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Festival de Cine de Berlín

El desayuno desmadrado de Álex de la Iglesia

Álex de la Iglesia y Carolina Bang durante la presentación de 'El bar' en la Berlinale.

Noticine | infoLibre

La programación oficial de este miércoles en el Festival de Berlín nos regaló tres nuevos títulos, dos ibéricos, dos a concurso (no los mismos) y tres relacionados con crisis varias. Fuera de competición, el vasco Álex de la Iglesia regresa a un certamen donde siempre ha generado interés con el estreno mundial de El bar. Pese a encontrarnos a buena parte de la troupe que le ha acompañado en sus últimas comedias, el filme no pertenece a tal género, sinoque es un thriller con un planteamiento a lo Agatha Christie excesivamente desmadrado.thriller Para bien o para mal, esta vez no concursó. Quienes sí lo han hecho son el alemán Volker Schlöndorff, con el melodrama telenovelesco-intelectual Return to Montauk, y la portuguesa Teresa Villaverde, con Colo, crónica de la disgregación de una familia de clase media víctima de la crisis económica, narrada con absoluta parsimonia.

A Agatha Christie le encantaba poner a personajes aparentemente diversos en un escenario cerrado para enfrentarles a uno o varios crímenes. Eso mismo es lo que hace De la Iglesia, con la complicidad habitual de su coguionista Jorge Guerricaechevarría, en El bar, donde los ocupantes circunstanciales de un típico bar español, o madrileño para más detalle, quedan encerrados cuando asumen que quien sale del establecimiento acaba tiroteado. El tono esta vez no es de comedia, ni siquiera de comedia negra, pero la sensación de caos que por ejemplo presidió Mi gran noche o la parte final de Las brujas de Zugarramurdi vuelve a emerger, sólo que sin risas esta vez. Lo hace acompañado de algunos de sus habituales, como Mario Casas, Blanca Suárez, Carmen Machi o Secun de la Rosa

Cuando quien suscribe entrevistó al cineasta vizcaíno durante el estreno de esas dos cintas, este le aseguró que en los rodajes los desmadres están planificados al milímetro, y para nada son improvisados. Claro que sea cual sea el planteamiento, el espectador sí puede tener la sensación de que los autores de una película pierden un poco los papeles conforme nos acercamos al desenlace. Eso ocurrió en algunas de las previas cintas de De la Iglesia, y reaparece en El bar, pese a su impecable arranque.

Ya de lleno en la carrera por el Oso de Oro, el veterano cineasta alemán Volker Schlöndorff presentó Return to Montauk, un nuevo trabajo rodado en inglés, con elenco internacional y vocación exportable, que ha dividido a los críticos. Algunos, aceptando que su historia de un escritor suizo que de visita promocional en Nueva York solo piensa en reencontrarse con un amor de su juventud y reverdecer antiguos jardines no deja de ser un culebrón con ínfulas lujosas, han creído ver un nervio narrativo especial, pero otros han mostrado bastante menos entusiasmo.

Return to Montauk, protagonizado por el escandinavo Stellan Skarsgård —uno de los actores europeos que menos se han aburrido en los últimos años, dada su presencia en todo tipo de películas y series de diferentes nacionalidades– y la alemana Nina Hoss (Barbara, Yella), tiene bastante de culebrón para un público maduro y con ciertas ínfulas intelectuales. Su personaje central, el escritor suizo Max Zorn, llega a Nueva York en una gira para promocionar su última obra, pero su segunda intención es otra: buscar a una mujer a la que amó hace cerca de dos décadas atrás, y cuyo recuerdo ha ido enriqueciéndose a lo largo de los años, a pesar de su profusa vida sentimental.

Max, pese al ramalazo romántico, sigue siendo un tipo bastante infiel. De hecho, está casado con una mujer más joven que él, ya en sus sexta década, que a la sazón también está en Nueva York. Eso no le frena a la hora de aceptar la invitación de su antiguo amor, una abogada muy bien situada profesionalmente pero no tan agraciada en sus asuntos personales, a acompañarla a ver una casa en la playa que está considerando adquirir. Lo peor de Return to Montauk es su absoluta irregularidad, desde una banda sonora obvia hasta el sonrojo en la acentuación del romanticismo, a elementos mucho más interesantes, que cada cual deberá juzgar si salvan o no la película.

Otro de los pecados del filme germano-franco-irlandés, su relativa lentitud, se multiplica en la portuguesa Colo, donde Teresa Villaverde cuenta una historia de la crisis económica, la misma que ha inspirado varias cintas al otro lado de la frontera con España. Pero, a diferencia de los vecinos, Portugal sufrió un rescate que acentuó aún más los efectos de la debacle.

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Los protagonistas de la cinta lusa son un padre en desempleo crónico, sin esperanzas ni perspectivas, que ha asumido su derrota vital; su mujer, la única en traer dinero a casa, a partir de labores duras y mal pagadas, y la hija de ambos, que tiene sus propias preocupaciones adolescentes. Villaverde emplea más de dos horas en contar lo que quizás podría desarrollarse en la mitad de tiempo, y no son estas épocas de espectadores pacientes.

© E.E. (Berlín)-NOTICINE.com

 

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