Los Estados árabes plantan cara a Trump: Gaza no será un resort turístico

Decenas de camiones cargados con ayuda humanitaria se agolpan ante las puertas del paso fronterizo de Rafah, que conecta Egipto con la Franja de Gaza, después de que Israel anunciara la suspensión de entrada de ayuda al enclave palestino tras expirar la primera fase de la tregua con Hamás.

Gwenaelle Lenoir (Mediapart)

Desde el domingo 2 de marzo, segundo día del Ramadán, los camiones ya no entran en la Franja de Gaza. Bajo las pocas lámparas tradicionales y las guirnaldas que cuelgan entre las ruinas, alrededor de las largas mesas comunes donde acostumbran a romper juntos el ayuno, los gazatíes están preocupados.

Los precios se han disparado apenas comenzado el mes sagrado y los especuladores adelantan la crisis. Las armas israelíes han comenzado a tronar de nuevo, un poco por todas partes, desde el norte hasta el sur de la zona, informaron el domingo los corresponsales del canal Al Jazeera allí presentes. Un dron disparó contra un grupo de personas en Beit Hanoun, al norte de la zona, matando a dos hermanos. En ataques israelíes separados, murió una mujer en Jan Yunis y un hombre en Rafah, en el sur. Como si el infierno volviera a comenzar.

La tensión ya era alta, y ahora lo es aún más. Eso no ha sorprendido a nadie: todas las señales indicaban que el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y sus aliados no querían ir más allá de la primera fase del alto el fuego, que entró en vigor el 19 de enero y finalizó el sábado 1º de marzo. Esta se desarrolló a duras penas, con múltiples contratiempos y choques, pero finalmente se respetaron las condiciones: cese de las hostilidades, retirada parcial del ejército israelí de la Franja de Gaza, regreso de la población palestina al norte, intercambio de rehenes israelíes y los restos de cautivos por cientos de prisioneros palestinos.

Ésta fue de hecho la más sencilla. Como siempre en las negociaciones israelo-palestinas, las negociaciones sobre los puntos más delicados se habían dejado para el final, con el riesgo, ya experimentado, de que todo el edificio se derrumbara o de que se estancara el proceso.

La segunda fase del alto el fuego entra, por así decirlo, en lo más difícil: prevé el intercambio de los últimos rehenes israelíes, vivos y muertos, por prisioneros palestinos, pero sobre todo la retirada completa del Ejército israelí del Gaza y el cese definitivo de las hostilidades, antes de la tercera fase, que debería dedicarse a la reconstrucción.

Desde hace varios días, las autoridades políticas israelíes vienen afirmando que los soldados no se retirarán del corredor de Filadelfia, esa franja de tierra que marca la frontera entre el territorio palestino y Egipto. Aseguran que quieren impedir que Hamás se rearme haciendo contrabando con Egipto. Por supuesto, a Egipto no le gusta esta nueva violación de los acuerdos que firmó con el Estado hebreo en 2005.

“Los analistas eran bastante escépticos sobre el desarrollo de las negociaciones para la fase 2. Dado que la relación de fuerzas favorece a Israel, no es del todo sorprendente que los israelíes quieran prolongar esta fase 1”, afirma Sarah Daoud, investigadora asociada del Centro de Investigaciones Internacionales (Ceri) de Ciencias Políticas y del Centro de Estudios y Documentación Económicos, Jurídicos y Sociales (Cedej) de El Cairo. “Pero Hamás se ha negado claramente a prolongar la fase 1 y pide que se inicien las negociaciones sobre la fase 2. Porque establece la retirada total de las tropas israelíes de Gaza y Hamás, al menos durante este mes de Ramadán, quiere garantizar un aumento de la cantidad de ayuda humanitaria”.

