La victoria de los ultracatólicos de Ley y Justicia (PiS) en las presidenciales de Polonia ya están provocando el terremoto político que se anunciaba en la noche electoral del domingo. El primer ministro Donakd Tusk se someterá a un voto de confianza en la Cámara Baja porque, aunque asegura que el triunfo ajustado del ultracatólico Karol Nawrocki “no cambió nada” y que no cesará “un instante” en su trabajo, en la sexta economía de la UE se abre un periodo de inestabilidad política.
El mandato de Tusk concluye en 2027 mientras que la victoria de Nawrocki al filo del recuento electoral frente al alcalde de Varsovia, Rafal Trzaskowki, mantiene la Presidencia de Polonia en manos de la extrema derecha del PiS hasta 2030. Las esperanzas de Bruselas de imponer otra derrota a la extrema derecha en un Estado Miembro, tras la reciente en Rumanía, se han esfumado y el candidato de Ley y Justicia promete bloquear las reformas que sigan despolitizando la Justicia, las regulaciones contra el cambio climático impuestas por la UE y, por supuesto, cualquier despenalización del aborto.
Era el escenario de alta incertidumbre política y bloqueo institucional que temían las instituciones de la UE durante la campaña electoral polaca después del 'rescate' protagonizado por Tusk en 2023 cuando regresó a su país tras ocupar la Presidencia del Consejo Europeo para ganar las elecciones generales y frenar la deriva antieuropeísta en que se había sumido bajo los gobiernos de Ley y Justicia. Ahora, Tusk reconoce que “la primera prueba será un voto de confianza” en favor de la “Polonia de nuestros sueños, libre, soberana, segura y próspera”.
Mientras, la extrema derecha europea se regodea con la victoria de su aliado. Giorgia Meloni, Viktor Orbán o el eslovaco Robert Fico ven como sus socios del PiS mantienen su pujanza, aunque Nawrocki no se sentará con ellos en las Cumbres europeas. “¡Qué emoción!, Fantástica victoria”, felicitó Orbán en sus redes sociales, deseando trabajar con el presidente electo polaco “para fortalecer la cooperación de Visegrado”. Hungría, Polonia, Chequia y Eslovaquia utilizaron el nombre de esa ciudad para referirse al grupo con el que hace años dinamitaban los avances en la UE.
Karol Nowrocki también era el candidato preferido por Donald Trump, quien le recibió a principios de mayo en el Despacho Oval y envió durante la campaña electoral a su secretaria de Seguridad Nacional para apoyarlo. El polaco sí participará en las Cumbres de la OTAN, empezando por la importante a finales de junio en La Haya, cuando los aliados tienen previsto aumentar las exigencias del gasto en defensa, desde el 2% del PIB hasta el 3,5%-5%, y escucharán los reproches de Trump. Frente al estadounidense, Nowrocki podrá presumir de que su país sí cumple, aunque otro gobierno realice el trabajo.
El historiador y antiguo boxeador está comprometido con mantener la ayuda militar a Ucrania, pero no es tan favorable a acoger a ciudadanos de ese país en el suyo ni tampoco a abrir las puertas de la UE y de la OTAN a Kiev, otra de las cuestiones clave que también se discutirá en la Cumbre de La Haya. Estas posturas le hacían también el candidato preferido de Vladimir Putin.
Bruselas se inquieta
El resultado de las elecciones polacas no es el deseado por la Comisión Europea, quien desde 2023 vive un idilio político con Polonia tras la exitosa vuelta a casa de Tusk. La potencia regional del este llevaba años deslizándose por la senda del euroescepticismo mano a mano con Orbán. Polonia y Hungría bloqueaban los acuerdos de distribución de demandantes de asilo y refugiados, las políticas verdes o a favor de una mayor integración política, pero, por encima de todo, desafiaban las normas del Estado de derecho con sus reformas para controlar la Justicia, su persecución a los derechos de las minorías o los intentos de criminalización de organizaciones civiles.
Durante la campaña electoral, el presidente electo de Polonia se mostró contrario a las medidas de lucha contra el cambio climático impulsadas por Bruselas, asegurando que “son una amenaza contra todos, no sólo la gente que vive en el campo y de las granjas” y prometió un referéndum para decidir si su país debe aplicarlas. Como conservador católico, rechaza ampliar los derechos del colectivo LGTBI+ o el matrimonio homosexual y está en contra de despenalizar el aborto, una medida prometida por el gobierno Tusk que confiaba en un cambio en la Presidencia para sortear el veto. El resultado del domingo echa por tierra estos planes.
