Europa entra en terreno desconocido tras comenzar el embargo al petróleo ruso

Dos plataformas de gas y petróleo frente a la costa de Libia en el Mediterráneo Central en la zona de Bahr Essalam Gas Field y Bouri Oilfiield.

Martine Orange (Mediapart)

El lunes 5 de diciembre, la guerra del petróleo de Occidente contra Rusia, en represalia por su invasión de Ucrania, se ha hecho realidad. Como prometieron en primavera, los Estados miembros de la Unión Europea han declarado un embargo sobre todos los envíos marítimos de petróleo procedentes de Rusia.

Además, los países del G7 acordaron el 2 de diciembre limitar todas las exportaciones rusas de crudo a terceros países a 60 dólares por barril. Si no se respeta este límite, los petroleros no podrán contar con las compañías aseguradoras occidentales.

Durante varias semanas, la industria petrolera ha presentado este momento como crucial. Esta suma de medidas susceptibles, según ellos, de modificar profundamente el mercado mundial del petróleo no tiene precedentes desde hace décadas. Sin embargo, una vez realizado el anuncio, todo el mundo está a la expectativa. Se han movido las placas tectónicas pero el polvo no se ha asentado. Por el momento, nadie puede decir qué situación surgirá de este cambio de piezas en un contexto geopolítico ya muy tenso. El mundo avanza en medio de la niebla.

¿Conducirán el embargo europeo y la limitación del precio del petróleo ruso a la retirada de Rusia, tercer productor mundial, provocando una escasez de petróleo en un mercado ya de por sí restringido y a una subida de los precios del barril? Ese es el escenario central de varios analistas financieros y operadores del mercado del petróleo.

La ralentización de la economía china, gran importadora de combustibles fósiles (petróleo, gas, carbón), acentuada por una política incomprensible frente al Covid, y los temores de recesión en Europa e incluso en Estados Unidos, ¿provocarán por contra una caída de la demanda de petróleo, que permita contener las subidas de precios?

La última reunión de la Opep+, celebrada el 4 de diciembre, refleja esas incertidumbres e interrogantes. Acusados por el gobierno americano de hacer el juego a Rusia, los países productores del cártel, encabezados por Arabia Saudí, aparecen sin embargo como los responsables de los grandes equilibrios petroleros mundiales. En este contexto imprevisible, han decidido no cambiar nada por el momento: mantienen el recorte de producción de 2 millones de barriles diarios aplicado en noviembre. Pero afirman estar preparados "para tomar medidas inmediatas" "en cualquier momento" si fuera necesario. En uno u otro sentido.

Privar a Putin de los ingresos del petróleo

El embargo decidido por los europeos y el techo a los precios del petróleo ruso adoptado por el G-7 tienen el mismo objetivo: impedir que el gobierno de Putin disponga de la financiación necesaria para continuar con su guerra en Ucrania.

Desde el inicio de la invasión de Ucrania a finales de febrero, se han adoptado múltiples sanciones contra Moscú. Pero aunque el volumen de exportación de hidrocarburos rusos ha caído, la subida de los precios ha permitido al Kremlin compensar en gran medida ese descenso. En los nueve primeros meses del año, las exportaciones rusas, principalmente hidrocarburos y materias primas, aumentaron más de un 25% hasta alcanzar los 431.000 millones de dólares. Debido a una caída muy acusada de las importaciones (-15%), en parte relacionada con las sanciones, Rusia registra un superávit comercial récord de 251.000 millones de dólares.

Aunque los europeos han reducido drásticamente sus compras de petróleo desde primavera, la industria petrolera rusa sigue viento en popa. En octubre, Rusia exportó 7,7 millones de barriles diarios, según la Agencia Internacional de la Energía. Un nivel no muy alejado del de antes de la crisis del Covid.

Esta ecuación es la que europeos y americanos quieren cambiar, con la esperanza de hacer el menor daño posible a sus ya debilitadas economías.

Nuevas rutas comerciales del petróleo

En el pasado se han impuesto embargos de petróleo a Irán, Irak, Venezuela y Libia, pero Occidente nunca había golpeado tan fuerte: Rusia es el tercer productor mundial de petróleo, segundo exportador después de Arabia Saudí. Aunque Europa ha empezado a reducir sus importaciones de petróleo ruso en más de un tercio en los últimos meses, según la Agencia Internacional de la Energía, el continente entra en aguas desconocidas con esta prohibición de todas las compras de crudo ruso a partir del 5 de diciembre.

La idea de un embargo del petróleo ruso fue presentada en las primeras semanas por Zelensky y apoyada, entre otros, por los países bálticos y Polonia. Sin embargo, se tardó semanas en llegar a un acuerdo entre los Estados miembros de la UE, y aún así, el acuerdo está lleno de lagunas.

