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Facebook, emblema del “capitalismo de vigilancia”

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Vientos de pánico soplan en Facebook. Dos semanas después de conocerse que la empresa Cambridge Analytica había robado 87 millones de perfiles de usuarios, la compañía californiana parece no saber qué hacer más para que amaine la tormenta y multiplica, en vano, los anuncios dirigidos a tranquilizar a los usuarios y a los mercados financieros.

En un gesto inusual por parte de su fundador que tiene fama de arrogante, tal y como se le retrata en la película La Red Social, Mark Zuckerberg aceptó, el pasado 4 de abril, responder, una semana más tarde, a las preguntas de los parlamentarios americanos sobre la injerencia en la campaña electoral de 2017. La declaración, prevista para las 16:00, hora española, ante la Comisión del Comercio de la Cámara de Representantes, será seguida desde todo el planeta.

Y, todavía más excepcional, el jueves 5 de abril, Mark Zuckerberg se veía obligado a asegurar que no dimitiría y que no despediría a ningún responsable, todo mientras reconocía “errores”. “He levantado este sitio. Lo dirijo. Y soy responsable de lo que suceda aquí”, dijo el presidente en una entrevista a varios medios, recogida por The Guardian. “No voy a desautorizar a terceros por los errores cometidos”.

Se trata de la primera vez que Mark Zuckerberg se refiere a su propia dimisión, aunque sea para desmentirla. Y su reacción llegaba cuando la víspera, el 4 de abril, un fondo de pensiones de la ciudad de Nueva York, que tiene invertidos mil millones en Facebook, pedía la cabeza de su fundador y que fuese sustituido en el consejo de administración por tres nuevos miembros independientes.

Entre el 16 de marzo, víspera de la publicación de los artículos de The Observer y de The New York Times, que destapó el escándalo, y el 1 de abril, las acciones de Facebook se hundieron un 17%, más de 20.000 millones de dólares de capitalización bursátil volatilizados. Y la caída no ha hecho más que comenzar, dicen los analistas, para quien la confianza entre los mercados financieros y la red social está rota.

Por su parte, la empresa Facebook multiplica los actos de constricción, al reconocer, por ejemplo, que no fueron 50 millones, como se dijo en un primer momento, sino 87 los millones de perfiles de Facebook que robó y utilizó Cambridge Analytica con el fin de delimitar mejor su objetivo de la campaña electoral de Donald Trump. En un comunicado publicado el 5 de abril, la red social explicaba incluso que al margen del escándalo de Cambridge Analytica, la “mayoría” de los alrededor de 2.100 millones de usuarios había podido ver su perfil gracias a una opción que permitía encontrar un perfil según la dirección de e-mail o el número de teléfono proporcionado.

Paralelamente a esta operación de transparencia, Facebook encadenó los anuncios dirigidos a tranquilizar a sus usuarios. La función que permite encontrar a un usuario con la dirección e-mail o el teléfono ha sido desactivada. Las reglas de confidencialidad se han vuelto a redactar para hacerlas más claras. La empresa también ha puesto en marcha nuevas opciones dirigidas a configurar mejor los parámetros de seguridad, por ejemplo haciendo más sencillo suprimir aplicaciones no deseadas. También se ha comprometido a dejar de trabajar con agregadores de datos... Nunca la empresa había comunicado tanto en tan poco tiempo.

Esta comunicación de crisis tiene como fin, sobre todo, contrarrestar las numerosas llamadas a eliminar la cuenta de Facebook, que se sirven de la etiqueta #DeleteFacebook (#BorraFacebook) y los múltiples tutoriales aparecidos estas últimas semanas explicando cómo dejar la red social. De momento, la compañía no ha informado del número de internautas que ha cerrado la cuenta.

El escándalo de Cambridge Analytica, ¿bastará para hacer caer a uno de los cinco GAFAM (Google, Apple, Facebook, Amazon, Microsoft), los gigantes de la Red que parecían intocables a día de hoy? En cualquier caso supone un punto de inflexión histórico. “Da la impresión de que sucede algo”, confirma el defensor de las libertades digitales Tristan Nitot, director de producto de Cozy Cloud, fundador de la asociación Mozilla Europe y autor del libro Surveillance:// (C&F éditions, octobre 2016). “Está tomando amplitud y eso es bueno. Ahora no hay que dejar que se extinga; eso es lo que me preocupa. De hecho, estoy tan tranquilo por la magnitud como fascinado por la falta de reacción previa. Porque el problema es grave, sistémico y existe desde hace mucho tiempo”.

