“¿Refugiados? Sí, hay algunos en el barrio: se alojan en casa de una china. Está muy cerca de aquí: la siguiente calle a la izquierda, la primera casa, la de color amarillo pálido”. En esta tarde de otoño, la luz se atenúa rápidamente y el anciano que nos responde tiene prisa.
A finales de mayo, el asesinato de un “migrante” despertó la inquietud de los habitantes de este suburbio apartado de Belgrado, cerca del aeropuerto: fue encontrado muerto un hombre, apuñalado, “bañado en un charco de sangre”, según los medios de comunicación serbios. ¿Se trataba de un ajuste de cuentas entre bandas rivales de traficantes?
Surge la pregunta porque la zona es conocida por las diversas viviendas de bajo precio alquiladas por los traficantes, que alojan allí a sus clientes antes de introducirlos en la Unión Europea a través de Hungría o Croacia. Pero es imposible saber más datos: el caso se silenció rápidamente y nuestras preguntas al ministerio del Interior quedaron sin respuesta.
Desde principios de año, en Serbia ha aumentado considerablemente el número de muertes violentas de migrantes: una en un tiroteo con la policía en la frontera con Croacia, dos en peleas con armas blancas al sur de Belgrado, sin contar los heridos, pero también dos cadáveres descubiertos en el bosque cerca de Hungría.
“Varias bandas se disputan el control del mercado”, analiza Milica Švabić, jurista de la ONG KlikAktiv, para explicar este recrudecimiento de la violencia que las autoridades intentan ocultar. Sin duda porque contradice el discurso oficial, según el cual la migración irregular ya no es un problema. Belgrado puede además basarse en las cifras oficiales de la agencia europea Frontex, que indican una caída de más del 90 % en los cruces ilegales de las fronteras exteriores de la Unión Europea (UE) por la ruta de los Balcanes, tras el pico de 2022.
“La UE y los países balcánicos tienen mucho interés en alegrarse de este fuerte descenso: valida las enormes inversiones realizadas en los últimos años en la supuesta seguridad de las fronteras”, señala el investigador y activista humanitario Stevan Tatalović. “Pero, en realidad, nadie sabe cuántas personas utilizan hoy en día la ruta de los Balcanes.”
Este especialista en asilo y control de fronteras recuerda que en los centros gestionados por el Estado serbio solo se registra una pequeña minoría de exiliados, lo que sirve de base para el establecimiento de las estadísticas nacionales. “Solo los más vulnerables acuden allí por voluntad propia, cuando están heridos o se quedan sin dinero. Los demás son llevados a la fuerza por la policía.”
Los traficantes que "se encargan de todo"
Los exiliados se han vuelto invisibles sobre todo en la ruta de los Balcanes, ahora dividida, para mayor discreción, en una multitud de itinerarios. Las junglas que proliferaban han desaparecido casi por completo, aunque todavía quedan muchos rastros de su paso: “La ropa, zapatos, mochilas, papeles, fotos, gafas, cochecitos y pañales que encuentran los excursionistas no son basura, sino huellas de la brutalidad del régimen fronterizo europeo”, estimaba a finales de 2024 la red croata Gradovi-utočišta (“Ciudades refugio”).
La mayoría de las personas que cruzan los Balcanes sin papeles son alojadas en viviendas anónimas y transportadas en vehículos privados hasta los puntos de paso. “Los traficantes se encargan de todo e incluso les desaconsejan hablar con los trabajadores humanitarios, haciéndoles creer que estamos confabulados con la policía”, lamenta Milica Švabić. “Al aislarlos, los ponen en una situación de total dependencia, lo que da pie a todo tipo de malos tratos imaginables.”
Los riesgos que se corren para escapar de las autoridades se materializan concretamente en las tumbas con la inscripción “NN”, por nomen nescio (nombre desconocido), cada vez más numerosas en los cementerios, especialmente cerca de las fronteras. Hay varios cientos, quizá más, según las ONG, que lamentan que no se disponga de estadísticas oficiales.
“Durante años, todo el mundo decía que la ruta de los Balcanes era mucho más segura que la del Mediterráneo, a pesar de las devoluciones y la violencia policial. Paradójicamente, la llegada de Frontex la ha hecho más peligrosa”, insiste Stevan Tatalović.
Los traficantes son cada vez más violentos y, entre otras cosas, multiplican los secuestros para extorsionar a las familias. En Bosnia-Herzegovina, la banda afgana BWK ha dado mucho que hablar: sus miembros, muy jóvenes, están acusados de haber secuestrado y torturado a decenas de exiliados. Tres de ellos han sido juzgados y condenados a veintidós meses de prisión firme por tráfico de migrantes.