Israel quiere cambiar las condiciones del alto el fuego

Finalmente, el sábado 1º de marzo, día en que finalizó la fase 1, Netanyahu presentó un nuevo plan, según él sugerido por Steve Witkoff, el enviado especial del presidente americano Donald Trump. Eso demuestra una vez más la alineación de las posiciones de la administración Trump y del gobierno de Netanyahu, en particular de su ala más derechista.

El proyecto propone que la fase 1 del alto el fuego se prolongue durante todo el Ramadán y luego durante la Pascua judía, es decir, hasta el 20 de abril aproximadamente. Prevé la liberación de los rehenes israelíes restantes, vivos y muertos, unas sesenta personas: la mitad al comienzo de esta nueva etapa y la otra al final. Pero no dice nada sobre la retirada israelí, ni sobre ninguna declaración de cese definitivo de la guerra.

Como era de esperar, Hamás se ha negado. De hecho, la organización islamista solo tiene una baza para presionar, y son los rehenes. No hay por tanto posibilidad alguna de liberarlos sin garantías.

La suspensión de la entrada de alimentos y otros bienes en la franja, tanto como medio de presión como represalia decidida por Benjamín Netanyahu, les encanta a sus aliados de extrema derecha, incluido su ministro Bezalel Smotrich, y provoca la ira de la opinión pública israelí, que teme por la suerte de los rehenes restantes y ve reforzada su convicción de que el primer ministro israelí está dispuesto a sacrificar a los rehenes.

También es muy criticada por la comunidad humanitaria internacional, desde el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) hasta la ONU.

Egipto, mediador entre Israel y Hamás junto a Qatar, ha reaccionado a través de su ministro de Asuntos Exteriores, Badr Abdelaty: “No hay alternativa a un compromiso total en todas las fases del acuerdo, que consta de tres etapas, y la implementación de la segunda etapa debe comenzar”, declaró en una conferencia de prensa.

La cumbre de El Cairo consiste en hacer un poco más sustancial la propuesta alternativa de los países árabes

Sarah Daoud, investigadora asociada del CERI Ciencias Políticas

Esta nueva crispación se ha producido tres días antes de una cumbre de emergencia de la Liga Árabe prevista para el martes 4 de marzo en El Cairo. Una vez más, los Estados árabes quieren presentar un frente unido en su rechazo al plan de Trump de expulsar a la población del territorio de Gaza para transformarlo en una especie de Riviera.

También se trata, y quizás sobre todo, de mostrar que la comunidad de países árabes, en su conjunto, tiene algo que ofrecer. “La cumbre se organizó originalmente como reacción a las declaraciones de Trump y su plan inmobiliario, su Riviera para Gaza. Pero, de hecho, consiste en hacer un poco más sustancial la propuesta alternativa de los países árabes, frente a ese plan y, en general, frente a la cuestión de la reconstrucción de la Franja de Gaza”, explica Sarah Daoud.

La cumbre del martes fue preparada por una reunión en Riad el 21 de febrero, en un comité más pequeño al que asistieron los líderes de Egipto y Jordania, los países más amenazados por el plan Trump, y los Estados del Consejo de Cooperación del Golfo, Arabia Saudí, Qatar, Kuwait, Bahréin, Omán y los Emiratos Árabes Unidos.

Estos últimos se unieron al grupo tras una salida de tono de su embajador en Estados Unidos, que había provocado la ira de los líderes de la región. Había declarado que no veía “alternativa” al plan de Trump de expulsar a los palestinos. Fue corregido casi inmediatamente por el emir de su país.

Frente unido de países árabes

Desde entonces se han estrechado las filas . “El plan que se presentará oficialmente en esta cumbre no se calificará de egipcio, aunque la iniciativa sea de Egipto, sino como un plan árabe. Se trata de reforzar la posición árabe y la de Egipto y Jordania, los dos países más amenazados por la propuesta de Trump. Y eso es muy importante”, analiza Dima Alsajdeya, investigadora asociada a la cátedra de Historia del Mundo Árabe en el Collège de France. “No hemos visto una posición común tan fuerte desde el plan árabe de 2002.”

