ENTREVISTA
Daniel Valero: "El PSOE pasa de puntillas sobre los temas LGTBIQ+ tras rentabilizarlos durante 20 años"

Daniel Valero Tigrillo (Jerez de la Frontera, 1994) salió dos veces del armario. La primera, en plena adolescencia, tras reunir el coraje suficiente para nombrarse como chico gay. Quince años después, para reconocerse como bisexual. Verbalizarlo supuso confrontar con sus propias contradicciones, pero también implicó enfrentarse a los comentarios y a la hipervigilancia que recae sobre las personas bisexuales, quienes conviven en un estado de perpetuo escrutinio sobre su deseo, sus hábitos y sus relaciones.
"Reconocerse, descubrirse, aceptarse e incluso quererse bisexual se hace complicado en un mundo que intenta convencerte constantemente de que la bisexualidad no existe", escribe hoy el periodista y activista en su segundo libro, Confundidas, indecisas, promiscuas. Bisexualidad, identidad y deseo en un mundo monosexista (Paidós, 2025), un alegato contra los prejuicios que todavía atraviesan a una de las partes más invisibles del colectivo.
Abre el libro con una mención a Samuel Luiz. ¿Cree que el caso marcó un antes y un después a nivel social?
Me gustaría pensar que sí. Yo siempre digo que el caso de Samuel Luiz, aunque fuera mucho más bestia y mucho más directo, nunca fue el único. Cada año hay personas que pierden la vida debido a la LGTBIfobia. Aquel mismo año, por ejemplo, una chica de Jaén de sólo 20 años fue acosada por ser lesbiana hasta que se quitó la vida. Por desgracia toda esa violencia es tan invisible que el hecho de que esta fuera tan brutal, tan en la cara de todo el mundo, al menos sirvió para que mucha gente abriera los ojos y se diera cuenta de que la homofobia no son sólo comentarios, ni gente ofendiéndose por tonterías, que es con lo que nos atacan muchos, es que realmente cuesta vidas.
Más adelante, en el libro, habla precisamente de las agresiones contra el colectivo LGTBIQ+ y señala que quien te grita 'maricón' por la calle no sabe con quién te acuestas, sino que te lee como maricón. Es una de las cuestiones que sobrevoló el caso de Samuel Luiz, pero también otros como el del ataque a un chico en Barcelona al grito de "te voy a hacer heterosexual a hostias". ¿Esa conciencia ha llegado a los tribunales?
No, en absoluto. Si está calando poco a poco en la sociedad, parece que las instituciones judiciales son las últimas en querer entender esto. Si sigue costando entender que no podemos hacer pasar un calvario probatorio a una mujer que ha sufrido una violación, imagínate hacerles entender a los jueces que cuando te pegan una paliza al grito de maricón sigue siendo una agresión homofóbica aunque tú seas un hombre heterosexual. Esa es otra arista que tenemos que tener en cuenta, que la LGTBIfobia afecta a toda la sociedad, todos somos susceptibles de fallar en esa misión fantástica e imposible que es cumplir con todos los mandatos de género. Muchos jueces hacen justicia para mantener un cierto orden social y no pueden permitirse que la gente entienda que la LGBTIfobia es tan habitual que puede afectar a todo el mundo, porque cambiaría demasiado el paradigma social.
Las generaciones jóvenes se han criado con unas referencias muy variadas, pero la misma juventud también se está radicalizando hacia los otros espacios
Las encuestas señalan que cada vez más jóvenes se reconocen abiertamente como bisexuales. ¿Qué papel juegan las nuevas generaciones en esto del despertar bisexual?
