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Portugal

La economía portuguesa avanza dejando por el camino el lastre de la austeridad

António Costa, primer ministro de Portugal, la semana pasada en París.

El primer ministro portugués, António Costa, llegó al Palacio de São Bento –residencia oficial del líder del Ejecutivo luso– de rebote. Lo hizo tras unas elecciones legislativas en las que se impuso la derecha del PAF –aunque sin mayoría absoluta– y después de un efímero Gobierno del conservador Pedro Passos Coelho, que se mantuvo en pie poco más de una semana. Su formación, el PS, había sido la segunda fuerza más votada en los comicios. Sin embargo, un acuerdo con los dos partidos a su izquierda, el Bloco de Esquerda (BE) y el Partido Comunista de Portugal (PCP), algo inédito en el actual periodo democrático, permitió a Costa ser investido primer ministro y formar Gobierno. 

Así, con el compromiso conjunto de poner punto final a varios años de austeridad desmedida, nació en Portugal lo que algunos articulistas y políticos conservadores calificaron peyorativamente como Geringonça, una suerte de mecanismo mal hecho que, sin embargo, funciona. Y, al parecer, lo hace casi a la perfección. Dos años después de la llegada de Costa a São Bento, la economía lusa sigue creciendo a un ritmo frenético. El PIB portugués continúa en aumento, la tasa de desempleo sigue reduciéndose y el país cumple con los objetivos de déficit marcados por Bruselas. Todo ello, además, incrementando el gasto y enterrando unas políticas de austeridad que marcaron la primera legislatura de Passos Coelho.

Y parece que los portugueses reconocen estos progresos. O, al menos, eso indican los sondeos. La última encuesta publicada por el semanario Expresso este viernes da al PS una intención de voto del 40,3%, cinco décimas menos respecto al anterior sondeo pero 7,9 puntos por encima de lo que cosechó en las legislativas de 2015. La suma de los conservadores del PSD y el CDS, por su parte, se queda en el 35,5%. "Hemos demostrado en este año y medio que es posible bajar la carga fiscal, mejorar la calidad de la enseñanza, mejorar la calidad del Servicio Nacional de Salud, incrementar el gasto social y al mismo tiempo hemos logrado el déficit más bajo de nuestra democracia", celebró Costa el pasado mes de julio.

Revertir políticas de austeridad

El camino que ha tenido que recorrer la ciudadanía portuguesa hasta comenzar a ver la luz al final del túnel no ha sido sencillo. En abril de 2011, con la economía lusa en caída libre, el entonces primer ministro en funciones, José Socrates, anunció lo que quería evitar a toda costa: la activación de un rescate de la UE y el FMI. Una ayuda que ascendió a 78.000 millones de euros y que tuvo que digerir el Ejecutivo del conservador Pedro Passos Coelho tras ganar las legislativas del mes de junio. Como en tantos otros casos, el rescate trajo consigo un durísimo paquete de medidas de austeridad: congelación de los salarios de funcionarios y de las pensiones, recorte del gasto sanitario, reducción de las prestaciones por desempleo...

El nuevo Gobierno, sin embargo, ha apostado por un completo cambio de rumbo. Así, durante estos casi dos años, ha ido aprobando medidas puntuales que los conservadores siempre consideraron imposibles de aplicar. Se ha subido tímidamente el salario mínimo –de 505 a 530 euros– y las pensiones, así como las prestaciones sociales a familias, personas con discapacidad o a tercera edad. Se ha paralizado la privatización de empresas como la aerolínea TAP o los transportes públicos de Lisboa y Oporto. Y, en materia de educación, se han recortado las subvenciones que recibía la educación privada, canalizando recursos hacia una escuela pública en la que se prepara una disminución del número de alumnos por aula.

Subida del PIB y bajada del paro

A pesar del giro, y de los malos augurios que algunos pronosticaban, la economía portuguesa avanza. Según informó a finales de agosto el Instituto Nacional de Estadística luso, el Producto Interior Bruto del país creció en el segundo trimestre de 2017 un 2,9% en comparación con el mismo ejercicio del año anterior. Es la progresión interanual más elevada que ha experimentado el PIB del país desde que entró en circulación el euro. Para encontrar un aumento mayor hay que retroceder hasta el cuarto trimestre del año 2000, cuando el impulso alcanzó el 3,8%. Con estos datos, el Ejecutivo espera cerrar el año con "el mayor crecimiento del siglo", en palabras de su ministro de Economía, Manuel Caldeira. 

El segundo dato positivo tiene que ver con la senda bajista que ha seguido la tasa de paro en el país. Atrás quedó el 12,4% de desempleo de abril de 2011, cuando se acordó el rescate, y el 17,5% –más de 900.000 personas sin trabajo– registrado en enero de 2013, la cifra más alta alcanzada desde que comenzó el nuevo siglo, según datos de Eurostat. Por primera vez desde que estalló la crisis económica, la tasa ha caído por debajo de los dos dígitos. El pasado mes de julio, último dato recogido por la oficina de estadística europea, se situó en el 9,1%, en la media de la Eurozona y por delante de países como España –17,1%–, Italia –11,3%– y Francia –9,8%–. Sin embargo, el Instituto de Estadística luso la sitúa en el segundo trimestre del año en el 8,8%.

Todo ello, además, cumpliendo con Bruselas. Aunque el FMI alertó a Portugal en septiembre de 2016 de que no cumpliría el objetivo de déficit sin un ajuste de 900 millones de euros, la realidad fue completamente distinta. El país consiguió cerrar el año con un déficit presupuestario del 2,1%, el menor desde la Revolución de los Claveles. Un punto y tres décimas menos que en 2015 –4,4%– que permitió al país cumplir con la meta que le había impuesto la Comisión Europea –mantenerlo por debajo del 2,5%–. Gracias a ello, el pasado mes de mayo el Ejecutivo comunitario propuso sacar a Portugal del procedimiento de déficit excesivo, un brazo correctivo bajo el que continúan cuatro países –Grecia, Reino Unido, Francia y España–.

