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Arranca el juicio de 'Charlie Hebdo' con un banquillo de los acusados sin los autores de la matanza ni sus principales cómplices

Un hombre camina junto a un mural obra del artista Christian Guémy en la que se puede apreciar la cara de los trabajadores de la revista satírica 'Charlie Hebdo' que fueron asesinados por los yihadistas en 2015.

Por supuesto, no hay que juzgar nunca, antes de que se produzca, la declaración de los comparecientes en un juicio oral. Tal vez aparezca una nueva pieza del puzzle, algo de verdad, un elemento de comprensión. Pero el juicio de los atentados cometidos el enero de 2015 en la redacción del Charlie Hebdo, que daba comienzo este miércoles 2 de septiembre y que no concluirá antes del 10 de noviembre, promete ser frustrante. Dolorosamente frustrante para las aproximadamente 200 partes civiles que representan a los supervivientes y a los diversos parientes de las 17 personas asesinadas entre los días 7 y 9 de enero en París, Montrouge y Vincennes.

Frustrante porque, cinco años después de los hechos, este juicio estará caracterizado por las ausencias. Los asesinos Amedy Coulibaly y los hermanos Chérif y Saïd Kouachi no estarán presentes para responder por sus actos. Con 20 minutos de diferencia y a 40 kilómetros de distancia, murieron el 9 de enero de 2015 en sendos ataques suicidas contra las fuerzas del orden que los asediaban. Pero este comportamiento es clásico entre los yihadistas y se repetirá en la mayoría de las audiencias en las que, en los próximos meses, se juzguen los ataques.

No, si este juicio se anuncia tan frustrante, es porque los cómplices, los sospechosos de haber hecho posibles estos ataques, no estarán en el banquillo de los acusados. Huidos a algún punto de Siria, tal vez muertos o, más incongruente aún, encarcelado en una celda francesa.

En su lugar, un tribunal especial tendrá que juzgar a terroristas secundarios. La mayoría, amigos de Amedy Coulibaly que están acusados de haber comprado chalecos tácticos, guantes, cuchillos, una pistola Taser, gas lacrimógeno y gas lacrimógeno. El ADN de dos de los presentes en el banquillo de los acusados se halló en las armas del asesino del Hyper Cacher. Todos ellos, colaboraron en distinta medida, ayudaron a llevar a cabo un plan ilegal y probablemente violento. Pero ¿sabían que se trataba de un atentado?

Uno de ellos explicará que, según él, Amedy Coulibaly “iba a robar algo haciéndose pasar por un policía con el chaleco”. Sabía que el equipo que proporcionaba “era para gilipolleces”, pero no pensaba que se llegase a eso, que fuera una matanza religiosa. Otro declarará que llegó a pensar que su amigo de la infancia quería participar en el tráfico de estupefacientes... o robar a narcotraficantes. Versiones nada extravagantes si tenemos en cuenta que Amedy Coulibaly tiene un largo historial delictivo.

Aún no se han probado las convicciones yihadistas de estos hombres, que deberán rendir cuentas ante la Justicia por su supuesta participación en una asociación criminal terrorista y que se enfrentan a veinte años de cárcel.

Sólo uno de los acusados que sí ocupará su lugar en el estrado, Ali Riza Polat, será juzgado por “complicidad en todos los actos terroristas” cometidos por Coulibaly y los hermanos Kouachi. Se enfrenta a la cadena perpetua. Se le imputan los principales cargos y los elementos más inquietantes.

En particular, presuntamente puso a Amedy Coulibaly en contacto con un traficante de armas en Bélgica y participó en la repatriación de armas en agosto de 2014. Se encontró una lista escrita de su puño y letra en la que preguntaba el precio de los explosivos, detonadores, municiones y cargadores de Kalashnikov.

El análisis de los registros telefónicos determinó que, al igual que algunos de los otros acusados, Polat había visto a Coulibaly varias veces en los días previos a los ataques.

Además, este traficante de drogas de poca monta, de origen kurdo, se fue, tres días después del asesinato del Hyper Cacher, a Líbano, desde donde intentó llegar a Siria. Unas semanas más tarde, se marchó a Tailandia, en el momento de los primeros arrestos. En su defensa, Ali Riza Polat siempre ha sostenido que no suministró ni vendió armas a Amedy Coulibaly ni a los hermanos Kouachi; aduce que si hubiera sabido de sus planes terroristas, habría dejado Francia antes de que se perpetraran los hechos.

¿Quiere esto decir que el expediente judicial carece de contenido? No. Sería falso afirmar algo así cuando consta de 171 volúmenes, los investigadores han efectuado todas las escuchas telefónicas posibles e imaginables, recogido todas las huellas dactilares y de ADN y examinado la geolocalización de unos y otros. A menudo en vano.

