El conflicto del Sáhara Occidental sigue estancado un año después del apoyo internacional a Marruecos

Archivo - Varias personas protestan para exigir el derecho de autodeterminación del pueblo saharaui, con una bandera y una pancarta que reza 'Marruecos colonialista, fuera del Sáhara' en Plaza Santa Ana, a 12 de noviembre de 2022, en Madrid (España).

Camélia Echchihab (Mediapart)

Así fue hace un año. El 30 de julio de 2024, Emmanuel Macron revelaba la fórmula mágica que reconciliaría a París y Rabat, con motivo del vigésimo quinto aniversario del reinado de Mohammed VI: “El presente y el futuro del Sáhara Occidental se inscriben en el marco de la soberanía marroquí.” Tras años de desavenencias y en contra del derecho internacional, Francia se alineaba con Marruecos en el conflicto que enfrenta al reino con los independentistas saharauis del Frente Polisario desde hace casi medio siglo.

Este año, en su tradicional discurso del Trono pronunciado el martes 29 de julio, Mohammed VI se congratuló por el “creciente apoyo internacional a la propuesta de autonomía” y agradeció al Reino Unido y a Portugal “sus posiciones constructivas”. Ambos países anunciaron recientemente que consideraban el plan de autonomía marroquí como “la base más seria” para la resolución del conflicto. Establecido en 2007, este plan propone situar la zona bajo soberanía marroquí, al tiempo que permite a los saharauis elegir a sus propios representantes en un parlamento local.

“Estas posiciones [...] nos impulsan aún más a buscar una solución consensuada que salve las apariencias de todas las partes, en la que no haya ganadores ni perdedores”, prosiguió el rey.

Sin embargo, en las Naciones Unidas la situación sigue estancada. Desde 1991, la ONU no ha hecho más que prorrogar su Misión de las Naciones Unidas para la Organización de un Referéndum en el Sáhara Occidental (Minurso), que nunca ha logrado poner en marcha la famosa votación. En noviembre de 2020, se rompió el alto el fuego y se reanudaron los disparos esporádicos en este territorio que sigue siendo “no autónomo” para el derecho internacional.

¿Verdadero avance diplomático o maniobra de relaciones públicas?

A la diplomacia marroquí le gusta hacer creer que está a punto de ganar la partida, a medida que acumula apoyos para su plan de autonomía. Pero para Fouad Abdelmoumni, economista marroquí y activista por los derechos humanos, “la posición jurídica de Marruecos sigue siendo incómoda”.

Para Khadija Mohsen-Finan, politóloga e investigadora asociada al laboratorio Sirice (Sorbona, identidades, relaciones internacionales y civilizaciones de Europa), Marruecos se ha beneficiado del reconocimiento de su soberanía sobre el Sáhara Occidental por parte de Estados Unidos en 2020. “Se ha roto una barrera”, nos confiesa. “Marruecos ha jugado la baza aritmética —conseguir el mayor número de apoyos— y también la de los países más importantes. Esto puede cambiar la situación, tanto en lo que respecta a su imagen como a la influencia que pueden ejercer sobre las Naciones Unidas.”

En opinión del reino, quedan dos países por convencer en el Consejo de Seguridad: China y Rusia. La prensa cercana al poder afirma, con informes que lo respaldan, que ambas potencias estarían dispuestas a alinearse. Fouad Abdelmoumni, por su parte, se muestra muy escéptico. “Para China y Rusia, renunciar a una cuestión de autodeterminación como esta, sin que haya avances serios en beneficio de la población afectada, sería muy costoso en términos de imagen”, explica el economista, que concluye: “Y Marruecos no tiene mucho que ofrecerles”.

Para él, Marruecos “aprovecha cualquier cosa para alimentar la sensación de que las cosas le son favorables”, a veces “yendo de farol”.

La visita del expresidente sudafricano Jacob Zuma a Rabat, el 15 de julio, es un ejemplo de ello. Zuma acudió a declarar su apoyo al plan de autonomía marroquí en nombre del partido que él mismo creó... y recibió una acogida formal, con el uso de la bandera nacional sudafricana. El Congreso Nacional Africano (African National Congress, ANC), partido del actual presidente, emitió un comunicado para condenar ese acto “provocador” y recordar que Zuma no representa al Gobierno sudafricano. El ANC también “condenó la maquinaria propagandística marroquí” que quiso ver en esta visita el inicio de un cambio de postura oficial y reafirmó su apoyo a la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), reconocida por Sudáfrica desde 2004.

La Copa del Mundo, un incentivo diplomático

Pero tras los apretones de manos y los comunicados conjuntos, los nuevos amigos de Marruecos tienen en el punto de mira contratos económicos con un horizonte muy concreto: la Copa del Mundo de fútbol, que organizarán conjuntamente Marruecos, España y Portugal en 2030. David Lammy, ministro de Exteriores británico, fue explícito al expresar su deseo de que “las empresas británicas puedan ganar mucho dinero con la celebración de la Copa del Mundo de 2030”.

