IGUALDAD

Qué se esconde detrás de 'Blonde' después de verla con las gafas violetas

Ana de Armas interpreta a Marilyn Monroe en la película 'Blonde'.

En lo que al arte respecta, las mujeres ya no se conforman con una técnica encomiable, ni con una estética milimétricamente cuidada, ni les vale solo con una interpretación magistral. Buscan algo más. Hace tiempo que la representación de las mujeres en la cultura se ha convertido en prioridad y reivindicación, así que no sorprende que sean precisamente ellas las que hayan dado la voz de alarma ante una de las más esperadas piezas del audiovisual este año: Blonde. La manera en que la cinta representa, reproduce y narra la historia de una de las actrices más legendarias de la historia del cine, Norma Jane o Marilyn Monroe, ha abierto el debate: ¿es el filme una pieza misógina o solo muestra la misoginia que sufrió la protagonista hasta su muerte?

"No se debe olvidar cómo acabó la vida de esta persona, la tragedia que pasó (...) hay que contar el otro lado de la historia (...). El error es no contarlo y seguir perpetuando esa idea de glamour, éxito y fama". Son palabras de Ana de Armas, la actriz que da vida a la estrella del cine clásico y que encarna una de las interpretaciones más alabadas por la crítica. La artista cubana defiende contar la historia real del icono desde sus entrañas, más allá del mito. Mostrar la cara de la depresión, el abandono y la pérdida, la violencia machista, el maltrato sistemático. Pero, ¿es la historia de una víctima la que cuenta el cineasta Andrew Dominik? ¿Es la historia de una superviviente? El debate está servido y las opiniones son diversas.

La crítica de cine María Guerra, directora del programa La Script, cree que lo más sangrante del metraje es que despoja a la protagonista de "todos sus aspectos de sujeto". Guerra reconoce que la película "está basada en la novela" homónima de Joyce Carol Oates y es por tanto un "artefacto creativo independiente que no es literal", pero reprocha que la obra descarte la justa "representación de Marilyn como sujeto activo", con lo que ello conlleva. "El error de Andrew Dominik es que solamente ve al objeto, la mujer vista como objeto carnal y objeto de tragedia, pero no hay sujeto por ninguna parte y por tanto se le despoja de la dignidad", agrega la periodista al otro lado del teléfono. Guerra entrevé, incluso, "una mirada masculina que a veces roza la lascivia" y que apuntala una "erotización del sufrimiento de Marilyn". Una suerte de "disfrute sádico de la mujer como puta y como mártir".

No es el sabor de boca que dejó la película en Ángela Rodríguez, secretaria de Estado de Igualdad y contra la Violencia de Género. "No creo que haya una erotización de la violencia sexual", dice a preguntas de infoLibre. Se trata, al fin y al cabo, de mostrar una forma de violencia que "se puede dar contra cuerpos normativos y también en escenas que pueden parecer vinculadas incluso al placer", pero cuyo elemento central es inmutable: la ausencia de consentimiento. "Creo que eso está bien relatado, cuando la propia Norma Jean vive traumatizada por todos esos episodios de violencia", argumenta la secretaria de Estado.

Sonia Herrera, doctora en Comunicación Audiovisual y especialista en cine y estudios feministas, tiende puentes entre los dos extremos. "Yo leo una cierta voluntad de crítica de esas violencias sufridas por Marilyn, están ahí y son innegables", concede la docente de la Universitat Autónoma de Barcelona (UAB), quien sin embargo encuentra que "al final, queriendo denunciar algo, acaba reproduciendo esa violencia". A su juicio, es importante no "obviar el carácter performativo de la ficción, que no solo refleja realidades, sino que también las construye". 

El #MeToo y las otras 'Marilyns'

El director de la cinta no ha querido desvincular su obra de uno de los movimientos más potentes de la última década: el #MeToo. Decía, incluso, que la película es consecuencia del fenómeno y que sin ese activismo que brotó de las voces femeninas de la industria el espectador no sería capaz de percibir la tortura a la que fue sometida Marilyn Monroe.

Guerra pone algún pero. Si bien la película puede beber del movimiento, lo cierto es que "no es útil para el #MeToo" porque no refleja un tipo de violencia estructural: faltan nombres y apellidos, considera la periodista. "Se centra en Marilyn como víctima, pero no hay reflexiones, solo normalización y una mirada paternalista hacia ella como una enferma mental". En ese contexto, Guerra percibe una reproducción de todo el entramado de estereotipos que rodea a las víctimas de violencia, ligado a un tratamiento de la salud mental que deja mucho que desear: se produce una "culpabilización de la víctima", la película sugiere que "no está así por lo que le ha pasado, sino porque es una enferma mental".

