Putin comienza una purga en su propio entorno por los errores cometidos en la invasión de Ucrania

Una pancarta con la imagen de Vladimir Putin, mimetizado como Adolf Hitler, cuelga de una casa en la Plaza de la Libertad de Poznan, en Polonia.

Matthieu Suc (Mediapart)

Agentes del FSB (antes KGB) arrestando a generales y camaradas...del FSB. Las dificultades que se ha encontrado el ejército ruso en su guerra contra Ucrania han llevado a Vladimir Putin a asestar un golpe en el seno mismo del servicio que ha dirigido y en el que se apoya desde hace veinte años para asegurar su poder. 

El 11 de marzo, Irina Borogan y Andrei Soldatov, periodistas de investigación de Agentura, una web especializada en servicios secretos rusos, han revelado que el general Serguei Beseda y su adjunto Anatoly Bolyukh han sido arrestados y puestos bajo “residencia vigilada”. Al día siguiente, The Times confirmó la información citando al militante ruso de derechos humanos Vladimir Osechkin, según el cual agentes del FSB habrían realizado registros en los domicilios de una veintena de colegas “sospechosos de haber mantenido contactos con periodistas”. 

Esta purga en marcha es prueba de la furia creciente desatada por el presidente ruso contra sus servicios secretos por las informaciones elaboradas antes de la invasión de Ucrania. “Putin al fin ha comprendido que había sido inducido a error”, responde Andrei Soldatov a las preguntas de Times.

En los días anteriores a su revelación, Soldatov ya había afirmado que los informes elaborados por el FSB sobre Ucrania eran “simplemente incorrectos, lo que explica en parte por qué las cosas han ido tan mal para Rusia”. Así, el general Serguei Beseda y su adjunto Anatoly Bolyukh han sido acusados de utilización abusiva de fondos operativos destinados a actividades subversivas y sobre todo de haber elaborado una inteligencia mediocre. 

Desde al menos la semana pasada, los servicios de inteligencia franceses han constatado los fallidos análisis rusos antes de la guerra. “Putin, está claro, ha subestimado la resistencia ucraniana, la reacción europea y la resistencia de su propia sociedad civil”, dice un alto mando de la inteligencia francesa. 

Putin, que ha llegado a la misma conclusión, ha obrado en consecuencia. A su manera, de forma abrupta, sin pararse a pensar en su propia responsabilidad. 

Los servicios secretos rusos, en su mayor parte, no estaban al corriente del proyecto de invasión. “Visto cómo han reaccionado, no estaban preparados para ese escenario”, estima la citada fuente. Según nuestras informaciones, el SVR (Sloujba Vnechnei Razvedki, el servicio de inteligencia exterior ruso) estaba apartado del asunto. Su jefe, Serguei Narichkin, fue zarandeado por Putin durante un consejo de seguridad nacional retransmitido por la televisión rusa tres días antes de lanzar la ofensiva. El presidente ruso le instó a que aprobara la independencia de las repúblicas de Donetsk y de Lugansk, los territorios pro-rusos en Ucrania.

En cuanto a los que sí estaban en los preparativos, los agentes de la Quinta Dirección del FSB dirigida por Beseda y Bolyukh, al parecer se limitaron a decir a Putin lo que quería oír. Un problema suscitado por Andrei Soldatov: “No podemos excluir la posibilidad de que la inteligencia obtenida sobre el terreno era de hecho muy buena”. Pero no los resultados que esperaban y nadie tuvo el valor de cargar con la tarea de dar las malas noticias al dictador

Espías dedicados a “países cercanos”

No es esta la menor contradicción en esta oleada de arrestos. Vladimir Putin carga su ira contra sus hombres y contra un servicio que le es propio. La partición de los servicios secretos de la era post soviética es simple en teoría. Al FSB, la seguridad interior, la lucha antiterrorista y el contra-espionaje. Al SVR, la inteligencia exterior. Al GRU (superviviente de la era bolchevique y hace poco rebautizado GU) la inteligencia militar.

Aunque el FSB sea un servicio de seguridad interior, lo mismo que el FBI y la DGSI, fue autorizado a llevar a cabo operaciones en el extranjero a finales de los años 90, cuando Putin era su director. Para ello se creó una nueva dirección, la Quinta, encargada de espiar y reprimir la agitación política en los países que su director, Putin, consideraba que formaban aún parte de la esfera de influencia de Rusia.

Cuando las “revoluciones de colores”, en los años 2000, sacuden Georgia y luego Ucrania, son los oficiales de la Quinta Dirección los que son enviados para promocionar a políticos favorables al Krenlim, y desde prácticamente los primeros años esa dirección estuvo mandada por el general Serguei Beseda. Este imponente general, de pelo negro, que ahora tiene 68 años, antes de llevar esa dirección había servido en la guardia pretoriana encargada de la seguridad de un Putin que acaba de ser elegido presidente.

Entre las hazañas que se conocen del departamento de información operativa (DOI), su brazo armado, está la de un falso informe atribuido a los servicios de seguridad ucranianos que sugiere que Kiev había financiado a la oposición en Turkmenistán para sabotear los vínculos entre esas dos repúblicas de la ex URSS. Incluso el SVR se creyó la autenticidad del documento, para regocijo de Beseda, orgulloso de haber engañado de paso a otro servicio secreto ruso.

Años más tarde, el 20 y 21 de febrero de 2014, Serguei Beseda se encontraba en Kiev cuando cayeron a tiros varias decenas de manifestantes desarmados en la plaza Maidán. Dos meses después, Ucrania solicitó oficialmente a Rusia poder interrogar al general Beseda “en el marco de un procedimiento penal sobre los crímenes cometidos en Kiev con ocasión de los acontecimientos de masas de ese período”. El FSB respondió que el jefe de la Quinta Dirección efectivamente estaba en Kiev esos días pero para comprobar que la embajada rusa estaba correctamente protegida. Desde entonces, Beseda figura en las listas de sanciones de los Estados Unidos y de la Unión Europea, lo que no le ha impedido, más bien lo contrario, contar con la confianza de Putin...hasta estos últimos días.

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 Para ayudarle en sus tareas de espionaje, Beseda tenía entonces como adjunto a Anatoly Bolyukk, de 66 años, que le sucedió como jefe del DOI. Tras seguir sus carreras la misma trayectoria dentro de la Quinta Dirección, una terminará por arrastrar a la otra en su caída, llevándose por delante a algunos de sus hombres. Pero los espías del FSB no son los únicos en el aparato del Estado que van a sufrir las consecuencias de esta invasión mal planificada. La semana pasada, Oleksiy Danilov, jefe del Consejo de Seguridad ucraniano, ha afirmado que, según le consta, “alrededor de ocho” altos mandos del ejército ruso han sido destituidos desde el inicio de la guerra. 

Traducción de Miguel López.

Texto en francés:

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