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Johnson tiene las manos libres (o casi) para encontrar una salida al embrollo del 'Brexit'

Boris Johnson, este lunes en el Parlamento.

Es triste ver un Parlamento suspendido, contra su voluntad, en medio de una crisis política. El speaker de la Cámara de los Comunes, el conservador John Bercow, que había anunciado su dimisión a primera hora de la tarde, denunció un “golpe ejecutivo”. Un diputado laborista intentó entonces impedirle abandonar el escaño, para bloquear la ceremonia de clausura del Parlamento en la Cámara de los Lores mientras algunos de sus colegas laboristas sostenían hojas de papel en las que se podía leer “Silenced”.

Sin embargo, ni los cuerpos, ni los gritos de “Shame on you” (vergüenza), ni los cánticos de los diputados que permanecieron en los escaños de la Cámara de los Comunes para expresar su desaprobación impidieron la celebración de la ceremonia de “prórroga”. Y a la 1:40 de la madrugada, el silencio se apoderó del Palacio de Westminster.

Ahora, todas las miradas están puestas en Boris Johnson. Derrotado seis veces en la Cámara de los Comunes en seis días, incapaz de lograr que los diputados aprueben celebrara elecciones parlamentarias anticipadas, el primer ministro es paradójicamente más poderoso hoy que ayer. ¿Hasta dónde llegará? Se le ha formulado cien veces la pregunta a un político oportunista que cultiva su cercanía con el presidente estadounidense Donald Trump. Esta semana, la cuestión es especialmente importante y, potencialmente, tiene consecuencias para el Estado de Derecho británico.

El anuncio a finales de agosto de la suspensión del Parlamento ya había enfurecido a los opositores del primer ministro y planteado muchas preguntas sobre el peligro que representa para el sistema democrático británico el sucesor de Theresa May y su entorno. Al amordazar al Parlamento, en medio de la crisis del Brexit y dos meses antes de la salida prevista del Reino Unido de la UE, ¿ha tomado el jefe del Ejecutivo una decisión política muy cuestionable o ha cometido un abuso de poder? Los expertos en derecho constitucional estaban divididos. En primera instancia, los tribunales desestimaron la demanda de los opositores del Gobierno, que entablaron acciones legales en Escocia e Inglaterra. Al parecer, seguía estando permitida la duda.

Pero el fin de semana pasado, las luces pasaron de naranja a rojo. El jueves, el hermano de Boris Johnson, Jo Johnson, dimitió como ministro de Comercio en nombre del “interés nacional”. 48 horas después, la ministra de Trabajo y Pensiones, Amber Rudd, dio un portazo al Gobierno y al Partido Conservador, denunciando los engaños de un poder autoritario. Amber Rudd confirmó la evidencia: el Gobierno es sólo una cáscara vacía. Todo el poder está concentrado en las manos del 10 de Downing Street, donde Dominic Cummings, el exestratega de la campaña del referéndum del Leave, tiene fama de hacer y deshacer a su antojo.

“Boris Johnson no duda en consultar a sus ministros", dijo Amber Rudd, ahora diputada independiente. Los miembros del núcleo duro del Gobierno –el “gabinete”– no fueron preguntados sobre la suspensión del Parlamento. Tampoco se les consulta con respecto a otras decisiones del Gobierno”, dijo esta nueva rival del líder conservador.

En cuanto al Brexit, casi todos los esfuerzos de Boris Johnson y su entorno consisten en preparar una salida sin el acuerdo de la UE. Para aquellos que aún lo dudaban, “dejar a la Unión Europea con un acuerdo ya no es el objetivo principal del gobierno”, denunció Amber Rudd en su carta de dimisión. Ni su salida ni la de los 21 diputados conservadores rebeldes expulsados del partido en un “ataque a la decencia y la democracia” pueden desestabilizar a Boris Johnson.

El líder conservador ciertamente es vulnerable. El jueves pasado, el día de la dimisión de su hermano, durante un discurso en un centro de formación de la policía de Yorkshire, BoJo murmuró y comenzó a pronunciar frases inconclusas. Pero esta aparición mediática también marcó una nueva etapa en la rápida transformación del primer ministro en un líder populista de extrema derecha.