Un papel crucial. Por suerte, las generaciones jóvenes se han criado con unas referencias muy variadas, se desarrollan teniendo mucho más naturalizado el hecho de que puedes escapar de ese monosexismo que sólo te permite ser ‘a’ o ‘b’. Da mucha esperanza ver a gente que tiene esto tan claro desde el principio, porque no le van a poder vender tan fácilmente una historia bifóbica en la cual tienen que acercarse a un lado o al otro. Pero esto tiene también otra cara: la misma juventud se está radicalizando mucho hacia los otros espacios. Cuando voy a dar charlas a colegios o a institutos, siempre hay una persona con el pin de la bandera bisexual, pero sentado al lado tiene a un pequeño fascista que le dice que su mera existencia está intentando adoctrinar a los de alrededor, que es una viciosa y que es una persona que no merece el respeto que sus compañeros.
¿Y cómo conviven esas dos realidades?
Es tremendamente curioso y también es muy descorazonador. En muchas ocasiones ves cómo muchas personas muy jóvenes, especialmente mujeres, se te acercan después de la charla para decirte que son bisexuales, pero no las ves participativas en la actividad porque ya han sufrido tal nivel de violencia correctiva, aunque sea a base de chistes, que renuncian. Hay mucha violencia correctiva y sobre todo son las mujeres las que la sufren.
Algunos estudios recientes indican que son sobre todo mujeres las que se identifican en mayor medida como bisexuales. ¿Por qué cree que sucede esto?
Las mujeres ya forman parte de un grupo que no es minoritario, pero sí minorizado y oprimido por la sociedad, y tienen cierta relación con el resto de existencias oprimidas. También tienen mayor probabilidad de no sufrir violencia física, o al menos no tan agresiva y directa como la que sufre un chico que con diez años le da la mano a otro en el colegio. La violencia contra el hombre, al que se considera un traidor a la masculinidad hegemónica, es mucho más directa. No tiene por qué ser peor siempre, pero hace efecto más rápido: no te da tiempo siquiera a plantearte si esto está bien o está mal, sólo sabes que te acaban de pegar una hostia por ello. Creo que eso explica un poco el hecho de que los hombres bisexuales seamos la parte del colectivo que menos sale del armario.
En el libro plantea esta idea: los hombres bisexuales como traidores.
Y en todos los sentidos posibles. Eres un traidor a la masculinidad hegemónica porque desestabilizas la supremacía heterosexual. Es decir, cuando tú eres un hombre bisexual, tu mera existencia hace imposible probar la heterosexualidad que tanto les cuesta performar y alcanzar para que se les considere líderes sociales. Puedes probar que te atraen las mujeres, pero no que seas heterosexual, porque también existe la posibilidad de que aunque estés como una mujer te puedan atraer al mismo tiempo los hombres.
Mientras tanto, la parte homosexual –sólo una parte, no toda– te considera un traidor porque haces que caiga en picado la imagen asimilacionista que se intenta dar de la comunidad LGBTIQ+. Cuando tú no quieres derrumbar un sistema, porque es mucho trabajo y lo que quieres es amoldarte lo máximo posible, simplemente dándole la vuelta a la tortilla y siendo un respetable homosexual que se casa, adopta un perrito, si tiene muy pocos escrúpulos compra un niño y vive en un adosado, a ti no te encaja que de repente se intente dar una imagen destructiva, de indeciso, de vicioso, de personas que pueden cambiar de orientación sexual en cualquier momento, así que atacas a esa parte del colectivo y no la quieres cerca, intentas corregirla y por eso le gritas: "Lo que pasa es que eres es un maricón en el armario que no se atreve a decirlo". Al final nunca te dejan ser bisexual porque por una parte o por otra estás desestabilizando todo el sistema que ellos se han montado y que no se sostiene.
Yo me he pasado años atribuyéndome una homosexualidad porque era ahí donde sentía que podía estar cómodo. ¿Por qué? Porque en el espacio de la bisexualidad la vida se hace inviable
¿Cómo de limitante es la bifobia interiorizada?
