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Los electores pasan la primera factura electoral a Trump en Alabama

El presidente estadounidense, Donald Trump.

Mathieu Magnaudeix (Mediapart)

El peldaño parecía demasiado alto para Doug Jones. El candidato demócrata, desconocido y poco carismático, había hecho campaña en Alabama, Estado del “sur profundo” de Estados Unidos, centro neurálgico de los derechos civiles en los años 60, pero también un sólido bastión republicano, que en las presidenciales de noviembre de 2016 eligió a Trump con un 62% de los votos y que llevaba 25 años sin elegir a un senador demócrata.

Bien es cierto que Roy Moore, su contrincante republicano, ha sido acusado por varias mujeres de agresión sexual, algunas de ellas menores en el momento de los hechos. Y tanto es así que estas elecciones parciales, celebradas en pleno invierno y cuyo resultado parecía conocerse de antemano hace dos meses, han terminado por convertirse en un asunto nacional. En los últimos días, Doug Jones recibía el apoyo personal del expresidente Barack Obama y de numerosas personalidades. Sin embargo, su rival, un cristiano fundamentalista muy popular, que sacó la carta de la revolución contra las élites, los medios de comunicación y Washington, parecía que disponía de un colchón de votos entre los votantes rurales y evangélicos.

Sin embargo, contra todo pronóstico, terminaba por imponerse Doug Jones. El candidato demócrata derrotaba así este martes a su rival –en las elecciones parciales al Senado de Washington, seguidas por los medios de comunicación del mundo entero–, que contaba con el apoyo del presidente Donald Trump, en contra de la opinión de los grandes dirigentes republicanos que reclamaban su retirada.

Para el politólogo Vince Gawronski, de la Universidad de Birmingham-Southern de Alabama, esta victoria inesperada no es menos “histórica e increíble”. “Somos uno de los Estados más conservadores del país. Que un republicano, incluido Moore, no consiga ganar no es un buen augurio para el partido de cara a 2018”, dice Gawronski.

El próximo mes de noviembre, en las tradicionales elecciones de mitad de mandato, volverá a renovarse la totalidad de la Cámara de Representantes y un tercio del Senado. La oposición a Donald Trump, con los demócratas a la cabeza, respaldados ya por los éxitos electorales de Virginia de comienzos de noviembre, cuenta con convertir estas elecciones en referéndum en contra del presidente.

El nuevo senador de Estados Unidos, un abogado de 64 años –exfiscal de Alabama que consiguió que se condenase, a finales de los 90 a dos integrantes del Ku Klux Klan, acusados de atentar con bombas y coautores, en 1963, de un ataque perpetrado en una iglesia negra de Birmingham– se convierte, de forma inesperada en el héroe impensable de los Estados Unidos de los que no quieren a Trump, un sector de la población horrorizado por el primer año en el Gobierno del hombre de negocios de Nueva York.

Para el presidente de Estados Unidos, cuya campaña electoral de supuesta connivencia con Rusia está siendo investigada por el exresponsable del FBI Rober Mueller, se trata de un importante desaire, el primer revés electoral de su Presidencia. Y todo ello apenas año después de su victoria de noviembre de 2016. Ahora, las elecciones pueden suponer un ajuste de cuentas en el Partido Republicano, continuamente al borde del estallido y cuyos dirigentes se han enfrentado estas últimas semanas por el caso Moore.

Más concretamente, la victoria del demócrata Jones reduce en un voto, de 51 a 49, la ya estrecha mayoría con que cuenta el Partido Republicano en el Senado, la Cámara más poderosa del Congreso americano, mientras que Trump sigue sin lograr una victoria legislativa de peso -desde su nombramiento-, al tiempo que trata de aprobar una gran reforma fiscal que beneficia en exceso a los más favorecidos.

Días antes de los comicios, sentada en una cafetería de Birmingham, la capital cultural de Alabama, la politóloga local Natalie Davis ya lo advertía: “Todo va a depender de la movilización de unos y otros y de la capacidad de los candidatos a la hora de hacerse con el voto de los suburbios republicanos”, esas zonas residenciales y conservadoras de mayoría blanca de las grandes ciudades como Birmingham o Mobile donde los carteles de Doug Jones florecían sobre el césped recién cortado.

Después de la votación, analizaba los resultados obtenidos en estos términos: “En las zonas rurales, Roy Moore ha obtenido importantes resultados, pero inferiores a los logrados por Trump el año pasado. Ha movilizado menos a sus electores que Doug Jones, que ha logrado resultados excelentes en las zonas urbanas y en la llamada Black Belt,  zona central del Estado así denominada por contar con numerosa población negra.

“Medios de comunicación racistas”

La proeza es todavía más importante si cabe dado que las leyes electorales de Alabama obligan a los electores, desde 2014, a presentar un documento electoral con foto, documento a veces difícil de conseguir. Se trata de una práctica discriminatorias para los pobres, las personas de edad avanzada y las minorías.