Este último, también conocido como “plan Abdallah”, por el nombre del rey de Arabia Saudí de entonces, elaborado en plena segunda Intifada, proponía una normalización de las relaciones de todos los países árabes con Israel a cambio de un Estado palestino. Israel y sus aliados lo rechazaron, pero los países de la región siguen insistiendo en ponerlo sobre la mesa.

Egipto se encuentra doble, incluso triplemente en primera línea: es mediador en la guerra contra Gaza desde el principio, también está bajo presión para acoger a la población de Gaza en su territorio, algo que rechaza rotundamente por razones políticas, estratégicas y demográficas. Pero su dependencia de Estados Unidos, que mantiene su economía y su ejército por vía intravenosa, lo convierte en presa fácil del chantaje al que está acostumbrado el 47º presidente americano.

Por eso ha elaborado un plan detallado para la posguerra en Gaza, manteniendo su contenido en secreto para que lo respaldara la Liga Árabe, es decir, todos los países árabes, en una reunión solemne.

Por supuesto, como gran clásico diplomático, secreto no significa silencio, y los autores de dicho plan filtraron sus líneas generales. “El objetivo principal es proyectar una reconstrucción que mantenga a los palestinos dentro de la Franja de Gaza, a diferencia de lo que propone Trump”, continúa Dima Alsajdeya. “Y como ninguno de los países árabes quiere enfrentarse directamente a Trump, lo contrarrestarán con delicadeza con propuestas muy concretas”.

La reconstrucción prevista en el plan egipcio constará de tres fases y se prolongará durante cinco años. En una primera fase de seis meses, dedicada a las obras de desescombro más importantes, la población palestina se reagrupará en tres “zonas seguras”, en territorio palestino, equipadas con prefabricados y caravanas.

Desde 2007, Gaza ha sido destruida, reconstruida y destruida de nuevo. Esta vez no será posible, porque se habla de decenas de miles de millones de dólares

Dima Alsajdeya, investigadora asociada a la cátedra de Historia del Mundo Árabe del Collège de France

La mayor parte de las obras correrán a cargo de empresas egipcias y serán financiadas por los países del Golfo, que también se encargarán de la compra y el transporte de la ayuda humanitaria masiva.

El plan egipcio también contiene un componente político, quizás el más importante y seguramente más delicado, ya que la cuestión de la gobernanza de Gaza después de la guerra no ha encontrado un principio de respuesta.

“La parte política es fundamental porque nadie va a pagar una reconstrucción sin tener la seguridad de que Gaza no será destruida de nuevo”, analiza Dima Alsajdeya. “Desde 2007 [la toma de control por Hamás, ndr], Gaza ha sido destruida, reconstruida y destruida de nuevo. Esta vez no será posible, porque estamos hablando de decenas de miles de millones de dólares. Ha habido muchos rumores, como el de un líder de Hamás que afirmó que la organización estaba considerando aceptar la exigencia egipcia de desarmarse, que luego fue desmentido por otro responsable. En cualquier caso, lo que es seguro es que los países del Golfo, Jordania y Egipto están de acuerdo en la necesidad de excluir a Hamás”.

Obviamente, este punto no se resolverá el martes, porque lo urgente para los países árabes es mostrar un frente unido ante el plan de Donald Trump y, lo que es más fundamental, ver que la ayuda vuelve a entrar en el enclave palestino.

El ministro de Asuntos Exteriores egipcio, como buen diplomático, se muestra optimista: “Después de la cumbre de El Cairo, tendremos un plan para Gaza y hablaremos con todas las partes implicadas para conseguir su apoyo a los esfuerzos de reconstrucción en la Franja de Gaza”, declaró a los periodistas el domingo 2 de marzo.

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El reto para los Estados árabes será también no dejar que sus propuestas —y su determinación manifiesta— se pierdan en el torbellino de los golpes de efecto de Washington y Tel Aviv.

 

Traducción de Miguel López

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