Tremendamente. Yo me he pasado años atribuyéndome una homosexualidad porque era ahí donde sentía que podía estar cómodo. ¿Por qué? Porque en el espacio de la bisexualidad la vida se hace inviable: todo el mundo te agrede, todo el mundo te ataca, todo el mundo duda de ti y se burla. Todo eso, unido a la invisibilización, hace que al final no puedas entender tu propia identidad en función de tu atracción y tu deseo. Esa invisibilización la tenemos absolutamente todos dentro: nuestra generación si ha tenido suerte ha podido ver algún referente gay o lesbiana, pero un referente bisexual, con esa palabra, imposible.
¿Hay una invibilización deliberada en cuanto a la representación cultural y mediática de las personas bisexuales?
No creo que sea un esfuerzo consciente en cuanto al borrado de la bisexualidad, pero sí más consciente en cuanto al mantenimiento de las estructuras cisheterosexuales, monógamas, binarias, etc. Es decir, mantener el mundo como dios manda y como lo conocemos. O estás en un lado, o estás en otro. Cuando Paco León contó en televisión que había tenido novio, muchos titulares eran: "Paco León lo deja con su mujer para tener una relación homosexual" o "Paco León confiesa que fue homosexual durante una época". Esa es la constante en los medios: la palabra bisexual sigue sin aparecer.
El libro plantea la idea de hipervigilancia alrededor de las personas bisexuales. Es decir, la exigencia de demostrar que efectivamente eres bisexual en base a tus experiencias sexoafectivas. ¿Por qué esa hipervigilancia?
Porque si se permite que la bisexualidad sea algo posible, muchas personas, un sistema entero, tendría que replantearse si igual tampoco encaja dentro de esa masculinidad hegemónica o de este sistema cis heterosexual en el que solemos pensar que debemos estar. Uno de los principales puntos de la bifobia es que se intenta convertir la bisexualidad en un imposible. No podemos convencer a la población de que no puede sentir atracción puntualmente por personas de todo tipo, porque eso ya está pasando, sin embargo sí puedes convencerles de que en realidad no son bisexuales. Por eso se buscan tantísimas explicaciones a raíz de tópicos: estás confuso, eres un inmaduro, es una fase… como si no fueran una fase potencialmente todas las relaciones sexuales.
"Ni siquiera dentro del colectivo se piensa que realmente la bifobia sea algo de verdad"
¿Esto puede degenerar en discriminación también dentro del propio colectivo?
Sí, por desgracia. Lo que más rabia me da es que a veces se insinúa que las personas bisexuales tienen un privilegio por encima del resto del colectivo, porque tienen la oportunidad de pasar por heterosexuales. Lo típico: juzgar a la chica que dice que es bisexual pero lleva toda la vida con su novio. Eso no sólo no da un privilegio, sino que trae un perjuicio: no contar con tus propios espacios de acompañamiento y de activismo, porque no existen o se rechazan dentro de la comunidad. Y eso hace que no te sientas acompañada en el caso de sufrir violencia derivada de la bifobia. Las mujeres bisexuales son las que mayores tasas de violencia sexual dentro de la pareja sufren, porque su bisexualidad se entiende como promiscuidad y debe ser corregida o ser aprovechada por hombres. Si no existen espacios de activismo bisexual, de acompañamiento, reivindicaciones específicas en las manifestaciones y en los documentos institucionales para abordar estas problemáticas, te están dejando sola contra esa bifobia, porque la gente ni siquiera dentro del colectivo se piensa que realmente la bifobia sea algo de verdad.
El último capítulo del libro trata de activismo bisexual. ¿Cómo se hace militancia política a partir de una orientación sexual?
Se hace teniendo en cuenta la definición de la bisexualidad que da la activista Robyn Ochs, pero también con el añadido que hace una autora española que se llama Ana Amigo Ventureira: la bisexualidad es que yo reconozco mi potencial para sentir atracción por distintas personas y también el reconocimiento de que me nombro así porque existe una opresión y una discriminación específica por ese hecho. Si no existiera discriminación y persecución, nosotras no tendríamos que nombrarnos y no tendríamos que hacer de esto una identidad política. Por supuesto que te pueden atraer personas de todo tipo y no llamarte bisexual, pero queremos hacer ese activismo político porque entendemos la opresión que conlleva y queremos pelearla.
