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Disidentes de las FARC se alían con narcos brasileños y gallegos para traer cocaína a Europa en submarinos

Una patrulla de la Policía Federal Antidroga de Brasil en el río Negro, en Manaos.

Víctor Méndez / Allan de Abreu, Eduardo Goulart y Vinicius Madureira (Piauí y UOL)

Vaupés, también conocido como Uaupés en portugués, es un río de aguas oscuras y caudalosas que nace en Colombia, serpentea por el Amazonas y desemboca en el río Negro, en territorio brasileño. A lo largo de sus orillas y de las de su gemelo, Solimões, que transcurre en paralelo, conviven 24 etnias indígenas, entre ellas los karapanãs y los makunas, con traficantes de cocaína, la mayoría de ellos disidentes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Y socios directos de los narcotraficantes gallegos, algunos instalados en Sudamérica para cerrar acuerdos, como los que se convierten en grandes travesías a bordo de narcosubmarinos.

Así lo desvela NarcoFiles, una investigación internacional que lidera el consorcio OCCRP con la participación de más de 40 medios de comunicación de todo el mundo, infoLibre y Narcodiario en España, a partir de una filtración masiva de la Fiscalía General de la Nación de Colombia.

La frontera entre Colombia y Brasil es parte de una lucrativa ruta internacional del narcotráfico. La operativa fue objeto de una investigación confidencial del Gobierno de Estados Unidos y el Ejército colombiano que detalló, por primera vez, cómo uno de estos grupos criminales trabaja para abastecer al PCC (Primeiro Comando da Capital) de toneladas de cocaína por vía aérea y fluvial a través del Vaupés. Las lanchas rápidas cargadas de cocaína recorren el Vaupés y el Solimões hasta su desembocadura en Manaos, la puerta brasileña del Amazonas. Y terminan en las costas de Galicia.

La mercancía del narcosubmarino encontrado en Aldán (Pontevedra), en noviembre de 2019, se cargó en lanchas en Leticia, en la Amazonia colombiana. La del semisumergible interceptado en Vilaxoán (también en Pontevedra), el pasado marzo, está en plena fase de investigación, pero una línea sólida apunta a la ruta amazónica que detallan los NarcoFiles

Piauí y UOL, dos de los más destacados medios de comunicación de Brasil e integrados en NarcoFiles, analizaron los documentos que muestran el camino seguido por la cocaína que sale de Colombia, pasa por Manaos, atraviesa el Caribe y termina en manos de los consumidores en Europa. En el caso del Che, el narcosubmarino hallado en Aldán, la droga cargada en Leticia recorrió el Solimões y se trasvasó al sumergible cerca de Santarém, una gran población brasileña ubicada aguas abajo. En la propia selva amazónica brasileña, y no en Colombia, se construyó el submarino. La droga sí partió de territorio colombiano.

La investigación comenzó en 2020, a partir de información transmitida al Ejército de Colombia y a la Policía Federal de Brasil por la Administración para el Control de Drogas (DEA), la policía estadounidense especializada en la lucha contra el narcotráfico. Los estadounidenses llamaron la atención sobre un esquema de compra y venta de cocaína en la región conocida como cabeza de perro, en el extremo noroeste de Brasil, donde el país hace frontera con Colombia y Venezuela. El lugar recibió su apodo porque, en los mapas, su forma se asemeja a un perro con la boca abierta.

Un exparamilitar apodado 'Calidad'

Según la información preliminar proporcionada por los estadounidenses, quien sirvió de puente entre las disidencias de las FARC y los criminales del Primeiro Comando da Capital fue un colombiano llamado Nelson Jaramillo Quiceño, más conocido como Calidad. A él le correspondía garantizar que los delincuentes colombianos, radicados en los departamentos de Guaviare y Vaupés, pudieran pasar lotes de cocaína a delincuentes brasileños de Manaos y São Gabriel da Cachoeira, asegurando su paso previo antes de su partida hacia Europa.

Nacido en San José del Guaviare, a 400 kilómetros de la capital Bogotá, Calidad formó parte de un grupo de paramilitares que operaron en el sur de Colombia a principios de la década de 2000. Eran milicias que luchaban contra la guerrilla de las FARC en la jungla. En 2003, Calidad fue investigado por su implicación en el asesinato de cuatro personas, entre ellas un adolescente, pero acabó absuelto por falta de pruebas.

