"Había que elegir entre una muerte lenta dentro de Mariupol o una rápida cruzando la línea del frente"

Refugiados de Mariupol cruzan la frontera de Ucrania y Rusia en el paso fronterizo Veselo-Voznesenka, en la región de Rostov.

Laurent Geslin (Mediapart)

Diana Berg y su acompañante consiguieron atravesar dos líneas rusas para salir de Mariupol el 4 de marzo. "Había que elegir entre una muerte lenta dentro de la ciudad, o una muerte rápida cruzando la línea del frente, pero sobrevivimos milagrosamente", dice la joven, que ya tuvo que huir de Donetsk en 2014, cuando Donbás se dirigía hacia la guerra.

Desde entonces, es una de las responsables de la Plataforma Tiou, uno de los centros socioculturales más activos del gran puerto ucraniano. "Desde hace cuatro días no tenemos comunicación, ni internet, ni teléfono, ni electricidad, ni calefacción, mientras la temperatura alcanza los diez grados bajo cero por la noche. La gente está recogiendo agua de las cunetas, derritiendo la nieve para sobrevivir y sé que no hay más comida en la ciudad, mientras las bombas siguen cayendo. Es imposible pedir ayuda si estás herido. La única manera de encontrar el camino por la noche es escuchar desde dónde se lanzan los misiles".

Según Vadym Boïtchenko, alcalde de Marioupol, la aviación rusa disparó sobre zonas residenciales "cada 30 minutos" el 10 de marzo, mientras que la destrucción de la maternidad y el hospital pediátrico de la ciudad el día anterior había dejado tres muertos y 17 heridos.

"Hace dos o tres días, recibimos noticias de amigos que se quedaron atrás y lograron contactar brevemente con la red de Vodafone, que es la única disponible en algunos lugares, y la situación es cada vez peor. Hay muchos saqueos y la gente se está volviendo loca", continúa Diana Berg, que se ha refugiado en el oeste de Ucrania. Según las autoridades municipales, más de 350.000 personas están atrapadas en Mariupol, de una población anterior a la guerra de 500.000, y 1.200 civiles han muerto desde el comienzo del asedio. Estas cifras no pueden verificarse en la actualidad.

Ksenia Chaïka no esperó a la llegada de las tropas rusas para abandonar la región. Tras los primeros ataques del 24 de febrero, se puso en marcha con su madre y su abuela. Ksenia también es una refugiada. Hace ocho años, tuvo que huir de Yenakiieve, una ciudad situada entre Donetsk y Luhansk, que en aquel momento cayó rápidamente en manos de los separatistas prorrusos.

El aumento de la temperatura convertirá el país en un enorme campo de barro

Glib Mazepa — Estudiante de Kharkiv

"Sé lo que es la guerra, así que reaccioné rápidamente. Desde entonces hemos encontrado un conductor y un autobús para evacuar a nuestros amigos que siguen atrapados en la ciudad, pero por el momento es imposible intentarlo, porque los rusos están disparando a los civiles que intentan utilizar sus llamados "corredores humanitarios"", explica desde Dinamarca, donde ha encontrado refugio. "Así que es imposible entrar en la ciudad. La abuela de mi compañero, de 93 años, vive en el centro de Mariupol. Y no sé qué pasó con ella".

Las tropas rusas se enfrentan a una feroz resistencia por parte de los ucranianos, acercándose a Kyiv (Kiev en ruso), Chernihiv, Kharkiv y Soumy en el norte, Mykolaïv en el sur y, por supuesto, alrededor del puerto de Marioupol. Tras algunos intentos al principio de las operaciones, los ejércitos del Kremlin parecen reacios a participar en combates callejeros, en los que la infantería ligera ucraniana, reforzada según The New York Times por 17.000 misiles antitanque suministrados por Estados Unidos y la OTAN, infligiría daños muy importantes.

"Los combates estallaron en el centro de Kharkiv ya el 27 de febrero, pero los rusos fueron neutralizados rápidamente, y desde entonces se contentan con bombardear la ciudad", confirma Glib Mazepa, un estudiante que estaba terminando su tesis de biología en la Universidad de Lausana antes del conflicto. "El día anterior a la destrucción del edificio de la administración regional, el 1 de marzo, acudí a la plaza central para llevar cócteles molotov a los voluntarios. Y el día que cayó el misil, todo mi edificio tembló".

Precedentes sirios y chechenos

Se trata de una guerra de asedio que los rusos están librando ahora en Ucrania, aplicando estrategias ya probadas en Siria y Chechenia, a saber, la destrucción sistemática de la infraestructura de las ciudades asediadas, incluidas las clínicas médicas. Las tropas del Kremlin también se encargan de cortar el suministro de agua, gas y electricidad, así como de alimentos y gasolina.

Sesenta y tres hospitales han sido bombardeados desde el comienzo de la guerra, según anunció recientemente el ministro de Sanidad ucraniano, Viktor Liachko, y Vladimir Putin acaba de autorizar el reclutamiento de "voluntarios de Oriente Medio", especialistas en combate urbano. Como señala el diario suizo Le Temps, Moscú ya había abierto "corredores humanitarios" en Siria, sobre todo en Alepo, pero éstos fueron rápidamente apodados por la población como "corredores de la muerte".

"Kharkiv aún no está aislada, hay dos carreteras abiertas hacia Kyiv y Dnipro, y estamos bien abastecidos. Nuestras tropas han hecho retroceder a los soldados del Kremlin más al norte, y el bombardeo ha sido menos intenso en los últimos días", señala Glib Mazepa. Los rusos están cansados, se están quedando sin gasolina, mientras que las temperaturas bajarán hasta los 15 grados bajo cero en los próximos días, lo que les obligará a utilizar combustible para calentar sus hogares. El aumento de la temperatura convertirá entonces el país en un enorme campo de barro, dificultando gravemente los desplazamientos.

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Después de pasar dos semanas bajo las bombas, Aliona Zigulya ha conseguido salir de su ciudad, Soumy, donde aún se libran intensos combates. "Los corredores humanitarios están abiertos desde hace tres días, pero no todos pueden evacuar al mismo tiempo. Mi hijo y yo tardamos diez horas en autobús para llegar a la estación de tren más cercana y huir hacia el oeste", dice. "Mi marido consiguió salir ayer pero mis padres siguen atrapados en la ciudad".

Mientras los observadores militares creen ahora que el conflicto podría prolongarse durante semanas o incluso meses, en las redes sociales ucranianas circulan consejos sobre cómo prepararse para el asedio: se recomienda almacenar agua y combustible, idealmente leña, para poder calentarse y cocinar, cargar el teléfono móvil en la medida de lo posible y, por último, compartir las reservas con las de los vecinos para consumir el menor número de recursos posible.

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