El sistema de la economía digital

Las manipulaciones de Cambridge Analytica ofrecen una luz descarnada sobre un verdadero sistema que se sitúa en el centro de la economía digital. “La particularidad de este caso es que se ha producido una interferencia en el proceso electoral de al menos un país. Además, la aplicación de Cambridge Analytica permitía acceder al perfil del usuario pero también al de los amigos de éste que no habían dado su consentimiento”, explica Tristan Nitot. “En lo que respecto al resto, la problemática no es realmente diferente. Cuando Facebook dice que no vende los datos de los usuarios, en parte es cierto y en parte, no. En primer lugar porque muy a menudo se producen fugas de datos. Además, estos datos, Facebook los emplea para crear valor, aplicaciones, hacer  publicidad”. Incluso si Cambridge Analytica ha robado 87 millones de perfiles, es casi toda la economía digital la que se basa en la recopilación masiva de datos de usuarios.

Antes de que saltara el escándalo, la empresa se vanagloriaba de poseer perfiles de 220 millones de americanos, datos obtenidos legalmente a través de múltiples data brokers o vendedores de datos del país. Este modelo económico al que está irremediablemente vinculado Facebook, pero también Google o Twitter, ha sido estudiado y teorizado bajo la expresión de “capitalismo de vigilancia”. El concepto fue definido por primera vez en estos términos en un artículo de los profesores universitarios John Bellamy Foster y Robert W. McChesney, publicado en julio de 2014 en la web Monthly Review. En él, los autores hacen del capitalismo de vigilancia la evolución natural del complejo militar-industrial denunciado por el presidente Dwight Eisenhoweren su célebre discurso de enero de 1961. Recuerdan los orígenes militares de la Red y los esfuerzos constantes desplegados por el Ejército para controlar la investigación y las industrias punteras.

Las revelaciones de Edward Snowden han confirmado ampliamente estos estrechos vínculos y la colaboración activa de los gigantes de la Red en la vigilancia de los ciudadanos. Tampoco sorprende en excesoe que, como revelaba The New York Times el 27 de marzo, empleados de la empresa de vigilancia Palantir hayan colaborado con Cambridge Analytica para poner a punto su operación de recopilación de datos ilegal. Ni que el cofundador de Palantir, Peter Thiel, sea miembros del consejo de administración de Facebook ni que respalde a Donald Trump.

Meses después de la publicación del artículo de Monthly Review, la profesora de Harvard Business School Shoshana Zuboff iba a recuperar el concepto de capitalismo de vigilancia para profundizar y darle un sentido mucho más amplio. En un artículo publicado en 2016 en el Frankfurter Allgemeine Zeitung, explica cómo “el capitalismo se ha desviado por un proyecto de vigilancia lucrativo”. Esta desviación se produce, según Shoshana Zuboff, “cuando Google toma consciencia del beneficio que puede obtener con los datos comportamentales de sus usuarios, datos que denomina ‘excedente comportamental’”.

“El éxito dramático de Google en el matching de las publicidades y de las páginas ha revelado el valor transformacional de este excedente comportamental como medio de general ingresos y, finalmente, de transformar las inversiones en capital”, escribe Shoshana Zuboff. “En este contexto, los usuarios ya no son un fin en sí mismo. En su lugar, se han convertido en un medio para obtener beneficios, en un nuevo tipo de mercado en el que los usuarios no son ni compradores ni vendedores ni productos. Los usuarios son una fuente de materiales brutos gratuitos que nutre un nuevo tipo de proceso de fabricación”, sigue la profesora. “El juego ya no consiste en enviar un catálogo de venta por correspondencia o de dirigir la publicidad online, el juego consiste en vender el acceso a los flujos en tiempo real de la vida diaria –la realidad de cada uno– para influir directamente en él y modificar el comportamiento para sacar beneficio”.

Y sin esta vigilancia, Google o Facebook se priva del motor de crecimiento. “Pedir respeto a la vida privada a los capitalistas de la vigilancia o hacer lobbying con el fin de la vigilancia comercial es como pedirle a Henry Ford que fabrique cada modelo T a mano”lobbying, resume Shoshana Zuboff.