Localmente, el Partido Demócrata es un cascarón vacío. A decir de varios personas próximas a la campaña, el equipo de Jones, dirigido por Joe Trippi, estratega de campañas demócratas que no siempre han conseguido buenos resultados, era bastante antiguo y desorganizado. Pero el candidato demócrata se ha beneficiado de la movilización de numerosos voluntarios, de millones de dólares de dinero fresco con el que han podido pagar campañas publicitarias y acciones sobre el terreno y de la ayuda logística de varios grupos más o menos cercanos a los demócratas, decididos a convertir estas elecciones en la ocasión de cambiar el relato de la Presidencia Trump y movilizar al electorado de cara a las elecciones de 2018.

Entre estos grupos, se encuentra la red Indivisible, creada por exasesores parlamentarios demócratas; la Human Rights Campaign, los grupos Voter Participation Center y Woke Vote, que se han centrado en el electorado negro, o NextGenAmerica, una organización que cuenta con apoyo del multillonario Tom Steyer, que promueve una campaña de publicidad que reclama la dimisión de Donald Trump.

Según Natalie Davis, “Jones, que tenía muchos defecto”, no habría “resultado elegido nunca si las mujeres que acusan a Moore no hubiesen hablado”. Según The Washington Post, varias de ellas dicen haber sido víctimas de acoso o de agresión sexual cuando eran menores, a finales de los 70; en aquel entonces, Moore era juez adjunto del tribunal de su condado natal de Etowah. En su discurso de victoria, Jones pareció darle la razón. “El tema de esta campaña era la dignidad, el respeto y la ley”, dijo.

Demócrata muy moderado que no ha dudado en hablar mucho de su pequeño arsenal de armas personales para ganarse al electorado conservador, Jones optó por jugar la carta de la unidad e hizo del curriculum vitae de Moore el principal ángulo de ataque de su campaña.

Aunque, incluso de las acusaciones de agresión sexual que pesan en su contra, Moore ya tenía cierto pasado: cristiano fundamentalista, homófobo y antimusulmán. A sus 70 años, ha sido destituido en dos ocasiones como primer magistrado electo del Tribunal Supremo de Alabama: en 2003 por haber instalado una escultura sobre los diez mandamientos en el edificio y, en 2015, por haberle sugerido a los jueces del Estado que desobedeciesen la ley federal que permite el matrimonio de parejas del mismo sexo.

Hasta el último momento, Moore –contra el que editorializado grandes medios locales y nacionales– pidió a su electorado el voto para quitarle la razón “a la masa de los medios de comunicación racistas”, una palabras cargadas de connotaciones en un Estado en que los segregacionistas del Ku Klux Klan hicieron reinar el terror durante décadas y llegaron a ahorcar en los árboles a los negros...

“La figura central de estas elecciones, era Moore, pero el resultado las convierte en el caso Trump”, dice el investigador Vince Gawronski.

Tras la derrota de Moore, Trump felicitó a Jones a través de Twitter, su red social favorita, en términos extrañamente pacíficos (“una victoria es una victoria”). El martes por la tarde, calificaba, en la misma plataforma, de “marioneta” a los dirigentes demócratas e instaba a votar a Roy Moore.

En las primarias republicanas, celebradas a finales de septiembre, Donald Trump dio su apoyo al candidato oficial del partido, Luther Strange, derrotado por Moore. Esta primera derrota interna en el partido le marcó y le recordó el grado de enfado y de movilización de su base electoral, siempre enardecida. En busca de una mayoría estable en el Senado, pero también para no defraudar a sus electores, Trump no escatimó esfuerzos para que Moore resultase vencedor.

A comienzos de noviembre, coincidiendo con las revelaciones de The Washigton Post, Trump –también acusado por 17 mujeres de acoso o de agresión– denunció que se trataba de “alegaciones vagas que databan de varios años”. Durante un tiempo pareció dispuesto a reclamar su cabeza, pero rápidamente cambió de idea, mientras que los jefes del Partido Republicano le pedían a Moore su dimisión y su propia hija y asesora Ivanka Trump, le ofrecía a Moore “una plaza especial en el infierno”.

El pasado viernes se encontraba en Florida, muy cerca de Alabama, e instó a los votantes a “salir e ir a votar a Roy Moore”. Días antes, su exasesor Steve Bannon llegaba para visitar a Moore en una antigua plantación de algodón (literal) próxima al Golfo de México.

Esa noche, Bannon, que ya no trabaja en la Casa Blanca, pero que sigue muy de cerca al presidente, había sido categórico: “Estas elecciones son un referéndum. Se vota o por Trump o por la agenda de los Clinton”.

Este martes, tan pronto como se hicieron públicos los resultados, los analistas de la cadena conservadora proTrump Fox News sugerían ya lo contrario. “Alabama es un caso aparte. Esta noche, el perdedor se llama Roy Moore”, decía una de ellas. “Los candidatos que no tengan acusaciones sexuales en su contra o que no estén acusados de connivencia rusa no perderán el año que viene”, explicaba otro. Con prisas por tranquilizarse, comparó la derrota de Moore con un acontecimiento completamente incongruente, que se da por circunstancias excepcionales. En inglés a esto se le llama “tormenta perfecta”. _____________

Traducción: Mariola Moreno

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