“Solo vemos la punta del iceberg”, asegura Silvia Maraone, una trabajadora humanitaria italiana que lleva mucho tiempo en Bosnia-Herzegovina. “Los refugiados no hablan de la mayor parte de los actos violentos porque necesitan a los traficantes para continuar. Ya no se puede cruzar la frontera por la ruta de los Balcanes sin esos grupos criminales: mantienen un mercado cautivo basado en el miedo”, añade.
Los traficantes son expertos en el arte del marketing digital
Señala que su modus operandi es el mismo que en Libia. “En los Balcanes son principalmente bandas afganas, mientras que en Libia son libios. Pero el sistema es el mismo: te secuestran, te torturan, te violan, te rompen los huesos y envían los vídeos a tus familias para pedirles rescates de 3.000 o 4.000 euros. Puede parecer poco, pero para ellos es mucho dinero. Una vez que las familias pagan, las personas son liberadas. Las transferencias se realizan a través de cuentas de Western Union o MoneyGram.”
La policía local no parece muy preocupada por esas historias. “El año pasado acompañamos a una persona que quería presentar una denuncia tras haber sido secuestrada y haber sufrido abusos sexuales. Pero en la comisaría se rieron en su cara”, cuenta Snežana, una treintañera que dirige la delegación serbia del colectivo No Name Kitchen, presente a lo largo de toda la ruta de los Balcanes.
Para ponerse en contacto con los traficantes basta con buscar en TikTok. La red social está repleta de cuentas y contenidos que los promocionan. “Estas personas son expertas en el arte del marketing digital”, reconoce Miodrag Jevtić, coordinador de Médicos Sin Fronteras en Serbia. Ahí se pueden ver vídeos que muestran a un hombre cortando con unas tenazas la alambrada que separa Hungría de Serbia o encontrar promociones, como la de este joven que posa sentado debajo de un tren con el comentario “Ahorra 50 £, es decir, 200 para una familia de cuatro”. Algunas cuentas incluso ofrecen servicios dignos de agencias de viajes: paquetes desde Peshawar (Pakistán) a Londres o desde Serbia a Italia, con un vídeo que muestra el medio de transporte que se utiliza en cada etapa: coche, autocaravana, autobús, tren.
Algunos muestran a sus clientes satisfechos y a sus ayudantes sobre el terreno, como @radwansosi, un marroquí afincado en Turquía según su biografía, que ofrece “entregas a Bulgaria, Serbia y Austria”. Otros dejan directamente su número de teléfono, a menudo con el prefijo +90, el de Turquía. También hay quienes presumen de su éxito posando ante famosos monumentos europeos y ofreciendo a sus seguidores, que pueden llegar a ser decenas de miles, sus sabios consejos para una emigración exitosa.
Tarifas exorbitantes
Las bandas no dudan en presumir, firmando sus vídeos y adornándolos con emojis de ninjas, coronas, águilas o rifles de asalto para mostrar su fuerza. Los BWK siguen presentes, a pesar de las condenas de algunos de los suyos, pero hay muchas otras bandas: 313, 511, 400-59, Prince Jalal, AK-47, Afg01, Rambo o Wolf DZ, etc.
Alaban el poder de sus armas, sus ganancias, sus conexiones con bandidos locales (un afgano del 511 se graba con albaneses de Kosovo) y se burlan abiertamente de las policías europeas. Sus innumerables vídeos dan a entender, además, que les pasan masivamente —familias enteras o furgonetas repletas— y confirman que operan abiertamente en los campamentos oficiales.
Hemos preguntado a Frontex cómo se lleva a cabo la vigilancia en las redes: su portavoz explica que la agencia debe actuar “respetando la legislación de la UE, en particular en materia de protección de datos personales”, y que “no tiene competencia para vigilar las redes sociales”. Las acciones de sus aproximadamente 700 agentes desplegados en los Balcanes Occidentales (Serbia, Kosovo, Macedonia del Norte, Albania, Montenegro y Bosnia-Herzegovina) se centran, por tanto, únicamente en el terreno, con el fin de “gestionar eficazmente las fronteras de Europa, protegiendo al mismo tiempo a las personas que las cruzan y a quienes las custodian”.