¿Mejora económica sin austeridad?

"Los indicadores de confianza han aumentado constantemente en toda la economía portuguesa desde que llegó el actual Gobierno", celebra en conversación con infoLibre João Galamba, portavoz del grupo socialista en la Asamblea de Portugal. El diputado se muestra contundente cuando se le pregunta si es posible sacar una economía del pozo sin apretarse el cinturón. En su opinión, las medidas de austeridad no ayudan a "impulsar": "En Portugal, la economía sólo dejó la recesión cuando el Tribunal Constitucional detuvo varias medidas de austeridad y cuando el Banco Central Europeo disminuyó los tipos de interés, lo que permitió que familias y empresas endeudadas incrementaran sus ingresos", apunta. 

Por eso, el parlamentario del PS, miembro de la comisión de Economía en la Cámara lusa, presume del completo giro en materia económica que dio el Ejecutivo de António Costa, su secretario general y primer ministro. "La prioridad era aumentar los ingresos (salario mínimo, impuestos sobre la renta, pensiones, salarios públicos) para incrementar así la confianza. Todo ello, al mismo tiempo que se aseguraba el mantenimiento del déficit", detalla a este diario a través del correo electrónico. Una estrategia que, añade, "está funcionando": "Los resultados son claros", apostilla Galamba.

Javier Santacruz, economista e investigador en la Universidad de Essex, afirma que en este tipo de economías, donde el consumo tiene un peso importante, una mejora de las "expectativas" es fundamental para conseguir un impulso económico. "Cuando tú ves que, tras pasar unos años complicados, las cosas van mejor, que tienes mayor estabilidad profesional y familiar, pues evidentemente se produce una mejora del consumo", explica Santacruz, que no duda en asegurar que "la economía portuguesa está mejorando". "Además de la macroeconómica, se ha producido una mejora en las condiciones de vida", asevera.

Sin embargo, el economista añade que en este "milagro" económico también tiene mucho que ver la próspera coyuntura internacional –"Si tienes un viento de cola suficientemente fuerte, evidentemente puedes generar ingresos y cuadrar las cuentas"– y, sobre todo, el tirón de las inversiones, las exportaciones y el turismo, que lleva cuatro años encadenando crecimientos que superan el 10%. "La novedad es el crecimiento procedente de Francia, Alemania, China, India o Estados Unidos, que crece un 40%. (...) Y crecemos en calidad, los turistas aumentarán este año un 11% pero la facturación un 20%", señaló el ministro de Economía luso la pasada semana en una entrevista concedida al diario El País.

Algunos retos pendientes

Pero el Ejecutivo de Costa todavía tiene que hacer frente a algunos aspectos de su economía que resultan preocupantes. Uno de ellos es la deuda pública, que alcanzó el 131,6% del PIB –240.019 millones de euros– en el segundo trimestre del año, según los datos del Banco de Portugal, lo que supone un aumento de 2,7% –6.710 millones– respecto a los tres primeros meses de 2017 y queda como una de las más altas de la UE, donde la media se sitúa en el 92%. La deuda pública lusa lleva en aumento desde 2007, cuando representaba el 68% del PIB. Ahora, los economistas alertan del riesgo que supone tener unos niveles tan altos, ya que el país dedica buena parte de sus ingresos al pago de intereses.

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El segundo aspecto que preocupa es la situación de la banca lusa. El pasado mes de febrero la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE) advirtió de la "fragilidad" del sistema bancario de Portugal como consecuencia de la poca rentabilidad y del elevado nivel de activos tóxicos y recomendó al Ejecutivo portugués introducir un paquete integral de reformas en el sector que impulse la inversión, la productividad y el crecimiento del país. Las alertas llevan sonando desde el hundimiento del Banco Espírito Santo en 2014, una quiebra que obligó al Estado a desembolsar 4.900 millones de euros para mantener la estabilidad. Desde 2008 hasta finales de 2017, el Estado habrá inyectado al sector casi 14.000 millones de euros.

Aunque Galamba asegura que "la deuda disminuirá este año al 127% del PIB" y que "la recapitalización bancaria fue un éxito", el portavoz del PS en la Asamblea de Portugal reconoce que, "a pesar de estas mejoras", todas las economías endeudadas "son frágiles en un escenario de aumento de los tipos de interés". A pesar de esta concesión, el diputado reitera que su país "tiene un crecimiento robusto" y va camino de "un déficit público decreciente". "Estamos haciendo nuestra parte para mejorar la resiliencia de la economía portuguesa", completa. 

Santacruz, por su parte, recuerda que, a pesar de los niveles, "la deuda portuguesa sigue en comercio privilegiado porque el BCE todavía la compra". En cuanto a la banca, el economista no ve tantos riesgos. "El sistema bancario luso se lo están quedando los españoles, y eso alivia un poco los problemas que estaban teniendo. Ahora mismo tienen el socio capitalista, el que pone el dinero, y con eso pueden ir tirando", señala el investigador en la Universidad de Essex. Según la Asociación Portuguesa de Bancos, los españoles ya controlan más del 27% de la banca lusa en volumen de activos. El último movimiento fue el de Caixabank, que el pasado mes de febrero se hizo con el control del 84,5% del capital del Banco Portugués de Inversiones (BPI), el quinto mayor banco de Portugal.

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