Canadá planta cara al imperialismo de Trump y quiere limitar su dependencia de Estados Unidos

Mark Carney y Donald Trump durante su reunión este martes en el Despacho Oval de la Casa Blanca, en Washington.

François Bougon (Mediapart)

Windsor (Canadá) —

Justin Falconer se encuentra en la mejor posición para presenciar la profunda y dolorosa transformación de las relaciones entre su país, Canadá, y Estados Unidos, desde el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca.

Dirige Workforce WindsorEssex, una organización sin ánimo de lucro dedicada a la inserción y el acompañamiento de trabajadores en la región de Windsor, al suroeste de la provincia de Ontario, justo enfrente de la ciudad estadounidense de Detroit. Solo el río Detroit separa las dos ciudades, unidas por el enorme puente Ambassador. Pero desde la decisión del presidente Trump de imponer aranceles a diversas importaciones procedentes de Canadá, lo que parece fluir entre los dos antiguos aliados es sobre todo un río de incomprensión y animadversión.

Para Justin Falconer, dado que la región de Windsor está vinculada a la industria automovilística estadounidense y que uno de cada cinco trabajadores —de un total de 241.000— depende del sector manufacturero, “el impacto es innegable”. “Lo primero que viene con los aranceles o la amenaza de imponerlos es la incertidumbre. Las empresas empiezan a congelar sus decisiones. No se comprometen a nuevas compras”, continúa.

Antes de la imposición de los aranceles el tráfico de camiones en la frontera aumentó, pero al mismo tiempo se ha producido una fuerte caída de los viajes turísticos y familiares a Estados Unidos. En marzo, se registró una caída de casi un millón de cruces de frontera con respecto al año pasado en todo Canadá.

Las declaraciones de Trump sobre que Canadá (41 millones de habitantes) necesita más a Estados Unidos (340 millones) que al revés no se sostienen ante la realidad. Los trabajadores transfronterizos son esenciales en algunos sectores. Por ejemplo, los centros de salud Henry Ford, que cuentan con una decena de hospitales en Michigan, emplean a miles de enfermeras canadienses.

Un gran reto 

A ambos lados de la frontera, las fábricas de automóviles también están profundamente interrelacionadas. “Desde la materia prima hasta el acabado de un vehículo, las piezas y subcomponentes pueden cruzar la frontera seis veces antes de convertirse en el producto final de un coche”, explica el director general de Workforce WindsorEssex. “No se puede cambiar la cadena de suministro norteamericana anunciando un arancel con dos semanas de antelación. Es imposible. Tienen una tasa de natalidad en descenso. La tasa de desempleo es baja. Están expulsando a los trabajadores. No tienen personal para ocupar los puestos de trabajo. Será un gran reto”.

Un gran reto para ambos países, y será el primer ministro, Mark Carney, del Partido Liberal de Canadá (centrista), quien tendrá que afrontarlo tras la victoria de su formación en las elecciones generales del pasado 28 de abril, aunque no haya obtenido la mayoría. Recién elegido, viaja este martes 6 de mayo a Washington para reunirse con Donald Trump e iniciar un proceso de negociación para renovar el tratado de libre comercio.

“Mi Gobierno luchará por conseguir el mejor acuerdo para Canadá. Nos tomaremos todo el tiempo que sea necesario”, explicó el primer ministro el viernes 2 de mayo, en su primera rueda de prensa desde las elecciones. Cuando los periodistas le preguntaron por la cita en la Casa Blanca, bromeó en estos tiempos de cónclave: “¡No busquen humo blanco después de la reunión!”.

Hacemos muy pocos negocios con Canadá. Ellos hacen prácticamente todos sus negocios con nosotros

Donald Trump, el domingo en la NBC

El domingo, en la NBC, Trump volvió a mostrarse provocador al reafirmar su deseo de convertir a su vecino del norte en el 51º Estado de los Estados Unidos, aunque descartó el uso de la fuerza. “Nunca dejaré de hablar de ello. ¿Saben por qué? Subvencionamos a Canadá con 200.000 millones de dólares al año”, declaró el presidente, citando una cifra fantasiosa.