Es muy inusual que un jefe de Gobierno británico hable delante de oficiales de policía uniformados y con viseras negras. Esta instrumentalización de las fuerzas del orden por parte de Boris Johnson provocó reacciones de indignación, en primer lugar por parte del jefe de Policía de West Yorkshire. Downing Street había explicado a John Robins que el discurso se centraría en la contratación de otros 20.000 agentes de Policía. “No se nos había informado de que el discurso se extendería a otros temas antes de que se pronunciara”, se quejó en los medios de comunicación.

En este contexto muy particular, en respuesta a la pregunta de un periodista, el primer ministro dijo que preferiría haber “muerto en una cuneta” antes que pedir a los Veintisiete Estados miembros de la Unión Europea un nuevo aplazamiento. Desde entonces, Boris Johnson ha reiterado en repetidas ocasiones su negativa categórica y absoluta a aplazar la fecha del Brexit, que ya ha sido retrasada dos veces desde la primavera pasada debido a la falta de aprobación por parte de los parlamentarios británicos del acuerdo firmado el pasado mes de noviembre por Theresa May y la UE.

El lunes por la mañana, el 10 de Downing Street confirmaba de nuevo que “el primer ministro no pedirá un aplazamiento [a los Veintisiete]”, a pesar de que la Cámara de los Comunes y la Cámara de los Lores han aprobado una ley contra una salida sin un acuerdo, que requiere que el Ejecutivo solicite un aplazamiento del Brexit si Londres no negocia un nuevo acuerdo de salida de la UE antes del 19 de octubre –una ley aprobada el lunes por la tarde por la reina–.

¿Está Boris Johnson realmente dispuesto a violar el principio del rule of lawrule of law, es decir, el Estado de derecho, haciendo caso omiso de la ley que entró en vigor el lunes? En su visita a Dublín el lunes, el primer ministro trató de darse a sí mismo el estatus de estadista rechazando la hipótesis de un no deal, que sería un “fracaso del proceso de toma de decisiones”, dijo.

El fin de semana pasado, la familia y los amigos de Boris Johnson dieron la impresión de que el primer ministro estaba dispuesto a ignorar o eludir la ley contra el no deal, que en ambos casos es un delito castigado con una dura pena de prisión, según lord Sumption, exmiembro del Tribunal Supremo británico. El ministro del Brexit, Dominic Raab, sugirió que el primer ministro podría pedir a los Veintisiete un nuevo aplazamiento en una carta, al tiempo que acompañaba la misiva con un mensaje que les pedía que ignoraran la solicitud. El diputado Iain Duncan Smith, antiguo líder del Partido Conservador, antiguo ministro y ultraBrexiter, animó públicamente al primer ministro a ponerse del “lado del pueblo” y asumir así el papel de “mártir” del Brexit.

¿Puede Boris Johnson cumplir su palabra en el respeto de la ley? Su margen de maniobra es limitado. Podría dimitir, con la esperanza de que la oposición no conforme un gobierno de coalición y se convoquen elecciones. Sin embargo, desde el punto de vista electoral, ¿cuál sería el precio de este ejercicio de contorsión, que consistiría en abandonar el timón del barco barcodel Gobierno con la esperanza de recuperar un mayor control después de unas elecciones legislativas nacionales?

Para dejar el callejón sin salida, el primer ministro también puede recuperar el acuerdo de salida de la Unión Europea firmado el pasado mes de noviembre por Theresa May y rechazado en tres ocasiones por la Cámara de los Comunes. Por el momento, la idea no ha sido discutida públicamente por Boris Johnson, ni siquiera por su equipo. Pero la prensa británica está recibiendo señales en esta dirección. Periodistas del diario The Guardian y de la BBC afirman que el primer ministro estaría dispuesto a aceptar una versión corregida de la famosa red de seguridad irlandesa, backstop, que debe impedir el retorno de una frontera dura entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda si fracasan las negociaciones sobre las futuras relaciones entre el Reino Unido y la UE.

Después de haber sacado pecho y jugado a señor de la guerra, ¿estaría Boris Johnson finalmente listo para ponerse a trabajar y considerar un compromiso? Este es el nuevo desafío del culebrón del Brexit.

Traducción: Mariola Moreno

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