El embargo sólo afecta a las importaciones de crudo por vía marítima. Hungría, la República Checa y Eslovaquia, que dependen totalmente de los suministros rusos y se abastecen por oleoductos, seguirán por tanto recibiendo petróleo ruso. Polonia y Alemania, también abastecidas por oleoductos, se han comprometido a dejar de utilizar petróleo ruso. Bulgaria, por su parte, ha obtenido el derecho a recibir petróleo ruso por vía marítima.

La Comisión Europea calcula que Europa habrá cortado el 90% de sus importaciones de petróleo ruso a finales de año. Es probable que estos cambios alteren fundamentalmente los flujos mundiales de petróleo y las rutas comerciales. Muchas de las rutas tradicionales que atravesaban Europa se están abandonando, lo que confirma el cambio que se está produciendo en el mundo.

Juego del escondite

Desde primavera, los países europeos han tratado de diversificar sus fuentes de suministro, recurriendo a Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Nigeria, entre otros. Pero también han surgido nuevos actores: China, India, Turquía y, en menor medida, Egipto se han convertido en importantes exportadores de petróleo a Europa. Utilizados por Rusia para eludir las sanciones europeas, compran crudo procedente del Ártico a precio a menudo rebajado y lo venden a precio alto en Europa, e incluso en Estados Unidos. A veces se hace con una opacidad preocupante para ocultar el origen del crudo.

En las últimas semanas, India y China han reducido sus compras de petróleo ruso, debido a la desaceleración económica. Pero otros, sobre todo Turquía, están tomando el relevo, atraídos por la perspectiva de beneficios fáciles e inmediatos.

Europa piensar que este embargo marítimo tendrá poco efecto sobre los precios. El gobierno americano no está tan convencido. Preocupado por la evolución del precio del petróleo y la gasolina, un tema políticamente delicado en Estados Unidos, teme que el embargo europeo haga subir los precios en un mercado que ya está muy ajustado.

60 dólares el barril es demasiado.

Volodímir Zelensky

¿Cómo sancionar a Rusia privándola de sus ingresos petroleros sin perturbar los mercados energéticos ni agravar la escalada de precios, tan perjudicial para la economía? El gobierno americano lleva desde la primavera intentando cuadrar este círculo. En cuanto la Comisión Europea planteó la idea de un embargo del petróleo ruso, Janet Yellen, actual Secretaria del Tesoro y ex Presidenta de la Reserva Federal, se entregó totalmente a combatirlo presentando una contra-propuesta: la de poner un tope al precio del barril ruso, propuesta que fue adoptada por los miembros del G7 a finales de junio.

Al fijar el tope en 60 dólares el barril, los americanos esperan que eso lleve a Rusia a seguir abasteciendo el mercado con su petróleo, limitando al mismo tiempo sus beneficios.

"60 dólares el barril es demasiado.” Cuando Zelensky se enteró el 2 de diciembre del precio máximo que habían acordado los europeos y los demás países del G7, no ocultó su decepción. 60 dólares el barril es aproximadamente el precio al que Moscú vende ahora su petróleo de los Urales con un importante descuento. Los países bálticos y Polonia comparten su opinión y han intentado hasta el final obtener un techo de unos 30 dólares por barril, amenazando incluso con echar por tierra el acuerdo hasta el último momento. Grecia, Chipre y Malta, por su parte, intentaban obtener un tope mucho más alto, de unos 80 dólares por barril, para preservar sus actividades marítimas.

Al final se impuso el deseo de alcanzar una respuesta unida y decidida frente a Rusia. Los países recalcitrantes tuvieron que ceder a la presión de Estados Unidos y otros países europeos.

A partir del 5 de diciembre, los países del G7 (aunque Japón tiene algunas exenciones para las entregas de petróleo ruso procedente de las islas Sajalín, por ejemplo) acuerdan no comprar más petróleo ruso por encima de este límite. Para garantizar el cumplimiento del acuerdo, Gran Bretaña y Europa, que poseen el 80% del mercado mundial de seguros marítimos, se han comprometido a no asegurar ningún cargamento ruso que no cumpla este precio.

Esta disposición preocupa mucho a los comerciantes y las navieras, que temen ser sancionados por no cumplir esa norma, "considerada demasiado vaga". La medida tiene una consecuencia inmediata: se dispara el precio de los seguros marítimos para el transporte de petróleo, lo que se reflejará inevitablemente en el precio final.