El 30 de marzo, el sitio Buzzfeed revelaba el texto redactado por uno de los colaboradores más próximos de Mark Zuckerberg que ilustra a la perfección las estrategias detrás de este capitalismo de vigilancia. En este escrito, difundido en junio de 2016 entre los asalariados de la empresa, el vicepresidente Andrew Bosworth, alias Boz, afirma: “Todo el trabajo que hacemos para crecer está justificado. Y este crecimiento sólo pasa por una cosa: conectar  a la gente”. “La horrible realidad es que creemos tan profundamente en el hecho de conectar a la gente que todo lo que nos permite conectar a más gente es bueno de facto”, dice Boz. “Conectamos a la gente. Eso puede ser bueno si hacen de ello algo positivo. Puede ser malo si hacen de ello algo negativo. Quizás eso cueste una vida exponiendo a alguien al acoso. Quizás alguien muera en un ataque terrorista coordinado con nuestras herramientas”.

Más allá del caso de Cambridge Analytica y de Facebook, lo que habría que reformar es todo un modelo. En Francia, el Parlamento debate en estos momentos una ley sobre la adaptación del derecho francés al nuevo Reglamento Europeo sobre la Protección de los Datos Personales (RGPD). Este texto, que debería entrar en vigor el 28 de mayo, contiene varios avances en materia de protección de datos de los internautas. Sobre todo reforma en lo relativo a las obligaciones de las empresas que tratan datos, así como las sanciones, que podrían ir hasta el 4% de la cifra de negocios y 20 millones de multa.

Pero frente a este desafío, “el RGPD no bastará”, opina Tristan Nitot. Está bien atado y es un primer paso en la buena dirección, pero habrá que ver cómo se aplicará y desviará”. La solución radicaría más en el comportamiento de los internautas. “Lo más importante es la educación de los ciudadanos. Todo el mundo debe entender que lo digital es algo que afecta a nuestras vidas. Hay que conocer las reglas de lo digital; en cierta medida, como si descubriésemos hoy la higiene, una higiene digital”, dice Tristan Nitot.

Y cita el ejemplo de la aplicación citas homosexuales Grindr, de la que se supo el 2 de abril que un error de seguridad había expuesto los datos personales de sus usuarios, su geolocalización y su condición de portador o no del VIH, entre otros.  “Cuando se lee este tipo de informaciones, se dice que estamos al borde del abismo”, lamenta Tristan Nitot. “Pero quizás permita que algunos tomen consciencia de que dejar constancia en internet de si se es portador o no del VIH puede ser un problema, que las informaciones que se acepta dar nunca se sabe cuando se volverán en tu contra”.

El usuario se ve superado demasiado a menudo por lo que le sucede en el mundo digital”, añade. “De repente, se adoptan malos comportamientos. Sé, por ejemplo, que para acceder a mi blog, standblog.org, mucha gente teclea “standblog.org” en Google, en lugar de hacerlo en la barra de direcciones. Eso demuestra que no saben ni siquiera lo que es una URL y para ellos todo pasa por Google. Y todavía es peor con los smartphones, para los que la gente se forma tres minutos de la mano del vendedor de la tienda. En Francia casi no hay formación digital alguno. Al margen de cierta élite, la mayoría de la población no tiene ni idea de lo que hace y de lo que les cuesta”.

“Hay otro problema de difícil solución, el de la gratuidad”, subraya Tristan Nitot. La mente humana está hecha de tal forma que cuando se dice que un producto o un servicio es gratis, se piensa que no hay nada que perder. Hace tiempo, calculé que el conjunto de los servicios proporcionados por Facebook supondrían unos tres euros al año por usuario. Yo, si es para obtener servicios sin publicidad ni recabar datos, estoy dispuesto a pagar ese dinero. Lo mismo sucede con Google por, digamos, cinco euros anuales pagaría. Aunque seríamos muy pocos los que lo haríamos”.

Las recuperación de los datos, por parte de los usuarios, es posible; existen numerosas empresas que ofertan servicios equivalentes a los propuestos por los GAFAM. Una “higiene digital” que Tristan Nitot detallaba en su libro Surveillance://. “Utilizo muy pocas aplicaciones porque el smartphone es mucho más permisivo que el ordenador en materia de recopilación de datos”, explica. Por ejemplo, empleo Facebook pero no consulto mi cuenta desde el ordenador. Para las aplicaciones que de verdad quiero instalar, me informo; leo las condiciones de utilización. También existen organizaciones como Exodus Privacy, hacktivistas franceses, que analizan el código fuente de las aplicaciones Android para detectar y recoger las cookies. En internet, empleo Firefox como navegador. Tengo una cuenta Gmail pero no la uso nunca. Para mis mails, utilizo un correo personal que alquilo. No empleo ninguno de los servicios de Google, recurro a las herramientas de Framasoft, como el editor de texto colaborativo Framapad. Y para las búsquedas, empleo motores como Qwant o DuckduckGo”. ___________

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Traducción: Mariola Moreno

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