La cinta, de casi tres horas de duración, no da voz a una víctima consciente de la violencia. No hay rastro de la Marilyn Monroe que reconoció y denunció a "los lobos" que se había topado fuera y dentro de la industria, ni de aquella que tendió la mano a otras mujeres para advertir de los abusos que ella misma ya había experimentado en sus carnes. En ese sentido, Herrera censura que la cinta acabe "infantilizando a la figura" e incluso la "ancle en el mito de la rubia tonta, sin separar al personaje de la persona". Es, a juicio de la experta, una "carencia del filme que no ha sabido bucear más en otro tipo de fuentes" al margen de la novela. "Sabemos de sus activismos políticos, que era una ávida lectora o que tuvo grandes amigos más allá de sus relaciones de pareja, como Ella Fitzgerald o Truman Capote, todas esas Marilyns me faltan", completa la docente. 

También Rodríguez cree que la cinta adolece de las muchas ausencias que la atraviesan. "Me hubiera parecido interesante que aprovechara para mostrar los elementos en los que la propia Marilyn fue reivindicativa", reconoce la secretaria de Estado. Y cita otra cuestión que no es en absoluto intrascendente: la película deja a un lado algunos aspectos que hacían de la actriz "una excepción" y la colocaban "en un tipo de canon de belleza que a día de hoy ya no estamos acostumbradas a ver en el cine. Se podía haber dibujado una foto más interesante". Guerra es más explícita en su blog: recuerda que "Marilyn no era flaca" y critica que la propuesta audiovisual no solo "reescribe el mito en los mismos términos", sino que además "glorifica una delgadez que no fue tal".

Sí reconoce Rodríguez el mérito a la hora de mostrar la "violencia disciplinatoria" hacia las mujeres "para poder acceder al poder". El de Marilyn "no es el único caso de mujer famosa que ha pasado a la historia y ha sufrido violencia en consecuencia y como condición de posibilidad de haber pasado a la historia. Esta película no hace justicia a la memoria de todas estas mujeres, pero es un retrato de la violencia disciplinatoria por parte de la sociedad y de todos los hombres que se va encontrando", afirma.

El duelo perinatal o los bebés parlantes

Abuso, violencia y trauma. Y en este último apartado, la pérdida ligada a los abortos que sufrió la actriz. El problema aquí es fundamentalmente estilístico: el cineasta construye esa pérdida a través de figuras de fetos –en un estado gestacional notablemente avanzado– que llegan a interactuar con el personaje y a pedirle cuentas –"Esta vez no me harás daño, ¿no? ¿No harás lo que hiciste la última vez?", exclama una voz exageradamente aguda desde el vientre de la protagonista–. "Marilyn tuvo muchos abortos naturales, fue su tragedia", asiente Guerra. Sin embargo, el director del filme tiene "una manera patriarcal" de exponer el drama, incidiendo en la figura de "la madre llorona" sin más reflexión.

Algunas voces han reconocido en esos planos, cuanto menos inquietantes, la estrategia de los grupos antiabortistas. Algo especialmente simbólico teniendo en cuenta el contexto de regresión de los derechos reproductivos en suelo estadounidense. Herrera y Rodríguez no están de acuerdo. La primera reconoce que el recurso empleado tiene un amplio margen de mejora, pero entiende que busca reflejar las secuelas de un tipo de interrupción del embarazo que "no tiene nada de voluntaria, deja huella, deja traumas y conecta con otro tabú, el del duelo perinatal". Al final, abunda, "no deja de ser una metáfora de la culpa, aunque el recurso pueda ser más o menos acertado". También Rodríguez cree que la película, en ese sentido, consigue "una muestra muy cruda del tipo de reflexiones que una mujer puede tener si no está segura de si es el momento para ser madre", pero sobre todo da cuenta de "la violencia obstétrica" como un conjunto de prácticas que no tienen en cuenta "las propias decisiones" de las mujeres y que "muchas veces las infantiliza".

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A la pregunta de si es Blonde una película misógina, las voces consultadas ofrecen respuestas diversas, pero ningún titubeo. "Completamente misógina", sentencia Guerra, "reproduce todos los tópicos de la mujer víctima y de la sociedad que la mira con normalidad: no lanza un cable de rebeldía, solo hay sumisión". Y además, responde a una intencionalidad: el arte "no como representación literal, pero sí como creación, tiene ideología", subraya la especialista.

"No podemos confundir la misoginia con mostrar que existe la misoginia", replica Rodríguez, quien entiende que misógino "habría sido ocultar que Marilyn sufrió violencia sexual y que nada de eso sucedió en su vida". Herrera se mueve más en una escala de grises: "Es una película que hay que ver, hacer una lectura crítica y debatir. No fomenta el odio contra las mujeres, aunque quizá las revictimiza".

Guerra pone el broche al debate con una celebración ligada no a la película en sí misma, sino a las consecuencias de su proyección. "Nos ha servido para dejar claro que las mujeres podemos hablar y que tenemos voz crítica".

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