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Librepensadores

Oda al 68

Jorge Ulanovsky Getzel

“Haz el amor no la guerra”

Después de la manifestación, a salvo de cargas policiales, ningún refugio era mejor que el lazo de nuestros cuerpos, toda nuestra ternura manifiesta en ese éxtasis orgásmico que nos regalaba la vida. Con la pasión que sellaba nuestros labios interrumpiendo momentáneamente el oficio de nuestra palabra que entendíamos revolucionaria.

Mientras tú, que eras joven señorito castizo, altanero y reprimido, tú te lo perdiste. Mirabas el abrazo abierto de aquellas parejitas, que ostentaban la libertad de un amor enardecido, con puritano desprecio. De la boca para afuera decías que aquello era obsceno, degenerado. Mientras por dentro te carcomía la envidia y te autocomplacías pudiendo pagar a infelices prostitutas, para conservar para tu uso y servicio exclusivo la vagina virgen de tu comprometida. No sabes cuánto te perdiste.

“¿Cómo pensar libremente a la sombra de una capilla?”

Concebíamos nuestra libertad como un paraíso terrenal sin límites. Nada, nadie, podría llegar a esposar nuestras inquietudes. No temíamos a las botas militares, las cárceles, las iglesias. Jamás lograrían encasillar nuestros espíritus.

Pero tú, tú te lo perdiste. Todas tus aprisionadas facultades iban a misa. Debías someterte con obediencia a los dictados que sermoneaba el cura, y que tu familia respetaba con estoica humillación.

“Cerremos la tele, abramos los ojos”

Nos encantaba disfrutar de la buena música. Devorábamos la nueva novela, nos fascinaba el cine neorrealista, queríamos empaparnos de arte vanguardista. Odiábamos la telebasura, su idiota y estúpida frivolidad.

Tú te lo perdiste. Convencido de la fidelidad de la información que recibías en la caja tonta, adscrita al régimen, y entretenido con los esperpentos y siniestros personajes que idolatrabas. Te lo perdiste, la cultura te pasó por lo alto.

“Prohibido prohibir”

Esencia de nuestro modo de pensar la alteridad. No reducir ni un ápice el siempre sagrado lugar del otro, su derecho a ser libre.

Tú lo ignoraste. En tu estrecha visión de la realidad sólo estabas y estás capacitado para ver las cosas de tu color, o rojo. Te inculcaron que aquello era comunismo cuando nada estaba más lejos de favorecer a la dictadura estalinista, y a decir verdad fue un movimiento ajeno al protagonismo de los trabajadores, fue estudiantil, de corte más bien pequeño burgués.

“La belleza está en la calle”

Ética y Estética. Los valores más apreciables de nuestro devenir cotidiano. He vivido en París y confieso que este eslogan llega a lo más profundo de mi corazón. Tengo adorables amistades parisinas, pero cuando más me invade un sentimiento de nostalgia es al recordar los paseos con mi perro por el borde del Sena. Sí, la belleza está en la calle. La armónica arquitectura, las innumerables esculturas, y el cuidado estético general del espacio público.

Para ti todo esto es indiferente. Has vivido de puertas hacia dentro. En tu tradición familiar siempre ha contado mucho más la propiedad particular, los objetos a resguardar, los bienes ocultos, en ese ambiente que olía a rancio, en el que si no hay ya naftalina lo que predomina es el olor pestilente de la vergüenza soterrada. Tú te lo pierdes.

“La imaginación al poder”

Qué hubiera sido de nosotros y qué seríamos hoy de no ser por el poder de nuestra imaginación. Fuimos salvados por la intervención de nuestros sueños e ilusiones. Perdidos y perdidas en gran parte. Pero valió la pena confiar en ello.

Desde tu óptica tecnopragmática debe haberte causado risa esa proposición. Pues sí, uno de tus grandes defectos ha sido y es la falta de imaginación. Te la perdiste.

“Hagamos de nuestros deseos la realidad”.

“Seamos realistas, exijamos lo imposible”.

“El poder corrompe, el poder absoluto corrompe absolutamente”.

Entiendo tu satisfacción. Has vencido. Para ti son palabras aquellas que han quedado escritas sobre papel mojado, desperdigadas sobre el húmedo empedrado de París. Propias de idealistas pueriles. Pero para nosotros fueron escritas con amor, pasión, improvisación, espontaneidad y representan el más dorado canto de nuestra juventud. Podemos envejecer aún entonando sus alegres compases y continuando siendo solidarios entre nosotros. Tú, te lo perdiste. Fuiste entonces un joven viejo y ahora eres, con tu altiva prepotencia, un viejo en conserva, que por más dinero y medallas que hayas acumulado no podrás pagar la interrupción de tu decadencia. ___________

Jorge Ulanovsky Getzel es socio de infoLibre

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