La dificultad de este caso estriba en la naturaleza misma de los hechos que se han de juzgar: una serie de atentados, largamente premeditados y sincronizados por tres hombres que se conocen, se aprecian y se ayudan mutuamente en sus macabros proyectos llevados a cabo en nombre de dos organizaciones terroristas rivales; Amedy Coulibaly que ha jurado lealtad al autoproclamado califa del Estado Islámico y los hermanos Kouachi que han reivindicado la responsabilidad de sus acciones en nombre de Al Qaeda en la Península Arábiga (AQPA).

El mejor ejemplo de estas dificultades puede verse en el caso del cerebro de la matanza de Charlie Hebdo. Es bien conocido por todos. Mientras estaban encerrados en una imprenta en Seine-et-Marne, uno de los hermanos Kouachi concedió una entrevista telefónica a un periodista de BFMTV: “A mí, Chérif Kouachi, me envía Al-Qaeda al Yemen [...] ¡El jeque Anwar al-Awlaki me ha financiado!”.

La identidad del cerebro resulta fuera de toda duda, pero sin embargo plantea un problema: el jeque al-Awlaki fue asesinado por un ataque de drones de la CIA... cuatro años antes del ataque cometido en Charlie Hebdo. La eliminación del terrorista estadounidense-yemení se produjo pocas semanas después del paso por Omán y Yemen de un tal Chérif Kouachi que, bajo control judicial en Francia, había, con toda probabilidad, pedido prestado el pasaporte de su hermano Saïd.

“Amenaza inminente” en Francia

En ausencia del cerebro de la operación, los investigadores se interesaron por el posible intermediario. Alguien que habría facilitado la integración de uno de los dos hermanos en las filas de la AQPA. Peter Chérif encaja en el perfil. Este amigo de infancia de los Kouachi que creció con ellos en Buttes-Chaumont había ido a luchar contra los norteamericanos en Irak. Había participado en la batalla por el control de Faluya.

Fue capturado a fines de 2004 por las fuerzas de la coalición y condenado por la Justicia iraquí, en 2006, a 15 años de prisión hasta que la prisión de Badush (al noroeste de Mosul) fue atacada por rebeldes y aprovechó la oportunidad para escapar con otros 150 detenidos.

El 10 de septiembre de 2011, los servicios norteamericanos informaban a los servicios de contraespionaje francés de que un individuo se había comunicado, desde un cibercafé francés, con Peter Cherif, radicado en Yemen. El cibercafé en cuestión es uno de los dos únicos comercios de la calle de sentido único donde residía desde hacía tres años Chérif Kouachi. El 3 de agosto de 2013, nuevo aviso. “Los socios americanos” informan a Francia de una “amenaza inminente”. L’Express revela el 20 de agosto de ese año el contenido de unas escuchas de los servicios de inteligencia franceses, según las cuales, Cherif confirmaba que se encargaba de reclutar a extranjeros susceptibles de ejecutar “operaciones exteriores”. Pero la detención del yihadista y sus reveladoras declaraciones llegan semanas después de que los jueces de instrucción al cargo de la investigación hubiesen notificado a las partes el fin de sus investigaciones. En el listado de 14 personas remitido por la Fiscalía de París al tribunal no figura el nombre de Cherif, por lo que debe considerarse inocente de cualquier complicidad en la matanza de Charlie Hebdo. Comparecerá, por videoconferencia, desde la cárcel, como mero testigo.

En cuanto al resto del caso Kouachi contenido en el expediente (y, por lo tanto, de la matanza perpetrada en Charlie Hebdo), eso es todo. “De las investigaciones realizadas se desprende que los hermanos Kouachi dejaron pocos rastros tras ellos, como lo demuestran las investigaciones telefónicas e informáticas; se cuidaron de no llamar la atención de los servicios especializados, limitando sus encuentros, ciñéndose a su círculo familiar y comunicándose discretamente”, señalan impotentes los magistrados.

Una de las razones de la poca informaciones que se filtran de los hermanos Kouachi reside quizás en los videojuegos. En la vigilancia que los servicios de inteligencia franceses sometieron a los hermanos en 2012, se constata que Said “dedica una gran parte de su tiempo a jugar en línea con su hermano Chérif”. Sobre todo al Call of Duty, el juego de guerra muy utilizado por los candidatos a la yihad. Presenta la ventaja, innegable para los aficionados a la discreción, de permitir hablar entre jugadores en red, un medio de comunicación que no fue sometido a escuchas por la Policía.

