Cultura

¿Boicot editorial a Amazon? Un grupo de sellos independientes se prepara para plantar cara al gigante de Bezos

Varios operarios trabajan en la nave de distribución de Amazon de Torrejón de Ardoz, en Madrid.

"No venderemos nuestros libros en Amazon". Ese es el título del manifiesto que lanzó hace unos días un grupo de pequeñas editoriales independientes francesas, cansadas de su "precariedad" laboral, de su "impacto ecológico" y del "cinismo del modelo económico y social" defendido por la multinacional. Son 48 los sellos que firman el escrito, en el que defienden a las librerías como "espacios de encuentro": "No queremos reemplazar los consejos de un librero/a por los de un algoritmo", escriben, "ni colaborar on un sistema que pone en riesgo la cadena del libro mediante una competencia feroz y desleal". La acción de estas editoriales es hasta ahora la más agresiva contra Amazon de las que se han puesto en marcha en el país vecino, donde las librerías permanecen cerradas mientras Amazon continúa abierto. Y un movimiento similar está empezando a moverse en España

"Sería muy importante que este manifiesto saliera de las editoriales, porque es la manera que tenemos de ejemplificar de manera clarísima que nuestro lugar natural de venta es las librerías". Habla Marta Martínez Carro, editora de ContraEscritura, antodenominada "microeditorial" independiente. Y no sería solo un manifiesto, sino una forma de "llevar el compromiso de la boca a los actos". "Yo creo que es hora de que las editoriales demos un paso adelante, porque sirve de poco decir, con toda la razón, que Amazon se carga la cadena del libro, si tú contribuyes a que esto ocurra. Hay que quitarse las caretas aunque eso suponga revelar nuestras incongruencias. Más allá de los motivos económicos que pueda tener una editorial para venderse en Amazon, tenemos una responsabilidad colectiva para mantener lo que es de todos". 

La iniciativa ha empezado a moverse entre pequeñas editoriales independientes y librerías asociativas, que miran con miedo los datos publicados en julio por la Federación de Gremios de Editores: el 47% de los libros que se compraron a través de Internet durante el primer estado de alarma se adquirieron a través de Amazon. El movimiento de boicot a Amazon nace de las editoriales, pero quiere contar con el apoyo de las librerías, primeras perjudicadas en la cadena del libro por el gigante de Jeff Bezos. La editora de ContraEscritura se ha reunido ya con Pablo Bonet, portavoz de las librerías madrileñas, que se muestra muy optimista con la iniciativa: "Es una cosa de las editoriales, pero queremos organizarnos para que cuenten con el apoyo de las librerías, que se conozca que estos sellos están comprometidos con las librerías, y creo que si sale adelante vamos a poder crear empatías y sinergias muy bonitas". No es la primera vez que los actores independientes del libro se unen al margen de los grandes sellos. En abril, lanzaron un manifiesto conjunto en defensa del sector y, aunque eso se vio como un primer paso hacia la creación de una asociación, esta finalmente no cuajó

Un asunto polémico

Pero no es tan sencillo. Varios sellos independientes de tamaño mediano han rechazado hablar con este periódico para la realización del reportaje. La respuesta frente a Amazon es uno de los puntos calientes del sector, y no hay unidad. Las más interesadas en frenar a la multinacional son las librerías, pero Amazon es para algunas editoriales un canal de venta lucrativo al que no están dispuestas a renunciar. Incluso entre las independientes. Un editor de un sello mediano acepta hablar bajo la condición de que no se cite su nombre: "Si las cifras siguen como van, yo creo que para 2021 Amazon se va a convertir en nuestro espacio de venta más importante. Según los picos, podemos llegar a vender en Amazon lo mismo que en el conjunto de todas las librerías", dice. Este y otros editores son conscientes del riesgo que esto entraña: si dependen de un solo agente, este puede acabar endureciendo sus condiciones. Además, dicen, el algoritmo de la plataforma no les beneficia, y saben que dependen de las recomendaciones de los medios y de las librerías. "Lo que pasa", continúa el editor, "es que con esas cifras, y tal y como está todo, ahora mismo no nos podemos plantear renunciar a ese ingreso. Para nosotros sería muy difícil". 

Tanto Bonet como Martínez Carro critican este secretismo del sector sobre su relación con Amazon. "Lo que no puede ser", dice el librero, "es tener esa cosa pública de apoyar a las librerías independientes y criticar el funcionamiento de Amazon, mientras a la vez estás haciendo negocio con Amazon. Entendemos que en las circunstancias actuales es difícil tomar decisiones económicas de ese calado, pero precisamente porque las circunstancias son malas estamos en un momento en el que hay que ir más allá". Para la editora, el silencio que existe en torno a cuánto ganas las editoriales por sus ventas en Amazon fomenta una "doble moral": "Como no se dan datos, es fácil que una editorial tenga una relación laboral con Amazon y sin embargo públicamente tenga esa posición más bienquedista sobre el daño que hace Amazon al sector. Al final, se crea una injusticia: las pequeñas librerías se creen que algunas editoriales están luchando por el mundo del libro, cuando no es así". 

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¿Y es posible saber qué editoriales venden en Amazon y cuáles no? Bueno, pues no del todo. En primer lugar, según denuncia Marta Martínez Carro, Amazon extrae la información de Dilve, la plataforma de gestión de datos más usada para la comercialización del libro. Esto quiere decir que un potencial comprador puede encontrar la ficha de un libro equis en Amazon, sin que Amazon tenga capacidad para servirlo. Por otra parte, hay librerías asociadas a Amazon —cuando la plataforma recibe un pedido, este lo traslada a una librería en cuestión, que debe darle prioridad sobre cualquier otro envío—, de forma que una editorial podría encontrarse con que se comercializan sus libros en Amazon, sin que ella tenga constancia y sin que pueda hacer mucho para impedirlo. Para Miguel Martín, de la editorial Virus, esta estrategia va en una dirección: dar una "impresión de inmediatez" que sirve como un reclamo de venta, aunque no sea real. 

Martín señala otro problema: a menudo, la editorial no decide sus canales de venta, sino que esto lo hace la distribuidora, la empresa encargada de hacer llegar los títulos a las librerías. "Nosotros también somos una distribuidora, y como distribuidora nunca hemos metido los libros en Amazon. Pero es verdad que es muy difícil decirles a tus distribuidores que no distribuyan en uno de sus canales. Enrarecería un poco la relación, y ahí está la complejidad", explica. Sucede también que en ocasiones las editoriales no reciben de sus distribuidoras los datos de las ventas que puedan realizarse a través de Amazon, por lo que muchas ni siquiera saben cuánto de su volumen de negocio procede de la multinacional. "Quizás es el momento de plantearnos esto", señala. "Y sí, muy probablemente nos sumaremos al manifiesto, ya hemos hablado de esto con librerías como Traficantes de Sueños o Cambalache. Y las iniciativas no pueden ser solo un derecho al pataleo, tienen que tener una consecuencia práctica".  

Las dudas, para este editor, están solo en ese terreno. Porque desde un punto de vista "político, social y cultural", lo tiene claro: "Amazon ha venido a crear un contexto de dependencia respecto a su canal. Es una lógica monopolística. Si ahora hablamos de las librerías tienen dificultades de sostenibilidad, en un futuro podemos estar hablando de imposibilidad material". No son cuestiones que tengan que ver con la pandemia, pero la pandemia las ha agravado, señala. El próximo paso será mirar la lista de firmantes. 

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