La OTAN sigue buscando cómo hacer frente a las incursiones de drones rusos

Justine Brabant (Mediapart)

Cuando se trataba de defender Ucrania, Boris Johnson rara vez era considerado tímido. Bajo su mandato, el Reino Unido fue el primer país europeo en enviar armas a Kiev, ya en enero de 2022. El ex primer ministro considera que habría que enviar tropas europeas a Ucrania ya mismo, sin esperar al alto el fuego y sin el visto bueno del Kremlin. Su firme apoyo le ha valido calles con su nombre en varias ciudades ucranianas.

Pero tras la destrucción por parte de la OTAN de drones kamikazes rusos que entraron en Polonia (el primer enfrentamiento militar directo de la OTAN con Rusia desde la invasión de Ucrania en 2022), Boris Johnson ha adoptado un tono menos habitual en él: el de la moderación. “¿Qué habría que hacer? ¿Que la OTAN lanzara una respuesta termonuclear? Venga...”, moderó , interrogado por un medio de comunicación ucraniano, The Kyiv Independent, sobre la forma en que la alianza militar debería responder a estas incursiones.

“¿No vivimos en un mundo en el que Rusia puede atacar a un país de la OTAN y salirse con la suya, sin ser castigada por ello? ¿No es eso lo que ocurrió la semana pasada?”, insiste el periodista de The Kyiv Independent, Chris York. “No. No lo creo”, replica el exdirigente británico, para quien la respuesta de los treinta y dos países miembros de la OTAN, que consistió básicamente en destruir los drones considerados amenazantes y reforzar las patrullas aéreas en la región, “fue la correcta”.

La conversación ilustra el debate, a veces alimentado por malentendidos, que agita a los Estados miembros y a sus socios (entre ellos Ucrania) sobre la mejor manera de responder a las intimidaciones del ejército ruso.

Por un lado, algunos consideran que la salva de drones que entró en Polonia en la noche del 10 de septiembre es una señal de que la OTAN no ha reaccionado con suficiente fuerza hasta ahora y, por lo tanto, ya no intimida a Rusia, que sigue llevando más lejos sus provocaciones. Para los defensores de esta línea, es hora de reaccionar con más firmeza para evitar acciones aún más hostiles.

En el otro extremo del espectro de reacciones, un bando más “comedido” considera que estas provocaciones no son tan nuevas, que la OTAN está acostumbrada a gestionarlas y que no hay que precipitarse con una reacción militar demasiado fuerte, ya que se correría el riesgo de reforzar la narrativa de Vladimir Putin de que la Alianza es responsable de todos los males.

El artículo 4, una advertencia

Por el momento, la OTAN ha optado por la línea de la “moderación”. Aunque ha condenado sin ambages el “ataque sin precedentes” contra Polonia (y otra incursión de un dron ruso en Rumanía unos días más tarde), los Estados miembros han optado por responder con decisiones militares y diplomáticas bastante convencionales: convocar a los embajadores rusos para pedirles explicaciones y enviar refuerzos —entre ellos tres aviones Rafale franceses— para detectar e interceptar los drones rusos en el marco de una operación denominada Centinela Oriental.

Los temores de una ampliación del conflicto por el juego de las alianzas, a menudo objeto de debate desde la invasión de Ucrania en febrero de 2022, también se disiparon, sobre todo, cuando Polonia anunció que recurriría al artículo 4 de la Carta de la OTAN.

A diferencia del artículo 5, que organiza la solidaridad entre aliados tras un “ataque armado”, el artículo 4 prevé “consultas” entre los miembros en caso de amenaza a “la integridad territorial, la independencia política o la seguridad” de uno de ellos.

Donald Trump relativizó la gravedad del problema, evocando un posible error del ejército ruso

“Activar el artículo 4 es una advertencia: se dice que se va a reaccionar sin activar el artículo 5. Es un símbolo de solidaridad, una forma de decir que nos lo tomamos muy en serio y, al mismo tiempo, una forma de moderación”, explica la historiadora Jenny Raflik Grenouilleau, profesora de la Universidad de Nantes.

