Israel se juega sus privilegios si la Unión Europea le cierra el grifo económico

El primer ministro israelí Benjamin Netanyahu en una rueda de prensa en Jerusalem.

Martine Orange (Mediapart)

Esta vez, el Gobierno israelí se toma en serio la amenaza. Tras haber sido planteada en numerosas ocasiones durante los últimos dieciocho meses, ahora se hace realidad la posibilidad de suspender o revisar los acuerdos de asociación que vinculan a Israel y la Unión Europea (UE).

En la reunión de ministros de asuntos exteriores celebrada el 20 de mayo en Bruselas, diecisiete países miembros, entre ellos los Países Bajos, Francia, Bélgica, España e Irlanda, apoyaron la propuesta de revisar el acuerdo para oponerse a las múltiples violaciones del derecho internacional y humanitario cometidas por el Gobierno de Benjamín Netanyahu.

Esa mayoría de países aún era incierta al comienzo de la reunión. La propuesta lanzada a principios de mayo por el ministro de Asuntos Exteriores neerlandés, Caspar Veldkamp, había sido acogida con bastante frialdad en Bruselas. Considerando que la situación en Gaza impuesta por las autoridades israelíes no podía quedar sin respuesta, solicitó en una carta a la Comisión que revisara los acuerdos con Israel “con arreglo al artículo 2”, que supone el “respeto de los derechos humanos y los principios democráticos”.

La comisaria a cargo de la diplomacia Europea, Kaja Kallas, hasta entonces muy reacia a emprender cualquier acción contra Israel, dio un giro espectacular durante la reunión. Según informa Le Monde, pudo constatar que países como la República Checa o Polonia, hasta entonces incondicionales defensores de Israel, se sumaban a la petición de sanciones.

En realidad, el acuerdo de asociación entre Europa e Israel expiró oficialmente en enero, pero sigue vigente a la espera de su renovación. A tal efecto, se han iniciado negociaciones dirigidas por un grupo de trabajo dentro de la Comisión. ¿Decidirá esta última continuar las conversaciones a pesar de todo? Por su parte, el Gobierno británico anunció el 20 de mayo que congelaba todas las conversaciones sobre un nuevo acuerdo comercial con Israel, dada la “abominable” situación en Gaza.

El Gobierno israelí, acusado por el candidato de la izquierda , el exgeneral Yaïr Golan, de convertir el país en un “Estado paria”, reaccionó con dureza a esta doble afrenta infligida en el mismo día. En un comunicado, el ministerio de Asuntos Exteriores declaró: “Rechazamos totalmente esa orientación, que refleja una incomprensión total de la compleja realidad a la que se enfrenta Israel y anima a Hamás a mantener sus posiciones”.

Un estatus especialmente favorable

El cuestionamiento de este acuerdo de asociación podría suponer un duro golpe para Israel. Este acuerdo le permite disfrutar del estatus más favorable para un país no miembro de la Unión Europea. Basado en el libre comercio total —con algunas restricciones al comercio agrícola— y la libre circulación de capitales entre ambos socios, se completó posteriormente con otros acuerdos sobre telecomunicaciones, investigación y tecnología, así como asociaciones con algunos programas europeos como Galileo (programa europeo de geolocalización) o Erasmus (programa de intercambio de estudiantes).

Las relaciones entre ambos socios son tan estrechas que, tras los acuerdos de Oslo, algunos responsables israelíes llegaron a plantearse la adhesión de Israel a la UE. El proyecto se abandonó rápidamente debido a múltiples obstáculos. Sin embargo, los lazos no han dejado de reforzarse a lo largo de los años. En 2024, el comercio entre ambas partes ascendió a 42 600 millones de euros, según Eurostat.

Europa se ha convertido en el principal socio comercial de Israel. El mercado europeo absorbe por sí solo casi una cuarta parte de las exportaciones israelíes. El año pasado, Israel exportó a Europa por valor de unos 17.000 millones de euros. Los productos agrícolas representan una parte marginal en comparación con las exportaciones industriales.

Los fabricantes israelíes venden a los países europeos maquinaria, productos químicos y farmacéuticos. El grupo israelí Teva Pharmaceutical, especializado en el desarrollo y la producción de medicamentos genéricos, figura entre los veinticinco primeros grupos farmacéuticos mundiales. Cuenta con numerosas filiales en Europa, entre ellas una en Francia.