Seis años después, fue detenido in fraganti por el Ejército brasileño mientras transportaba cuatro toneladas de cemento a bordo de una embarcación en el río Vaupés, cerca de Iauaretê, una localidad amazónica próxima a la frontera con Colombia. La venta de cemento está controlada en Brasil, ya que el producto puede utilizarse para transformar las hojas de coca en pasta base. Por tanto, se requiere autorización para exportarlo. Calidad no tenía los papeles necesarios y fue detenido por los militares. Días después salió de prisión gracias a un hábeas corpus, que obliga a presentar ante el juez a un detenido en un plazo determinado.

Calidad vive ahora en São Gabriel (Brasil), donde posee una barbería y un restaurante, o en Yavaraté, un pueblo colombiano en la frontera. Según los investigadores, se acercó al principal grupo de disidentes de las FARC. Tras el acuerdo de paz entre el Gobierno colombiano y la guerrilla en 2016, las FARC se convirtieron en partido político, pero algunos de sus miembros optaron por permanecer en la selva, dedicándose a los secuestros y al tráfico de drogas y armas. De ese grupo parten un buen número de los alijos que acaban en España a través de Galicia o de otros puertos del país. Estos disidentes, denominados “grupos armados organizados residuales” por el Ejército colombiano, están divididos en varios frentes y clasificados por números.

Presencia en Galicia, Canarias y Portugal

El frente número 1 controla la producción y el tráfico de cocaína en los departamentos de Meta, Guaviare y Vaupés, territorio que abarca 6.700 hectáreas sembradas de hoja de coca, según el más reciente informe de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc). Informes de inteligencia del Ejército colombiano revelan que la cocaína producida por el grupo era transportada en embarcaciones a través de 520 kilómetros entre las ciudades de Miraflores y Mitú, en Colombia. Desde allí, la droga es enviada a Manaos mediante aviones de Aerovías Regional del Oriente (ARO), una empresa de taxi aéreo que cuenta con una flota de nueve aparatos.

Los militares sospechan que lotes más pequeños de droga fueron llevados por embarcaciones que recorrían los ríos Solimões, Vaupés y Negro hasta Manaos, escondidos en cargamentos lícitos. Desde esa zona parte la droga en aviones hacia distintas lanzaderas del país, y en embarcaciones, narcosubmarinos incluidos, hacia el Atlántico, casi siempre rumbo a Europa.

El Solimões es el principal punto de entrada de la cocaína que llega a Brasil a través del Amazonas, según la Policía Federal. En los últimos años, esta ruta ha estado dominada por el Comando Vermelho, lo que obligó a la facción rival del PCC a buscar rutas alternativas. Ambos grupos criminales brasileños tienen ya oficinas estables en España y presencia en Galicia y Portugal. La Memoria de la Fiscalía Antidroga menciona como uno de sus temas de preocupación “la ruta que conecta Sudamérica con Canarias con la presencia del PCC brasileño en las islas”.

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Esta información es parte de NarcoFiles: El Nuevo Orden Criminal, una investigación periodística internacional sobre el crimen organizado global, sus innovaciones, sus tentáculos y quienes lo combaten. El proyecto se originó con una filtración sin precedentes de correos electrónicos de la Fiscalía General de la Nación de Colombia. Organized Crime and Corruption Reporting Project (OCCRP), el Centro Latinoamericano de Investigación Periodística (CLIP)Vorágine y Cerosetenta / 070 accedieron a los datos a través de dos organizaciones: Distributed Denial of Secrets y Enlace Hacktivista. Luego compartieron el material con más de 40 medios de comunicación, entre ellos infoLibre y Narcodiario en España. Periodistas de 23 países trabajaron en las investigaciones, principalmente en América Latina, pero también en Europa y Estados Unidos.

A partir de las pistas encontradas en los datos filtrados, los periodistas han elaborado docenas de artículos que revelan las múltiples formas en las que los grupos del crimen organizado evolucionan, se expanden y experimentan en el mundo moderno, dejando nuevas víctimas a su paso.

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