El presidente de la principal potencia militar de la alianza, Estados Unidos, llegó a convencer, como si fuera necesario, de que la OTAN no iba a embarcarse en una escalada mortal. Tras fingir sorpresa (“¿Qué está pasando con Rusia, que viola el espacio aéreo polaco con drones?”), Trump relativizó la gravedad del problema, aludiendo a un posible “error” del ejército ruso.

Un apoyo masivo a Varsovia

¿Fue una reacción adecuada? Por mucho que el embajador de Estados Unidos ante la OTAN intentara remediar la situación reafirmando que su país defendería “cada centímetro cuadrado” del territorio de la Alianza, el daño ya estaba hecho, según algunos.

El episodio demostró que “la Casa Blanca no estaba interesada ni en condenar la acción rusa ni en confirmar su compromiso con la defensa de la OTAN”, opina el exembajador americano ante la OTAN, Ivo Daalder. Para el diplomático, la respuesta de la OTAN a los ataques con drones rusos fue “débil”: si quiere tranquilizar a sus miembros, la Alianza “puede y debe hacerlo mejor”, defiende.

Otros observadores son menos severos. Para Amélie Zima, investigadora del Instituto Francés de Relaciones Internacionales (Ifri), el debate sobre las declaraciones de Donald Trump y sobre el coste de los misiles utilizados para destruir los drones rusos no debe ocultar el enorme apoyo internacional conseguido por Varsovia.

Este apoyo se ha manifestado, en particular, en la declaración conjunta de unos cincuenta países. El texto, que denuncia “una nueva violación flagrante del derecho internacional y de la Carta de las Naciones Unidas por parte de la Federación de Rusia”, ha sido firmado por Estados Unidos, así como por Hungría y Eslovaquia, cuyos dirigentes son conocidos por su reticencia a imponer sanciones a Moscú.

En solo unas horas, “esas dos correas de transmisión [del Kremlin, ndr] en Europa rompían su solidaridad”; China, otro socio de Moscú, se distanció al declararse opuesta a “cualquier expansión o escalada del conflicto”; y “Rusia no ha logrado romper el régimen de cohabitación en Polonia, donde el ejecutivo polaco se ha mostrado más unido que nunca”, enumera Amélie Zima.

Disuasión: ¿hay que pasar al siguiente nivel?

Más allá de esas reacciones diplomáticas, se ha iniciado el debate sobre la respuesta militar de la OTAN: ¿es la adecuada? ¿Es suficiente su anuncio sobre el refuerzo de su defensa antiaérea? “Hemos olvidado lo que significa disuadir”, se queja Stéphane Audrand, oficial de reserva y consultor en riesgos internacionales. “Se trata de una agresión manifiesta, pero se está dejando que cale en la mente de mucha gente, incluida la población europea, la idea de que un ataque con drones no es realmente una agresión armada”, afirma en declaraciones a Mediapart.

El ataque con drones del 10 de septiembre fue solo el último de una larga lista. Desde febrero de 2022, se han registrado unos cincuenta casos de violaciones del espacio aéreo de países situados en la frontera occidental de Ucrania. Rumanía es uno de los países más afectados: los drones rusos se han estrellado allí al menos doce veces entre septiembre de 2023 y marzo de 2025, según recoge el medio de comunicación ruso (con sede en Lituania) Riddle.

Tanto si estas violaciones son intencionadas como si se trata de drones “extraviados”, el hecho de que Moscú no se moleste en evitar que se produzcan este tipo de incidentes “es un problema en sí mismo”, coincide el investigador Yohann Michel (Universidad Lyon 3). Según él, esto significa que los Estados miembros de la OTAN “tienen un gran problema de disuasión”.

Sin represalias más contundentes, como por ejemplo atacar las instalaciones rusas desde las que se lanzan los drones, la OTAN estaría enviando la señal de que Moscú “puede seguir agrediéndola eligiendo el día, la hora y los medios, sin sufrir nunca ningún daño a cambio”, argumenta Stéphane Audrand.

“El simple hecho de aumentar el nivel de alerta y la presencia puede calmar los ánimos”, opina por el contrario el exsecretario general adjunto de la OTAN, Camille Grand. Recuerda cómo, a mediados de la década de 2000, la Alianza Atlántica supo gestionar las “violaciones constantes” del espacio aéreo de los países bálticos por parte de aviones rusos mediante la puesta en marcha de patrullas aéreas y sin necesidad de mostrar una agresividad exagerada.

