Zelensky intenta ahora convencer a sus aliados europeos de que le envíen todo lo que tengan a mano

Ursula von der Leyen junto a Volodimir Zelenski en una visita a Kiev.

El presidente ruso Vladimir Putin ordenó hace ahora casi dos años (el 24 de febrero de 2022) la primera agresión militar de un país europeo a otro desde la Segunda Guerra Mundial y en Kiev esperaba un presidente que había llegado poco antes al poder aupado en una ola de hartazgo contra la corrupción, sin apenas experiencia política y que se había hecho famoso como comediante y actor. Volodimir Zelensky se vistió de caqui y se dedicó a recorrer el mundo para conseguir el dinero, las armas y la munición que Ucrania no tenía para hacer frente a Rusia. Dejó la dirección de la guerra al general Valeri Zaluzhny, el hombre que desde hacía dos años se estaba preparando para un ataque ruso, que había modernizado métodos, estrategias y estructuras de las Fuerzas Armadas ucranianas y que mantenía estrechos contactos con sus homólogos europeos y estadounidenses. Cuando Zelensky, como toda la clase política ucraniana, no creía en un ataque, Zaluzhny tomaba las medidas necesarias para repelerlo.

Dos años y decenas de miles de muertos después, Ucrania supo frenar lo que en los primeros días parecía que iba a ser un paseo militar ruso. Perdió territorios en el sureste, donde Rusia parece bien implantada, y ciudades importantes como Mariúpol después de una resistencia encarnizada, pero no cayó en manos del autócrata del Kremlin. Desde Ucrania se vende la idea de que Zelensky no cambió, que sigue siendo el presidente del pueblo. Pero Zelensky sí cambió y, cuando su país vive momentos militares de dudas ante los últimos avances rusos, el presidente tomó el control de la dirección de la guerra al destituir a Zaluzhny. Zelensky tiene ahora más que decir sobre la dirección militar y ha ido girando hacia un hombre más duro, en casa y fuera. Diplomáticos europeos cuentan que tienen la impresión de estar ante alguien más decidido y a la vez menos seguro porque se fía de menos gente.

Zelensky lo es ahora todo: el diplomático, el comunicador y el jefe militar. Los miembros de su gobierno son cada vez menos visibles y la destitución de Zaluzhny envía una señal poderosa. El general era visto como un potencial rival político en el futuro y era de las pocas personas que tenían unos índices de aprobación entre la población mayores que los del presidente, quien mantiene una popularidad superior a la de sus ministros. Cuando Rusia invadió, Zelensky repitió varias veces que eran los generales quienes dirigían la guerra y que él confiaba en ellos. Ahora supervisa personalmente los planes militares y mueve a los generales.

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Zaluzhny fue sustituido por el general Aleksander Syrsky, un hombre que ha tenido un papel esencial durante estos dos años de guerra pero que no tiene el aura de Zaluzhny y que es un desconocido para el conjunto de la población. Si la estrategia militar debe cambiar poco, la política sí cambia mucho porque ahora Zelensky, al mezclarse en la dirección de la guerra, asume personalmente el éxito o el fracaso de las operaciones militares.

Zelensky parece querer ese papel militar, no sólo el político. Su presencia en el frente ha aumentado y se pasea incluso a pocos kilómetros de donde están las tropas rusas. El presidente parece haber envejecido un lustro en dos años y fuentes europeas hablan de un hombre cansado, aunque dispuesto a seguir encabezando la resistencia al ataque ruso. Su prioridad ahora es convencer a sus socios europeos de que le envíen todo lo que tengan a mano porque los ucranianos están defendiendo su territorio con menos medios militares que el invasor ruso. Y ceden terreno mientras Rusia se afianza en Crimea y en el Dombás. Zelensky suspendió la celebración de las presidenciales, que debían ser este mes de marzo. La ley marcial, activada, no permite la celebración de elecciones y entre refugiados (más de cuatro millones), desplazados internos y población bajo ocupación rusa, más de un tercio de los ucranianos no podrían votar. La oposición política respalda las decisiones del presidente y prácticamente no disiente en nada porque sigue siendo el momento de la unidad nacional y no de la crítica.

Zelensky sigue adelante con su estrategia hacia Europa. Si el apoyo financiero parece seguro para los próximos años después de la aprobación de un paquete de 50.000 millones de euros en la cumbre europea extraordinaria del pasado 1 de febrero, las armas y la munición no está tan claro que lleguen a tiempo y en las cantidades que necesita Ucrania. Los republicanos estadounidenses tienen bloqueado un fondo de 60.000 millones de dólares que había preparado la Administración Biden y en Europa no hay capacidad industrial militar para sostener el esfuerzo de guerra ucraniano. Los sondeos dicen que la población europea es cada vez más pesimista y que sólo uno de cada diez cree que Ucrania puede ganar la guerra, si por eso se entiende expulsar a las tropas rusas de su territorio. Si en junio, como auguran los sondeos, la extrema derecha crece y el Parlamento Europeo gira a la derecha, el apoyo a Ucrania se irá complicando.

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