Por su parte, Francia ya se ha asegurado el suyo. En su visita oficial a Rabat, a finales de septiembre de 2024, Macron fue acompañado de unos cuarenta empresarios. Alstom, en particular, consiguió un importante pedido: dieciocho trenes, en el marco de la ampliación de la línea de alta velocidad entre Kenitra y Marrakech. Un pedido financiado, por cierto, con un préstamo de Francia.

“Marruecos está hablando de 100.000 millones de dólares de inversión en proyectos que no tienen ningún sentido económico, pero son estratégicos, en particular en lo que respecta al Sáhara y a la viabilidad del régimen monárquico”, analiza Fouad Abdelmoumni.

El Sáhara Occidental también presenta un potencial directo que explotar. Las compañías francesas Engie y Total ya han colocado sus fichas para el desarrollo del hidrógeno verde. Y Rémy Rioux, director de la Agencia Francesa de Desarrollo (AFD), acudió en persona a El Aaiún, en mayo, para anunciar una inversión de 150 millones de euros en la región. Por su parte, el Reino Unido también ha confesado que UK Export Finance, su agencia, podría “apoyar proyectos en el Sáhara Occidental”, siempre que se respeten sus “obligaciones de diligencia debida”.

En octubre de 2024, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE), al que había recurrido el Frente Polisario, infligió sin embargo un revés a Marruecos. Anuló dos acuerdos de libre comercio entre la UE y Marruecos, argumentando que “los acuerdos comerciales UE-Marruecos de 2019 en materia de pesca y productos agrícolas, a los que no ha dado su consentimiento el pueblo del Sáhara Occidental, se celebraron sin respetar los principios de autodeterminación y efecto relativo de los tratados”.

Estados Unidos, Israel, Marruecos: un juego de alianzas arriesgado

Para Khadija Mohsen-Finan, esos grandes contratos no son las únicas bazas que la diplomacia marroquí ha utilizado para seducir a sus aliados. “Marruecos también representa una puerta abierta a África. Se ha vuelto indispensable para Europa en cuestiones migratorias, así como para la negociación con los países del Sahel”, explica la investigadora. “Y ha construido una alianza con Israel... que es lo que Trump quiere que hagan otros países árabes”, añade.

En diciembre de 2020, Marruecos e Israel firmaron los acuerdos de Abraham. Era la condición impuesta por la Casa Blanca para apoyar al reino alauita en el asunto del Sáhara... y ha abierto una brecha entre el poder y la población marroquí. El 20 de julio, decenas de miles de marroquíes volvieron a manifestarse en Rabat, denunciando esta normalización como una “traición”. Pero el reino mantiene el rumbo, pensando así conservar el apoyo de Donald Trump.

A finales de junio de 2025, dos congresistas estadounidenses, uno republicano y otro demócrata, propusieron una ley para añadir al Frente Polisario a la lista de organizaciones terroristas. Khadija Mohsen-Finan relativiza: “Demonizar un poco más al Polisario no cambiará nada. El bloqueo está en la ONU, que negocia con el Frente como representante del pueblo saharaui.”

Pero para la politóloga, la situación en Oriente Próximo demuestra un debilitamiento del derecho internacional que podría beneficiar al reino. “Las Naciones Unidas son muy débiles. Es posible que tiren la toalla y acaben reconociendo el plan marroquí, sobre todo porque, en la práctica, Marruecos ya controla el Sáhara Occidental”. Marruecos controla el 80 % de ese territorio.

Por su parte, Fouad Abdelmoumni ve difícil una solución diplomática al conflicto: “Mientras Marruecos no sea una democracia y un Estado de derecho, el plan de autonomía no podrá ser aceptado por los saharauis, por muy atractivo que parezca.”

En su opinión, el conflicto tardará mucho tiempo en resolverse. “La verdadera estrategia es dejar que las cosas se pudran”, afirma el activista. “En cinco décadas, los saharauis se convertirán en una minoría. La batalla habrá terminado, por falta de combatientes”.

La jerga diplomática de los “aliados” de Marruecos

En su última resolución, el Consejo de Seguridad de la ONU reafirmó su voluntad de ayudar a las partes a alcanzar “una solución política justa, duradera y mutuamente aceptable, basada en el compromiso, que permita la libre determinación del pueblo del Sáhara Occidental” (octubre de 2024).

Algunos Estados han tomado la decisión política de acercarse a Marruecos, en diferentes grados:

· Los aliados más cercanos consideran el plan marroquí como “la única” base para la resolución del conflicto. Esa es la posición de Francia. Algunos países llegan incluso a abrir consulados en El Aaiún o Dajla, como Senegal, los Emiratos Árabes Unidos o Guatemala.

· Otros aliados más cautelosos consideran el plan de autonomía como “la base más seria” para la resolución del conflicto. Esta es la posición defendida por España desde 2022, a la que se sumaron el Reino Unido y Portugal en 2025.

Caja negra

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Fouad Abdelmoumni, entrevistado en el marco de este artículo, fue condenado en Marruecos a seis meses de prisión y a una multa de 200 euros por “difusión de información falsa” tras publicar un post en Facebook que difundía acusaciones de “espionaje” a Francia por parte de Marruecos (caso Pegasus). Está a la espera de que se celebre su juicio de apelación.

 

Traducción de Miguel López

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