Si no existiera discriminación y persecución, las personas bisexuales no tendríamos que nombrarnos y hacer de esto una identidad política
¿Y ese activismo puede ser transformador o, como plantea en el libro, cambiar el mundo?
Sí, porque tiene un potencial rupturista muy grande, aunque no todas las personas bisexuales evidentemente por nacimiento tengan que ser revolucionarias en una contienda histórica. Pero sí es verdad que la bisexualidad tiene un poder muy fuerte para desestabilizar todas las normas que entendemos de la orientación sexual y del género o incluso del sexo. La bisexualidad imagina un mundo en el cual las características sexuales no lo son todo, porque te pueden atraer personas de todo tipo sin importar eso. Vivimos en un mundo que está ordenado por el sexo y por el género específicamente, desde la distribución del trabajo, desde el reparto de la riqueza, todo eso está ordenado bajo esas características. Si la bisexualidad imagina un mundo en el que el sexo y el género ya no tienen prácticamente importancia, la orientación sexual se desestabiliza. Todo se cae a pedazos, todo se rompe y empieza una época en la que podemos pensar mucho más en nuestra libertad, teniendo relaciones sexuales y afectivas, o sintiendo deseo, de una forma que no esté dirigida a cómo vamos a producir más y mejor, sino simplemente a desarrollarnos tal y como nos apetece.
Señala que ser bisexual no te convierte en revolucionario, ni siquiera en progresista, algo que se ha señalado con Karla Sofía Gascón. ¿Cree que hay transfobia en las críticas hacia la actriz?
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Hay transfobia en la forma en la que se han ejercido esas críticas y sobre todo en la ausencia de críticas hacia otros. Lo voy a repetir siempre: los mensajes de Karla Sofía Gascón son racistas y son peligrosos, genuinamente pueden causar una reacción xenófoba en las calles, así que se tiene que pedir explicaciones. Sin embargo, también pienso que hay una gran parte de la población y de sectores específicos que estaba deseando verla caer, tener un error o no cumplir sus expectativas de perfección moral, porque lo que ella representaba – en este momento en el que se ataca tanto a la comunidad trans– era peligroso. Se necesitaba una excusa para poder decir: "¿Ves? Por eso no le damos espacio a las personas de la comunidad trans".
Este martes ha llegado una iniciativa al Congreso para penalizar las terapias de conversión, pero el PSOE no ha firmado. ¿Le decepciona?
No me suelo sentir decepcionado por el PSOE porque no suelo esperar mucha la cosa del PSOE. El Partido Socialista ha emprendido un camino bastante peligroso, que es el de pensar que la reacción tan cruenta que tuvo la Ley trans en la anterior legislatura y la reacción anti-LGBTQ+, conllevaría una penalización si ahora mismo se pusieran demasiado de parte de la comunidad LGTBIQ+, específicamente de las personas trans. Piensan que es mejor pasar de puntillas por este tema, el cual han estado rentabilizando durante 20 años por la aprobación de la Ley del matrimonio igualitario. Ahora mismo creen que no da rentabilidad a nivel político porque no tiene la suficiente buena imagen. Sin embargo, tampoco van a hacer unas políticas homófobas porque comprenden que la mayoría de su electorado es progresista. Así lo demuestra el trabajo que está realizando el Ministerio de Igualdad ahora mismo, un ministerio que se dedica a hacer lo mínimo esperable, pero sin grandes alardes de posicionamientos, ni siquiera cuando hay casos de violencias homófobas. Incluso algo que debería ser tan lógico como evitar que se torture a las personas LGTBIQ+ para intentar redirigirlas, incluso para eso andan de puntillas. Decepcionante, quizá no. Reprochable, absolutamente.