VIOLENCIA MACHISTA
Un cambio de sexo deja un posible caso de violencia machista en el limbo: "Estoy desesperada"
"Está la niña llorando, para ya". Lo repetía Noelia –nombre ficticio– insistentemente, una y otra vez, ante los gritos del que entonces era su pareja. "La niña", repetía ella, mientras él la arremetía a golpes con los muebles del entorno, ajeno al llanto de la menor. Así fueron algunos de los episodios que se vinieron sucediendo a lo largo de los años, hasta que la violencia cristalizó en un "intento de atropello", relata ella por teléfono, a las puertas del colegio de la niña de sólo cuatro años, el pasado mes de abril. Fue en ese momento cuando la mujer decidió dar la voz de alarma y llamar a la Policía. Convencida ya de denunciar a su expareja, llegó entonces la sorpresa: el juzgado de violencia sobre la mujer decide inhibirse porque el presunto agresor dice ser una mujer.
En ese momento, Noelia entra en una odisea judicial de la que todavía no ha conseguido salir. Su expareja inició los trámites para el cambio de sexo registral con carácter previo a que tuviera lugar el episodio violento que la empujó a tomar acciones. A pesar de ello, su expareja ha continuado refiriéndose a sí mismo con su nombre masculino y como "padre" de la niña, en conversaciones por escrito que ha podido consultar este diario. Ahí se pone de manifiesto el carácter fraudulento, estima su abogado, Saúl Castro. El letrado ha recurrido ya la inhibición, al considerar que nace a partir de un hecho que es nulo de pleno derecho, en caso de que se demuestre que la rectificación registral está en fraude de ley.
Noelia tiene consigo un parte de lesiones de aquel día de abril, donde un especialista acredita las secuelas después de que su expareja intentara atropellarla, según expresa la mujer, para después meterse en el coche de esta y agredirla delante de su hija menor. "Se metió por la puerta del coche, intentó quitarme las llaves y empezó a pegarme puñetazos delante de la niña. Nunca se había puesto así. Habíamos tenido discusiones muy feas, pero nunca así delante de la niña", relata.
Aunque da la voz de alarma y acude a las autoridades, en un primer momento no se decide a denunciar. "Sabía que debía denunciarle, pero no podía", expresa. La maternidad, según todos los estudios, paraliza a las mujeres a la hora de denunciar malos tratos. Pero aun así, decide descolgar el teléfono y dar el aviso. Es entonces cuando la Policía detiene al supuesto agresor y el atestado policial se remite al juzgado de violencia. En ese momento, sin que la víctima haya llegado a ratificar la denuncia, el órgano especializado se declara incompetente, dejando a la mujer en una encrucijada legal.
Un precedente esperanzador
En su artículo 41.3, la ley trans indica que "la rectificación de la mención registral relativa al sexo" y el cambio de nombre "no alterarán el régimen jurídico que, con anterioridad a la inscripción del cambio registral, fuera aplicable a la persona a los efectos de la Ley 1/2004". Es decir, aunque un maltratador acceda al cambio registral, si la violencia que ejerció sobre su víctima se cometió anteriormente, asumirá las consecuencias de la ley integral contra la violencia de género. Pero, ¿qué sucede entonces con aquellos casos en los que la modificación se lleve a cabo antes del acto violento? Ahí es donde los tribunales tienen que juzgar la existencia de un posible fraude. "No se trata de probar si te sientes o si eres, pues eso es imposible, se trata de demostrar si estás ejerciendo un derecho con un objetivo distinto al que se concibió, es decir al propio y singular disfrute de ese derecho", explica el abogado Isaac Guijarro en este artículo.
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Algunos juzgados se han puesto ya manos a la obra y algunas resoluciones son esperanzadoras. La Audiencia Provincial de Castellón desestimó recientemente un recurso en el que un maltratador reclamaba no ser investigado por un juzgado de violencia contra la mujer, tras haber cambiado su marcador registral del sexo. Los magistrados argumentaron que en el caso concurrían "una serie de circunstancias de las que se infiere que en realidad dicha inscripción no obedeció a una decisión sincera, sino que más podría haberse llevado a cabo con otras finalidades fraudulentas". Entre los elementos que apreció el tribunal como claves para su conclusión, se encuentra que el investigado mantenía "el mismo rol de padre de cara a su hija".
Entretanto, otra mujer víctima de violencia machista, cuyo agresor rectificó su sexo registral, presentó a principios de junio un recurso de amparo ante el Tribunal Constitucional. La Audiencia de Sevilla había decidido, en este caso, remitir una denuncia por malos tratos a un juzgado ordinario, al no apreciar fraude en el cambio de sexo.
Sin protección
Noelia está segura de que acudir al registro civil forma parte de una maniobra deliberada por parte de su expareja, quien nunca había expresado ningún tipo de disconformidad o malestar con su identidad o expresión de género. Ni a ella, ni al grupo de amigos que tienen en común. Así que no puede evitar preguntarse qué tenía planeado hacer y qué tipo de daño podía haberle llegado a infligir a ella o a la niña. Está convencida de que si el presunto agresor no hubiera hecho un uso fraudulento de la ley, hoy ella tendría una orden de protección. Pero en su lugar, se enfrenta a un laberinto judicial para el que no hay una solución clara. "Estoy desesperada", lamenta. Su abogado reconoce la complejidad de los casos como el suyo, dependientes en ocasiones de la discrecionalidad de los jueces, pero confía en dar la batalla judicial: "Hay margen", asiente con firmeza.