Ruta de los Balcanes: tarifas de los traficantes
TikTok sirve de escaparate para los traficantes, pero los intercambios continúan de forma más discreta en aplicaciones clásicas como Snapchat, WhatsApp o Telegram, utilizando mensajes efímeros para no dejar rastro. Así nos lo confirmaron unos marroquíes con los que nos encontramos en Belgrado. “En una ocasión decidí tirar mi teléfono cuando la policía me detuvo”, confiesa uno de ellos.
Un grupo de unos quince jóvenes de entre 17 y 34 años ha venido a descansar y a recoger algo de ropa de abrigo a las instalaciones de Info Park, la última organización de la capital serbia que dispone de un espacio de acogida abierto a los exiliados. Después de pasar aproximadamente una semana escondidos en una “jungla” a las afueras de la capital serbia, esperan su traslado “a lo largo del día» a la frontera húngara.
“Son 15 euros por noche bajo un techo, pero como no teníamos suficiente, tuvimos que dormir fuera”, cuenta Hamza, originario de Fez. Este asistente veterinario se decidió a marcharse solo, a pesar del embarazo de su mujer. “La falta de trabajo y el endurecimiento de la represión política”, justifica, antes de añadir: “Mi hija nacerá dentro de tres meses”. Para entonces, espera haber llegado a Francia, donde tiene familia, “en Niza, Marsella y Burdeos”.
20.000 euros para ir de Afganistán a Alemania es una cantidad enorme. ¿Quién puede permitírselo?
“En Serbia pagué una tarifa fija por tres intentos de game [expresión que se refiere al cruce ilegal de fronteras, ndr], pero todos fracasaron”, explica. “Tuve que esperar a que mi familia me enviara dinero para volver a intentarlo. Rezo para que esta vez funcione”.
Desde 2023 se han disparado los costes de los cruces a causa del refuerzo de los controles fronterizos vinculado al despliegue de Frontex en todos los Balcanes Occidentales y a la entrada de Croacia, Bulgaria y Rumanía en el espacio Schengen. “20.000 euros para ir de Afganistán a Alemania es una cantidad enorme. ¿Quién puede permitírselo?”, se pregunta Milica Švabić. Según los testimonios recopilados por su ONG, KlikAktiv, y confirmados por otros, cada vez más exiliados son explotados, incluso sexualmente, para pagar sus deudas y continuar su viaje.
Las autoridades miran para otro lado
¿Qué hacen los Estados de la ruta de los Balcanes para luchar contra las redes de traficantes? “No mucho”, responden al unísono las organizaciones humanitarias, que comparten la misma conclusión: se producen algunas detenciones, pero siempre son los peones los que caen. “Los jefes tienen pasaportes europeos y se burlan de las fronteras”, señala Stevan Tatalović, refiriéndose también a los vínculos con las redes criminales locales.
En todas partes, las autoridades repiten el mismo discurso: los Balcanes son solo una tierra de tránsito. El mensaje va dirigido tanto a la opinión pública, en plan “no se preocupen”, como a los exiliados, para hacerles entender que su lugar no está allí. Desde 2008, Serbia solo ha concedido asilo a 118 personas, de las cuales solo una en 2025. En esas condiciones, ¿cómo sorprender que los campos oficiales estén hoy casi vacíos y que las actividades de los traficantes prosperen?
La historia de K. y A. es un triste ejemplo de ello: esta pareja de baluches iraníes fue rechazada, a pesar de que su expediente recogía diversas persecuciones. Recurrieron, pero también se pusieron en contacto con “la mafia”, como ellos dicen, para intentar seguir. Pero la policía croata y luego la húngara los detuvieron y los devolvieron a Serbia.
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En cuanto a las ONG, cada vez les resulta más complicado cumplir su misión. No solo se criminalizan sus actividades, sino que su número se reduce drásticamente en la ruta de los Balcanes. La causa es la caída de la financiación internacional, indexada a las estadísticas oficiales de pasos fronterizos. “Antes de la COVID-19, había unas quince en Serbia, hoy se pueden contar con los dedos de una mano. El resultado es que ya casi nadie puede trabajar sobre el terreno”, se lamenta Stevan Tatalović. Si nada cambia, pronto solo quedarán los traficantes junto a los exiliados en este itinerario a las puertas de la UE. Sin duda será mucho peor.
Traducción de Miguel López
“¿Refugiados? Sí, hay algunos en el barrio: se alojan en casa de una china. Está muy cerca de aquí: la siguiente calle a la izquierda, la primera casa, la de color amarillo pálido”. En esta tarde de otoño, la luz se atenúa rápidamente y el anciano que nos responde tiene prisa.