El G-20 pone a prueba la supervivencia de una política de cooperación internacional herida de muerte

El G-20, el foro de las principales economías mundiales, celebra este fin de semana su cumbre anual de jefes de Estado en Buenos Aires justo cuando el multilateralismo está tan tocado que sólo falta firmar su certificado de defunción. El proteccionismo de Donald Trump, la guerra de aranceles con China, el fracaso del acuerdo sobre el cambio climático de París, la fuga británica de la Unión Europea, las tensiones con Rusia, las políticas antiinmigración… están haciendo saltar los frágiles mimbres con que se ha tejido la cooperación internacional en los últimos años. Las actuaciones más o menos decididas que el G20 puso en marcha tras el susto que la crisis financiera de 2008 dio a las economías del planeta han dado paso, una década más tarde, al triunfo del egoísmo unilateral.

“El multilateralismo está siendo atacado precisamente cuando más lo necesitamos”, advirtió el pasado septiembre ante la Asamblea General de la ONU su secretario general, el portugués António Guterres. Y es en esa atmósfera de desconfianza mutua en la que los líderes mundiales volverán un año más a hacerse la foto e incluso aprobarán una declaración conjunta final. Pero no mucho más, según los expertos consultados por infoLibre. “Ya es un éxito que se reúnan”, lamenta Carlos Carnero, director gerente de la Fundación Alternativas y ex diputado socialista en el Parlamento Europeo, quien cree que “más allá de la declaración” no deben esperarse muchos acuerdos efectivos. Sus expectativas, dice, son “muy moderadas”.

Los presidentes de Estados Unidos, Canadá y México firmaron este viernes en Buenos Aires la renovación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), tras un año de duras negociaciones. Pero será difícil que de esta cumbre salgan acuerdos importantes, “ni de la OTAN, Davos o el FMI ahora o en el futuro”, apunta Javier Santacruz. El economista e investigador de la Universidad de Essex no duda en proclamar el “fin del multilateralismo”. Los acuerdos multilaterales con que se ha gobernado el mundo desde la Segunda Guerra Mundial empezaron a saltar por los aires con el nuevo siglo, apunta, tras recordar, por ejemplo, el fiasco de las Rondas de Doha, las negociaciones en el seno de la Organización Mundial del Comercio (OMC) para liberalizar el comercio mundial que debían haber concluido en 2005 y aún siguen sin ver el final.

Acuerdos bilaterales en cadena

Ahora la batalla la libran el multilateralismo esgrimido por la Unión Europea y Japón contra el “unilateralismo enloquecido” de Trump, en palabras de Carlos Carnero, frente a la pujante China. Más aún cuando el presidente de Estados Unidos, abunda el exeurodiputado, aprovecha estas reuniones internacionales para “exacerbar las tensiones con los aliados y con los no aliados”. El Trump que declaró “enemiga” a Europa tras una cumbre de la OTAN en Bruselas el pasado julio tendrá enfrente a Emmanuel Macron, que se presenta como el adalid mundial de la lucha contra el cambio climático y el libre comercio, apoyado por una Angela Merkel en retirada.

“No se va a solucionar la guerra comercial en esta cumbre”, lamenta Carnero. De hecho, el pasado lunes Trump anunció en The Wall Street Journal que prepara una subida de los aranceles del 10% al 25% para un volumen de importaciones chinas de 175.000 millones de euros a partir del 1 de enero de 2019, e incluso añadirles otros  236.000 millones. El presidente de EEUU dejó claro que el único acuerdo que aceptará en Buenos Aires será uno que signifique “la apertura de China a la competencia de Estados Unidos”.

De forma que la cumbre argentina servirá más para revelar las fracturas del orden mundial que para arbitrar soluciones a los problemas. “El G-20 se reúne en el peor de los momentos, toda vez que tanto Estados Unidos como China apuestan por los acuerdos bilaterales y la fricción es tal que tendrían que negociar entre ellos antes de intentar acuerdos comerciales o políticos más amplios”, explica Javier Santacruz. Y es así porque ahora la lógica ha cambiado, asegura el economista. Ambas potencias se dedican cada una por su lado a encadenar acuerdos “país a país”, lo que hace que “los diálogos multilaterales pierdan sentido”. Santacruz cita como ejemplo la Ruta de la Seda, un macroplan de infraestructuras para conectar China con el resto del mundo, cifrado en ocho billones de dólares y en el que el presidente Xi Jinping quiere involucrar a 70 países. “Esperar acuerdos sólo supondrá una frustración gratuita”, resume.

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Reformar la ONU, el G-20 y el FMI

Pero esa frustración no debe hacer pensar que el G-20 no sirve para nada, objeta Carlos Carnero. “Aunque sus resultados sean pobres, el coste de que no existiera sería mucho mayor”, subraya. Tras la crisis financiera desempeñó un papel importante “y ahora debería volver a tenerlo para evitar otra crisis mayor”. El presidente argentino, Mauricio Macri, debe de coincidir con él porque este mismo viernes pidió a sus invitados que actúen “con el mismo sentido de urgencia con que lo hicieron en 2008”. Javier Santacruz calcula que aún quedan otros dos años antes de la próxima recesión económica. Así que los líderes mundiales debería aplicarse ahora, mientras tengan ese colchón temporal, a reformar las instituciones multilaterales, incluido el G-20. El economista recuerda que los dos gigantes asiáticos, China e India –“la mitad de la economía mundial”–, “se le escapan” al FMI, por lo que también debería ser remodelado. Carnero reclama que se reforme la ONU, mientras que Santacruz aconseja un G-20 que incluya a más países. Al tiempo, insta a buscar “un nuevo formato” para las discusiones, de forma que sea posible el acuerdo por encima de los intereses nacionales. Fue lo que con otras palabras expresó Antònio Guterres en su discurso ante la Asamblea General de septiembre cuando criticó que se pretendan afrontar “retos del siglo XXI con mentes e instituciones del siglo XX”.

La cita de Buenos Aires también dará ocasión a la Unión Europea para hacer frente común ante Estados Unidos y China, “y demostrar su capacidad para actuar de forma coherente y clara”, confía el ex eurodiputado socialista. Por el contrario, Javier Santacruz considera que Europa llega “bastante debilitada”. Aunque la unión entre Francia y Alemania tiene músculo, esa alianza “deja fuera automáticamente a España”, alerta el economista, que sugiere “alianzas alternativas” para “hacerse valer primero dentro de la UE”. Por eso cree que España –invitada permanente al G-20– debería utilizar las elecciones europeas del próximo año para “ganar protagonismo en la Comisión Europea”.

El G-20, el foro de las principales economías mundiales, celebra este fin de semana su cumbre anual de jefes de Estado en Buenos Aires justo cuando el multilateralismo está tan tocado que sólo falta firmar su certificado de defunción. El proteccionismo de Donald Trump, la guerra de aranceles con China, el fracaso del acuerdo sobre el cambio climático de París, la fuga británica de la Unión Europea, las tensiones con Rusia, las políticas antiinmigración… están haciendo saltar los frágiles mimbres con que se ha tejido la cooperación internacional en los últimos años. Las actuaciones más o menos decididas que el G20 puso en marcha tras el susto que la crisis financiera de 2008 dio a las economías del planeta han dado paso, una década más tarde, al triunfo del egoísmo unilateral.

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