La guerra dura ya ocho años para muchos militares ucranianos
Una buena parte de los militares ucranianos son herederos de la revolución del Maidán, en 2014. Entonces eran voluntarios en la zona del Donbás y ahora se enrolan de nuevo, animados por esa experiencia y por el apoyo de muchas redes de ayuda. Estas son las explicaciones de dos de ellos, Konstantyn y Roman.
Tienen entre 25 y 35 años y esta guerra para ellos no es más que la continuación, a gran escala, del combate que comenzó en 2014 en el Maidán. La ocupación durante semanas de la emblemática plaza de Kyiv (Kiev, en ruso) fue el epicentro de la insurrección de cientos de miles de personas contra el presidente pro-ruso de entonces, Viktor Yanúkovich, que finalmente fue destituido por el Parlamento y huyó a Rusia el 22 de febrero de 2014.
En la actualidad, conocidos y amigos del Maidán viven aún en un barrio popular del suroeste de Kyiv y gestionan, en el local de una antigua farmacia, un centro de almacenamiento de comida y equipamiento militar. El material es para distribuirlo a las fuerzas armadas y a las de "Defensa Territorial".
Los donativos vienen de todas partes, tanto del extranjero como de otras regiones del país, a través de las redes de contactos mantenidas durante años. El centro está también relacionado con la Fundación Come Back Alive (Regresa vivo). La organización, que comenzó en 2014 para apoyar al ejército ucraniano en su lucha contra las tropas separatistas rusas en el Donbás, en la actualidad es una gran organización.
"Nuestro grupo es una larga historia de gente voluntaria del Donbás desde 2014", dice Alexandra. "Todos estos hombres, nuestros amigos, nuestros maridos, se fueron a luchar al Este. Yo trabajaba entonces en la tele y hacía reportajes sobre el frente. Nos hemos vuelto a encontrar y la relación continúa".
Bogdana, de 28 años, una de las responsables del centro, nos cuenta que su marido es oficial y estuvo en el Maidán con 22 años y entonces se metió en el ejército. Al regresar de la guerra del Este, trabajó un tiempo en el ministerio de ex combatientes al que ya pertenecía y allí se encontró de nuevo con los demás. Ahora acaba de enrolarse otra vez.
Konstantyn, de 33 años, y Roman, de 38 años, también veteranos de la guerra del Donbás y ahora destinados en la policía nacional militarizada en Kyiv, vienen a buscar material. "Esta tarde, Roman va a enseñarme a pilotar drones de vigilancia. Es bastante peligroso porque los rusos cuentan con equipos que pueden localizar al operador para eliminarlo. Hay que estar listos", dice Konstantyn.
Konstantyn es actualmente teniente, aunque reconoce que no tiene una "gran formación militar", pero sí mucha experiencia: "Tres años, ocho meses y nueve días", precisa, que adquirió entre 2015 y 2018 en diferentes frentes de la región de Donestsk. Volvió al servicio el primer día de la invasión rusa. "No iba a quedarme en casa y, además, como veterano, pertenezco al ejército de reserva", dice.
No estuvo en el Maidán, en Kyiv, sino en la ciudad de Dnipro, donde entonces vivía, cuya plaza central fue también ocupada. "Me enrolé en el ejército después, algo para mí normal en vista de los ataques rusos en el Donbás y la toma de Crimea. Discutí con mi padre. Él es médico, había sido oficial de reserva soviético y no me comprendía. Una cuestión generacional. Para mí, Rusia es otro país, otra cultura, otra mentalidad", explica.
Su amigo Roman trabajaba de cámara en el frente del Este. "Hice ese trabajo durante seis meses y pude ver a nuestros soldados y comprobar sus dificultades. Había que ayudarles. Me apunté al ejército y estuve dos años como soldado", nos cuenta. En la actualidad, Roman participa en intervenciones especiales fuera de Kyiv. "Mañana me voy a Irpin", dice. Estos últimos días ha estado en Boutcha y Hostomel, localidades del noroeste de la capital donde se están librando terribles combates desde hace tres semanas.
"Hemos conseguido hacer retroceder a los rusos más de veinte kilómetros. Es una victoria pero la situación sigue siendo difícil. Los rusos han abandonado mucho material pesado, se ocultan en los bosques y en los pueblos y están sembrando campos de minas, destruyen las casas, buscan comida y tienden trampas. Es muy peligroso", cuenta Roman.
Konstantyn y Roman están convencidos de que el ejército ruso no logrará tomar Kyiv y no podrá hacerse con todo el país. "No soy un experto militar", dice Konstantyn, "pero desde el primer día he pensado que no tienen suficientes efectivos. Y hemos tenido tiempo de transformar la capital en una fortaleza en la primera semana de la guerra. Hemos sido muy activos".
Roman se reafirma en la desorganización del ejército ruso y sus problemas logísticos. "Nosotros tenemos más movilidad y conocemos mejor el manejo de las armas. Además, tenemos a toda una población detrás de nosotros y eso es enorme para la moral y el espíritu de combate", dice. "Para nosotros, esta guerra dura ya ocho años y estamos mejor entrenados".
Konstantyn piensa ya en la posguerra. "Yo he estudiado ciencias políticas, sé por qué combato y por qué tenemos que conseguir la independencia de nuestro país. Habrá que recuperar los territorios del Donbás y no va a ser fácil. Allí la gente está sometida a una increíble propaganda del Krenlim desde hace ocho años. Va a ser necesario un gran planeamiento y muchas inversiones para reintegrar a esa población", afirma.
Estos dos jóvenes tienen que llevar el material a sus brigadas. Están llegando más cajas al centro y una de ellas procede de Israel con unas palabras de apoyo. Mijail, otro militar que defiende el centro, enseña su chaleco antibalas nuevo que viene de Francia.
Todo lo que llega, conservas polacas, trajes de camuflaje, silenciadores de fusil, medicinas, material de protección, etc., saldrá en los próximos días a través de las cadenas logísticas formadas desde hace años por civiles y grupos de apoyo conforme a las necesidades de los militares. Esto explica también la capacidad de resistencia del ejército ucraniano frente a la potencia rusa.
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Traducción de Miguel López
Puedes leer aquí el texto en francés: