparenta muchas y cuidadosas lecturas, clásicas, contemporáneas, y, dentro de todas las posibilidades, se escoge una asertiva claridad para reescribir y actualizar los mitos –Ulises, Penélope, Tiresias, Orfeo y Eurídice, Argos, Calipso, Nausícaa– en clave deliciosamente humorística y actual –mensajes en visto, redes, televisión, hipotecas, LinkedIn–. No es una simple relectura de códigos ni una inversión fácil de los mismos –desde una perspectiva de género, por ejemplo, es un recurso demasiado explotado en tiempos recientes, con elocuentes libros, sin embargo, como Antígona González de Sara Uribe o Iphigenia en Vallecas de María Hervás—, sino que se revitalizan a partir de lo íntimo –un padre que llora, una abuela que olvida, una madre que espera, una mujer que se lamenta de no haberse amado a sí misma– los universales: el desgaste del paso del tiempo, la aventura, el hogar, la tierra, el origen, el amor, la muerte, la permanencia de la memoria, su fugacidad. Y el misterio, siempre el misterio.
Diría que lo más especial, lo distintivo e inconfundible de estos poemas intimistas, a veces melancólicos, siempre verdaderos, es la transparencia y entrega generosa de una sensibilidad única, el gesto de hacernos asomar a un periplo, que no es solo un trazado erudito de uno mismo, de una trayectoria, unas lecturas, una experiencia, sino un retrato coral, familiar, social polifónico del espíritu de una época, atravesado por lo que ilumina y lo que duele, por todo aquello que transforma y arrebata y donde queda reverberando siempre la mirada de la infancia. Todo es memoria, que no cesa, de ese instante irrepetible de revelación.
* María José Bruña Bragado es profesora en la Universidad de Salamanca.