El déficit comercial de Estados Unidos con Canadá, que no tiene nada que ver con una subvención, ascendió a 63.300 millones de dólares en 2024, según la Oficina del Representante Comercial de Estados Unidos. Estados Unidos importa energía y minerales de Canadá.

“No necesitamos sus coches, no necesitamos su madera, no necesitamos su energía, no necesitamos nada. Hacemos muy pocos negocios con Canadá. Ellos hacen prácticamente todos sus negocios con nosotros”, prosiguió el presidente estadounidense. Canadá representa el 12,6 % de las importaciones estadounidenses, pero exporta el 75,9 % de sus mercancías a Estados Unidos.

Mirar hacia Asia y Europa

Consciente de esta excesiva dependencia, Mark Carney, que era el gobernador del Banco de Inglaterra durante el Brexit, subrayó que su país se había embarcado en “la mayor transformación de [su] economía desde el final de la Segunda Guerra Mundial”, y consideró que el periodo de creciente integración con su vecino del sur había “terminado”. “Vamos a vivir un periodo increíblemente apasionante, en el que tomaremos las riendas de nuestro destino económico para crear una nueva economía canadiense que funcione para todos”, aseguró.

Exponiendo su plan, anunció que, en primer lugar, eliminará las barreras aduaneras existentes dentro del país antes del 1 de julio, día de la fiesta nacional de Canadá. “Vamos a construir una economía canadiense en lugar de trece”, afirmó, explicando que quiere poner en marcha, junto con las provincias, los territorios y las naciones indígenas, “proyectos de interés nacional que reforzarán los lazos de Canadá con el mundo y harán crecer [su] economía durante generaciones”.

Al mismo tiempo, las nuevas autoridades intentarán reequilibrar sus relaciones con Europa y Asia, en materia geopolítica y económica, reforzando los lazos con “socios comerciales fiables y aliados”, indicó Mark Carney. Se ha reunido con el presidente francés Emmanuel Macron, el presidente del Consejo Europeo, António Costa, el primer ministro japonés, Shigeru Ishiba, y el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres. “Vamos a demostrar nuestro liderazgo internacional”, aseguró, recordando que su país acogerá la cumbre del G7 a mediados de junio en Alberta.

Su Gobierno se dará a conocer la próxima semana. El Parlamento, disuelto desde enero, se reconstituirá a partir del 26 de mayo y el rey Carlos III, jefe de Estado canadiense, pronunciará al día siguiente el discurso del trono. “Un honor histórico”, declaró Carney, con el fin de subrayar su “soberanía”, en alusión a las fantochadas de Trump. La madre de Carlos III, Isabel II, pronunció ese solemne discurso en 1977.

En Windsor, Justin Falconer espera que Canadá encuentre un nuevo equilibrio. “Los canadienses siempre han buscado desarrollar su economía en dirección norte-sur, pero hay muchas posibilidades en dirección este-oeste. Somos un país rico en recursos minerales y naturales”, afirma.

Sin embargo, es consciente de que la transición no será fácil para su región, tradicionalmente orientada hacia Estados Unidos. “Somos una de las comunidades más amenazadas de todo Canadá por esta guerra comercial”, reconoce. Mientras tanto, confía en que el dinero que recaudarán las autoridades federales gracias a los aranceles impuestos a los productos estadounidenses “se reinvierta en ayudar a los más afectados”.

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Mientras tanto, la primera prueba para Mark Carney tiene lugar este martes 6 en la Casa Blanca. ¿Sabrá hacer frente a Donald Trump, tal y como se comprometió durante la campaña? ¿Y encontrará un nuevo camino frente a un vecino tan duro como impredecible?

 

Traducción de Miguel López

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