Cultura

'Perdidos' cumple 17 años: por qué hemos dejado atrás la era de los macrofenómenos televisivos

El elenco de 'Perdidos'.
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Una palabra en blanco sobre negro emerge desde el fondo, primero desenfocada y cada vez más nítida según se va acercando a cámara: LOST. En la noche del 22 de septiembre de 2004, se emitía en Estados Unidos el primer capítulo de la serie creada por J. J. Abrams, Damon Lindelof y Jeffrey Lieber. Hace 17 años de aquello. El mundo de la ficción televisiva se ha transformado completamente desde entonces: de las cadenas en abierto a Netflix; de las grandes apuestas por una, dos o tres grandes series al crecimiento acelerado del catálogo; de una audiencia enganchada simultáneamente a un público fragmentado. ¿Hemos dejado atrás la era de los macrofenómenos en la ficción televisiva?

Eso cree Elena Neira, experta en televisión bajo demanda, profesora de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y autora de Streaming Wars. “Se producen microfenómenos”, dice, “pero la conversación no dura tantola conversación no dura tanto”. Perdidos arrancó con una media de 15 millones de espectadores en su primera temporada solo en Estados Unidos, hasta los 10 millones de media en la última temporada. Su último episodio, que se emitió simultáneamente en ocho países —entre ellos, España—, algo muy poco habitual en 2010, generó proyecciones en cines, en plazas y universidades en una pasión seriéfila pocas veces vista. El último fenómeno similar que hemos experimentado, dice Elena Neira, es Juego de Tronos, que congregó en Estados Unidos a 13 millones de espectadores ante su capítulo final, ansiosos de conocer el destino de los Siete Reinos. Entonces, la adaptación televisiva de las novelas de George R. R. Martin fue capaz de captar la atención del público internacional y de ocupar portadas en todo el mundo. Pero hace más de dos años de aquello. Y, en opinión de Neira, no volverá a suceder nada igual.

Esto ocurre por varios motivos. Primero, porque el público tiene mucho más donde elegir: a la televisión en abierto se han sumado las plataformas, en un enorme plural. Está HBO y está Netflix, pero también están Prime Video, Disney+, Hulu o Paramount+, y en el contexto español hay que sumar Filmin, Movistar+ o Atresplayer Premium. Aunque las plataformas son mucho más opacas que las cadenas tradicionales, cuyas audiencias están auditadas y son públicas, y los grandes del streaming se resisten a ofrecer datos, la consultora Digital TV Research calcula que Netflix cuenta en España con 4,5 millones de abonados, adelantando a Movistar+, con 4 millones, mientras que Disney+ y Amazon Prime suman 1,2 millones cada una y HBO se queda en 730.000. Y estos grupos se solapan, es decir, cada vez es más habitual que un hogar esté suscrito a más de una plataforma, y que en él se vea además la televisión lineal.

Pero es que la competencia dentro de las propias plataformas, con catálogos que crecen exponencialmente, también es brutal. En Estados Unidos, Netflix pone a disposición de su suscriptor más de 1.800 programas de televisión (eran 580 en 2010) y más de 4.000 películas (una reducción con respecto a las 6.700 de hace una década). En un mercado en auge con una competencia extrema, la estrategia de los grandes servicios de streaming ha sido competir en volumen: estrenos frecuentes para mantenerse en los medios y el debate rápido —y para mantener enganchados a los suscriptores, que no dejen de pagar cuando se acabe su serie favorita—, producciones variadas para llamar a un público amplio, muchas apuestas baratas en lugar de unas pocas muy caras para no arriesgarse demasiado.

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Todo esto da lugar a un público fragmentado, que a su vez genera una conversación pública fragmentada. Miremos la última edición de los Emmy, por ejemplo. Entre las candidatas a mejor miniserie estaban Mare of Easttown (HBO), Gambito de dama (Netflix) o WandaVision (Disney+). Cada una a su manera ha logrado atraer la atención de los espectadores: HBO y Disney+, tirando de estreno semanal, Netflix en coherencia con su política de estreno completo. Pero ¿hay alguna de entre ellas que haya suscitado un interés o una conversación pública por encima de las demás? En las mejores series dramáticas sobresalía The Crown (Netflix), que terminó llevándose la estatuilla, pero también estaban The Mandalorian, fenómeno de Disney+, o Los Bridgerton, placer culpable de Netflix muy popular en su estreno navideño. Se han acabado los reinados indiscutibles de Mad Men, Homeland o Breaking Bad.

¿Y por qué hay que recurrir a premios y apreciaciones subjetivas sobre la capacidad de las producciones de generar debate? Porque, a diferencia de la televisión lineal, cuyo volumen de audiencias se auditan y hacen públicas diariamente, las cifras de las plataformas de streaming no son públicasstreaming , y el público depende de lo que les digan las propias interesadas. Además, es difícil comparar un estreno internacional de Netflix, que tiene cifras centralizadas y que no mide los espectadores de un solo día, sino de un periodo más largo de tiempo, con un estreno internacional con el de Perdidos: para conocer los datos globales de este último, habría que haber sumado el share de las distintas cadenas de distintos países en sus distintos días de emisión. Por ejemplo: la plataforma asegura que La casa de papel fue reproducida por 65 millones de usuarios en todo el mundo. ¿Vieron esos usuarios todas las temporadas de la serie, o solo 15 minutos del primer episodio? ¿Se distribuyó esa cifra uniformemente en distintos países? ¿Y en distintos meses? No podemos saberlo. Y eso es justo lo que quieren las plataformas, libres así de ocultar fracasos y de despachar matices en el visionado de sus éxitos.

En el horizonte (lejano) hay un estreno que podría desafiar esta tendencia. Prime Video, la plataforma de Amazon, tiene previsto estrenar su serie de El señor de los anillos el 2 de septiembre de 2022. La nueva adaptación de la saga de Tolkien, entre cuyos productores ejecutivos estará J. A. Bayona, tendrá un presupuesto de 462 millones de dólares solo para su primera temporada. Diez capítulos de Juego de Tronos salían por unos 100 millones. Con esas cifras, más les vale romper las previsiones.

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