La incógnita rusa

La respuesta de Putin ha sido inmediata. En cuanto el gobierno americano planteó fijar un tope al precio de venta de su petróleo, hizo saber que no firmaría ningún contrato con los países que intentaran imponerle esta norma. El Kremlin no ha cambiado su postura desde entonces. "No aceptaremos este tope", confirmó el portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, el 3 de diciembre, indicando que el gobierno ruso tomará una decisión muy pronto.

Algunos analistas confían, al igual que el Gobierno americano, en que el "moderado" límite de los precios del petróleo ruso lleve a Putin a adoptar una respuesta igualmente comedida y en gran medida simbólica.

Otros tienen una visión mucho más pesimista: el presidente ruso sólo puede adoptar una respuesta dura. En primer lugar, porque el principio mismo del tope, para él, forma parte de un último intento desesperado de los países occidentales por recuperar el control de un mercado mundial del petróleo que se les escapó hace tiempo, imponiendo sus condiciones, algo inaceptable para Putin. Todos los países productores, que temen que en algún momento Estados Unidos intente imponerles el mismo tipo de imperativos, comparten este análisis.

En segundo lugar, esos analistas señalan que Putin, en esta guerra en Ucrania, está mostrando un irredentismo sin límites en sus respuestas a las sanciones occidentales: ya no se aplica la racionalidad. Desde la invasión de Ucrania, el presidente ruso ha sacrificado sin vacilar gran parte de su industria del gas. ¿Por qué dudaría en hacer lo mismo con su industria petrolera?

 

Los chinos, los rusos y los indios compran barcos a diestro y siniestro.

 

"Sólo venderemos petróleo y productos refinados a los países que colaboren con nosotros en condiciones de mercado. Aunque eso signifique que tengamos que reducir nuestra producción", declaró el 4 de diciembre Alexander Novak, vicepresidente del Gobierno ruso.

Anticipándose a las duras condiciones, Moscú ha adoptado una serie de medidas desde la primavera para eludir las sanciones occidentales y consolidar su comercio de petróleo. Para evitar la dependencia del dólar, moneda de referencia en el comercio del petróleo, el Banco Central ruso ha desarrollado transacciones en moneda local con China e India e instrumentos financieros para la conversión de divisas.

El gobierno ruso, a través de uno de sus entes públicos, ha creado una compañía estatal de seguros y reaseguros para el transporte marítimo y sus cargamentos de petróleo y gas, en un intento de anular el veto de las principales aseguradoras marítimas británicas y europeas. El Gobierno chino ya ha informado de que reconoce a esta nueva aseguradora.

Pero es sobre todo en el transporte marítimo donde el gobierno ruso parece haber puesto todo su empeño. Desde el verano, un extraño frenesí causa estragos en este sector: los petroleros y superpetroleros cambian de manos y de pabellón a una velocidad impresionante. Chinos, rusos e indios compran barcos a diestro y siniestro. Pero, sobre todo, muchos buques han pasado a ser propiedad de personas y empresas totalmente anónimas. Según Bloomberg, alrededor del 10% de la flota mundial de petroleros pertenece ahora a propietarios desconocidos, lo que hace aún más opaco el sector.

La batalla prevista sobre el gasóleo

Aunque nadie está en condiciones de evaluar las consecuencias inmediatas del embargo europeo sobre el mercado del petróleo, muchos ya han programado otro importante acontecimiento petrolero para las próximas semanas: el 5 de febrero, Europa ampliará su embargo a todos los productos refinados procedentes de Rusia.

Se trata de suministros esenciales para los países europeos y Estados Unidos, especialmente el gasóleo. El 60% del diésel consumido en Europa procede de Rusia. Y hay pocas alternativas, sobre todo porque el gasóleo se está agotando en todas partes. "En los próximos meses, prácticamente todas las regiones del mundo corren el riesgo de sufrir escasez de gasóleo", advierte Bloomberg.

En Estados Unidos, las existencias de gasóleo están en su nivel más bajo desde 1982, con sólo 25 días. En Europa, la situación es aún más tensa, ya que muchas refinerías cerraron con la pandemia y no han vuelto a abrir desde entonces. Las huelgas en las refinerías en Francia y los Países Bajos han agravado aún más las tensiones. "Esta es la peor crisis del gasóleo que he visto nunca", afirma Dario Scaffardi, ex director de la refinería italiana Spara.

Pero el gasóleo es indispensable para el transporte y muchas industrias. ¿Se abstendrá Putin, que ya ha utilizado el gas, de utilizar esta arma para poner de rodillas un poco más a las economías europeas, en un momento en que la opinión pública ya teme quedarse sin gas y sin electricidad para pasar el invierno? Ya parece decidido a hacer pagar a Europa un precio desorbitado. Y Europa no parece haberse preparado para afrontarlo.

Quién gana y quién pierde con el embargo europeo al petróleo ruso

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Traducción de Miguel López

 

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