Vínculos mucho más allá del comercio

Pero el verdadero punto fuerte de las exportaciones israelíes a Europa son los componentes o sistemas electrónicos y todos los sistemas operativos informáticos que los acompañan. Tras haber obtenido la posibilidad de trabajar sin ningún obstáculo en el mercado europeo de las telecomunicaciones, los fabricantes de esos equipos se han implantado en todo el Viejo Continente. Ahora se suman a ello los ámbitos de la inteligencia y la inteligencia artificial. El software espía Pegasus ha ganado muchos adeptos en Europa.

Israel es el mayor beneficiario, fuera de los países de la Unión, del programa Horizon Europe, un programa de financiación dedicado a la investigación y la innovación. Parte de esa financiación parece destinarse al desarrollo de nuevos drones, lo que contraviene la normativa europea que prohíbe la financiación exterior de tecnologías de guerra.

La Comisión Europea tenía la intención de profundizar aún más las relaciones con Israel en los últimos meses. Con el fin de diversificar las fuentes de suministro energético tras la guerra en Ucrania, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, inició conversaciones con el Gobierno israelí a finales de 2023 para poder comprarle gas en los próximos años. Recientemente se ha descubierto un importante yacimiento de gas en el mar e Israel tiene la intención de explotarlo lo antes posible, tanto para sus propias necesidades como para reforzar sus exportaciones. Se encuentra justo frente a las costas de Gaza.

Para la Unión Europea, el mercado israelí solo representa una parte ínfima de su comercio exterior

Para Israel, el riesgo de que se le cierre el mercado europeo puede suponer una pérdida irrecuperable para su economía. Sobre todo porque, al mismo tiempo, el gobierno de Netanyahu, a pesar de las “excelentes relaciones” que se supone que mantiene con Donald Trump, se ha visto obligado a pagar desde el 2 de abril aranceles del 17 % sobre sus exportaciones a Estados Unidos.

Para la UE, en cambio, el mercado israelí solo representa una parte ínfima de su comercio exterior. En 2024, las exportaciones europeas a Israel ascendieron a 26.600 millones de euros, lo que supone apenas el 1 % del total de sus ventas al extranjero. Europa vende principalmente productos industriales, en particular automóviles, material y equipos de transporte y productos químicos.

Las exportaciones europeas de armamento y material militar , aunque suelen ser denunciadas por las ONG, son muy reducidas ya que Israel compra la casi totalidad de su equipamiento militar a Estados Unidos. En 2024, esas ventas representaron oficialmente 71 millones de euros, lo que supone, no obstante, un aumento del 255 % con respecto al año anterior.

Irlanda y España ya han anunciado la suspensión de todas las exportaciones de material militar o municiones a Israel. En las últimas semanas, el Gobierno neerlandés ha endurecido las condiciones de exportación a Israel, prohibiendo toda venta de material que pueda ser utilizado por el ejército israelí en Gaza.

Si la UE decidiera suspender el acuerdo de asociación con Israel, el alcance de estas sanciones sería mucho más político que económico para Europa.

El riesgo de un limbo indefinido

A pesar del voto de los diecisiete países a favor de una revisión de la asociación, la Comisión Europea ha mostrado hasta ahora una pasividad poco habitual hacia el gobierno de Netanyahu. Ursula von der Leyen nunca ha condenado las acciones del primer ministro israelí, ni siquiera la prohibición de distribuir ayuda humanitaria en Gaza desde hace más de dos meses.

Algunos observadores creen que la Comisión Europea no podrá esta vez ignorar los llamamientos de la mayoría de los Estados miembros para que se adopten sanciones contra Israel. Pero otros temen que aproveche la enorme capacidad de paralización del aparato europeo para bloquear cualquier medida coercitiva contra Israel.

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Se necesitan seis meses desde la denuncia de los acuerdos para que la medida entre en vigor. Y esta denuncia debe ser aprobada por unanimidad de los Estados miembros. De antemano, todos esperan que el húngaro Viktor Orbán, que ha reforzado sus lazos últimamente con Netanyahu, obstaculice el proceso.

Un nuevo acuerdo de asociación con Israel, si llega a aprobarse, también debe ser adoptado por unanimidad para entrar en vigor. Una unanimidad que, en este momento, parece imposible de alcanzar. Existe un gran riesgo de que la Unión Europea navegue durante mucho tiempo en un limbo indefinido, permitiendo al gobierno israelí eludir cualquier sanción.

Traducción de Miguel López

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