La Comisión Europea confía en “una buena cooperación” con el presidente electo Nawrocki y en seguir manteniendo “la buena cooperación que tenemos con Polonia”. “Es lo que espera la presidenta Von der Leyen”, explicó este lunes su portavoz jefe, Paula Pinho. Pero la cautela ya está instalada en el mastodóntico Berlaymont, sede de la Comisión. El ejecutivo comunitario asegura que es pronto para fijar una reunión entre Von der Leyen y Nawrocki o para públicamente dudar si Varsovia frenará las reformas judiciales que han permitido en los últimos meses desbloquear cientos de millones de euros en fondos de recuperación, paralizados a costa del expediente por vulneración del Estado de derecho abierto durante el anterior gobierno. “Tenemos que esperar y ver”, reconoció Pinho, pero “confiamos en que las reformas emprendidas por el gobierno polaco se lleven a cabo y continúen”.
La espita de los Next Generation se abrió gracias al cambio de rumbo propiciado por la llegada y las decisiones de Donald Tusk como primer ministro, quien durante el último año y medio ha estado sufriendo los vetos y obstáculos de otro presidente del PiS, Adrzej Duda. Nawrocki no está de retirada como su predecesor y compañero de partido, débil políticamente, y llega con nuevo bríos para desafiar al primer ministro.
La extrema derecha europea sale reforzada
El triunfo del candidato presidencial del PiS no sólo fue celebrado por el húngaro Orbán. Desde Francia, la líder del Rassemblement National, Marine Le Pen, aseguró que “frente a una Comisión Europea cuyas políticas autoritarias y objetivos federalistas están brutalizando la soberanía nacional, la victoria de Karol Nawrocki es una buena noticia. Se trata de un rechazo a la oligarquía bruselense”.
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Igual que la líder de la extrema derecha francesa, también cargó contra “los burócratas de Bruselas” el viceprimer ministro italiano, Matteo Salvini, asegurando que se trataba de una victoria “del voto libre y democrático” y en Países Bajos el islamófobo Geert Wilders destacó que uno de los principios por los que se guía Nawrocki es “Polonia primero, los polacos primero” y calificó su victoria como “patriótica”. Los principios MAGA de la política trumpiana importados desde Estados Unidos son ondeados por los ultras europeos.
Son los principales líderes de la extrema derecha del continente. La otra mandataria que se sienta junto a Orbán en el Consejo Europeo es la primera ministra italiana. Giorgia Meloni deseó un “buen trabajo” y sus “mejores deseos” a Nawrocki para su mandato como presidente de “una nación con la que compartimos valores comunes y sólidas relaciones de colaboración”. Los vínculos entre Meloni, su partido Fratelli d'Italia y el polaco Ley y Justicia son los más estrechos entre los ultras europeos. Ambas formaciones lideran el tercer grupo parlamentario de la Eurocámara, ECR, los Conservadores y Reformistas, el grupo ultraconservador en el que se apoya la Comisión Von der Leyen y el PP europeo cuando sus políticas son contestadas por socialdemócratas y verdes.
El objetivo del PiS y de Nawrocki es frenar las políticas del primer ministro Tusk. Amenazan con llevar al Tribunal Constitucional, donde cuentan con mayoría de jueces afines tras los nombramientos de la pasada década, los presupuestos y con vetar cualquier ley emanada de Bruselas sobre despolitización de la Justicia, lucha contra el cambio climático o acogida de migrantes. La mayoría parlamentaria del antiguo presidente del Consejo Europeo es exigua y se pondrá a prueba en la moción de confianza. Un revés parlamentario precipitaría el adelanto de las elecciones generales, sobre las que las encuestas aventuran un triunfo a Ley y Justicia y a un segundo partido de extrema derecha. Los ultracatolicos polacos recuperarían la jefatura del Gobierno y volverían a las Cumbres de la UE para revitalizar la pinza de Visegrado.
La victoria de los ultracatólicos de Ley y Justicia (PiS) en las presidenciales de Polonia ya están provocando el terremoto político que se anunciaba en la noche electoral del domingo. El primer ministro Donakd Tusk se someterá a un voto de confianza en la Cámara Baja porque, aunque asegura que el triunfo ajustado del ultracatólico Karol Nawrocki “no cambió nada” y que no cesará “un instante” en su trabajo, en la sexta economía de la UE se abre un periodo de inestabilidad política.