“La OTAN reaccionó. Se mostró bastante unida y no se limitó a hablar de ‘incidentes’, como había ocurrido en el pasado”, señala Camille Grand, que desde hace poco es secretario general de la Asociación de industrias aeroespaciales, de seguridad y de defensa (ASD), el lobby europeo de defensa. ¿Será eso suficiente para que los poderes políticos y militares rusos, que “se saben de memoria” esta “gramática de la disuasión y las fricciones”, pongan fin a esas provocaciones? “Ya veremos: si continúan, habrá motivos para preocuparse”, prosigue Camille Grand.

Cada vez que ha habido un riesgo de entrar en el terreno del artículo 5, Rusia ha optado por la desescalada

Esa es también la posición del gobierno francés. Las medidas adoptadas hasta ahora por los treinta y dos Estados miembros constituyen una “respuesta firme y creíble”, defiende una fuente diplomática francesa. Para Francia, no hay razón para precipitar la escalada: las “pruebas” con drones del Kremlin no ponen en duda el hecho de que ni Moscú ni Washington y sus aliados desean una confrontación abierta.

“Cada vez que ha habido riesgo de confrontación con un país de la OTAN, que se corría el riesgo de entrar en el terreno del artículo 5, Rusia ha optado por la desescalada”, justifica la misma fuente. “Del mismo modo, los aliados se han preocupado de ayudar a Ucrania sin entrar en una dinámica de confrontación con Rusia.” Si, por el contrario, a pesar de las condenas de la OTAN, “la situación se repitiera y se multiplicara”, entonces “entraríamos en otro terreno”, advierte la misma persona.

Debate sobre la protección del espacio aéreo ucraniano

Quienes piden una respuesta más firme a las provocaciones de Moscú proponen una solución: proteger todo o parte del espacio aéreo de Ucrania. Según explican, esta solución tendría la doble ventaja de salvar vidas ucranianas e interceptar los drones (o incluso los misiles) rusos antes de que penetren en el espacio aéreo de los países de la OTAN.

Hay una petición en la que se insta al presidente francés y al primer ministro británico a que “utilicen sus medios aéreos y logísticos para proteger el espacio aéreo ucraniano”. Ha sido firmada por 50.000 personas.

Pero ese escudo aéreo “no podría ser una iniciativa” de la Alianza Atlántica: “La OTAN es una organización muy defensiva, muy regulada”, explica el diputado (MoDem) Frédéric Petit, uno de sus impulsores. El político prefiere verlo como “algo nuevo, una especie de golpe sobre la mesa bien medido y bien documentado”.

Para enviar señales de fuerza, hay que estar seguros de disponer de los medios materiales: es una cuestión de credibilidad

Incluso si París y Londres decidieran dar este espectacular paso, ¿tendrían los medios para hacerlo? “Los europeos se han colocado durante mucho tiempo bajo el escudo de Estados Unidos y se han dejado despojar de los medios esenciales para garantizar su propia defensa. Se encuentran en una situación de dependencia”, objeta Jenny Raflik Grenouilleau. La historiadora advierte: “Políticamente, sería peligroso anunciar una zona de exclusión aérea si no se pudiera implementar. Para enviar señales de fuerza, hay que estar seguros de disponer de los medios materiales: es una cuestión de credibilidad”.

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Como era de esperar, la idea ha sido muy bien recibida por los ucranianos. Sin hacerse ilusiones sobre su posible realización, algunos señalan apretando los dientes que, en la vida real y hasta que se demuestre lo contrario, no es “la OTAN la que protege el cielo de Ucrania”, sino “Ucrania la que protege el cielo de la OTAN».

 

Traducción de Miguel López

Cuando se trataba de defender Ucrania, Boris Johnson rara vez era considerado tímido. Bajo su mandato, el Reino Unido fue el primer país europeo en enviar armas a Kiev, ya en enero de 2022. El ex primer ministro considera que habría que enviar tropas europeas a Ucrania ya mismo, sin esperar al alto el fuego y sin el visto bueno del Kremlin. Su firme apoyo le ha valido calles con su nombre en varias ciudades ucranianas.

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