La pesca no es mucho mejor en el caso de Amedy Coulibaly, cuyo ordenador empleado para la preparación y comisión de los ataques sin embargo fue hallado. Los expertos sólo pudieron constatar que no contenía ningún documento personal; los correos electrónicos, las búsquedas y el historial de navegación se eliminaban sistemáticamente.

La sesión del usuario principal se había creado una semana antes de cometer el delito y se había utilizado sólo para la preparación del mismo. Coulibaly utilizaba medios externos, llaves USB y tarjetas micro-SD y escribía ciertos documentos directamente en estos soportes, dejando el menor rastro posible en su portátil.

"Francamente, estoy muy contenta"

El 2 de enero de 2015, Hayat Boumeddiene, la esposa religiosa de Amedy Coulibaly, acompañada por un tal Mehdi Belhoucine, subía a un avión en Madrid con destino a Estambul. Unas horas más tarde, desde el mismo aeropuerto de Barajas y con destino a Estambul, Mohamed Belhoucine, el hermano mayor de Mehdi, hacía lo propio junto a su esposa e hijo. De este modo, volaba, cinco días antes del comienzo de la ola de ataques, el primer círculo de presuntos cómplices del futuro asesino del Hyper Cacher.

Se han dictado órdenes de busca y captura de Hayat Boumeddiene, Mohamed y Mehdi Belhoucine. Es más que improbable que comparezcan ante el tribunal.

Como Ali Riza Polat, a Mohamed Belhoucine se le acusa de complicidad en los crímenes de Coulibaly y se enfrenta a la cadena perpetua.

Por su parte, los magistrados subrayan que, al referirse a los ataques, Hayat Boumeddiene “no expresa sorpresa, sino su satisfacción”. En una escucha telefónica, su interlocutora le preguntó: “¿Te sorprendiste cuando viste las imágenes y todo eso?”. La respuesta no se hizo esperar: “Yo te lo digo francamente, estoy muy contenta. Solo, ya has visto, lo normal, lo echo de menos. Es mi marido. Lo quiero y todo eso…”.

Ni una palabra sobre las cinco personas que Amedy Coulibaly asesinó en Montrouge y en el Hyper Cacher de Vincennes. Y, para concluir la secuencia, la joven admite que, si hubiera permanecido en Francia en el momento de los ataques, “también estaría pringada”.

Por otra parte, Hayat Boumeddiene parece haber encontrado su felicidad en manos de la organización terrorista. “Aquí hay diamantes, la gente aquí es un tesoro”, le confió a su interlocutora. Disfrutando del estatus privilegiado de viuda de un “gran mártir”, no frecuenta a otras familias yihadistas. “Estoy en una casa [como nunca he visto] antes en mi vida... ¡Me cuidan como si fuera una princesa! ¡Vine aquí como si fuera una princesa!”, señala.

Pero este supuesto cuento de hadas yihadista termina con la caída del califato. En marzo de 2019, la esposa de Jean-Michel Clain (la voz que reivindicó la responsabilidad de los atentados del 13 de noviembre) dijo a los periodistas europeos que hacían un reportaje desde el campamento Al-Hol, controlado por los kurdos, en el noreste de Siria: “[Hayat Boumeddiene] ha sido asesinada [...]. No podemos decirles las condiciones, las horas, cuándo, todo se ha precipitado estos últimos días”.

Otra puerta que se cierra en vísperas del juicio de los ataques de enero. Excepto que una mujer que regresó de Siria a finales del año pasado declaró que Hayat Boumeddiene estaba vivita y coleando en octubre de 2019vivita y coleando. Hayat Boumeddiene, que se encontraba en el campamento de Al-Hol con una identidad falsa, se escapó entonces supuestamente por temor a ser reconocida y extraditada a Francia para ser juzgada.

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El perfil de la mujer que regresó de Siria no es irrelevante y de nuevo dice mucho sobre el estatus de Hayat Boumeddiene dentro del estado islámico. Como revela Mediapart (socio editorial de infoLibre), se trata de la viuda del argelino Abdelnasser Benyoucef, el presunto autor intelectual del atentado perpetrado en Villejuif por Sid Ahmed Ghlam (que será juzgado próximamente) y, sobre todo, el yihadista que supuestamente inspiró al califa al-Baghdadi a crear una oficina de operaciones exteriores para planificar atentados en Europa y Francia...

Mientras se conoce más de la fuga del campo de Al-Hol, Hayat Boumeddiene vuelve a jugar con la Justicia francesa. Este miércoles por la mañana arrancaba el juicio de los atentados de enero de 2015 y la mujer que conoce los últimos secretos de estos asesinatos que han conmovido a todo el mundo, una joven de 32 años, se pasea por algún lugar entre Siria, Turquía e Irak.

Traducción: Mariola Moreno

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