SEGURIDAD SOCIAL

¿Es el sistema sueco el modelo a seguir para salvar las pensiones en España?

Todo lo que siempre quiso saber sobre el envidiado sistema sueco de pensiones

El FMI, la OCDE, el Banco de España, los economistas de Fedea, el servicio de estudios del BBVA, la patronal del seguro Unespa, el secretario de Estado de Seguridad Social, Tomás Burgos, entre otras instituciones y nombres, elogian e incluso recomiendan el sistema de pensiones sueco. El chileno, un modelo al 100% privado y de capitalización, asusta y sería de difícil digestión en España, un país de la Europa continental y del sur donde las pensiones públicas forman el pilar más importante del Estado del bienestar. Por el contrario, el sistema sueco es público y no traiciona la filosofía nórdica del Estado social.

Cuestión distinta es si resulta posible y aconsejable trasplantarlo a España. De momento, lo único que intentó copiarse aquí fue la llamada carta naranja, el documento que los trabajadores reciben cada año de la Agencia Sueca de Pensiones con un cálculo de la cuantía que cobrarán si se jubilan a los 61 años, a los 65 y a los 70. En marzo de 2013 el Ministerio de Empleo prometió comenzar los envíos con una proyección de la pensión futura, no vinculante, para el año siguiente. Pero terminó desistiendo por miedo a su impacto electoral y por sus diferencias con el Ministerio de Economía. En noviembre de 2015 Empleo sustituyó la esperada carta por un simulador para calcular la pensión en la página web de la Seguridad Social.

Suecia aprobó en 1998 la reforma de su sistema de pensiones, que llevaba preparando desde 1985. Tres años después se puso en marcha el nuevo modelo, que se compone de tres pilares: las pensiones garantizadas, las contributivas –ambas públicas– y las pensiones por prima –capitalizadas en fondos gestionados por entidades privadas–.

Los suecos con menores ingresos y que hayan residido en el país durante 40 años perciben, al cumplir los 65 años, una pensión garantizada, que no puede exceder los 835 euros al mes. Estas prestaciones se financian mediante impuestos. Un 12% de los jubilados suecos son beneficiarios de esta pensión mínima, por la que el Estado abonó en 2014 un total de 1.790 millones de euros, según el último informe anual del sistema o Informe naranja que elabora la Agencia de Pensiones de Suecia.

Además, el Estado sueco paga a sus jubilados una pensión contributiva, que se sufraga con las aportaciones de trabajadores y empresas a partes iguales. El 16% de la nómina –8% el empleador, 8% el asalariado– va a parar a una cuenta individual. En ella se acumulan las contribuciones hechas a lo largo de toda la vida laboral. En el momento de jubilarse, el trabajador recibe la cuantía que ha ido sumando en esa cuenta, revalorizada cada año según el crecimiento de los salarios medios, menos un tipo de interés técnico del 1,6%, pero recortada según la esperanza de vida de cada generación. En 2015 la pensión contributiva media ascendía a 1.043 euros para las mujeres y a 1.359,8 euros para los hombres. La mitad de los jubilados suecos cobra este tipo de prestación, por la que el Estado desembolsó el año pasado un total de 27.410 millones de euros.

Sin edad de jubilación obligatoria

A diferencia de España, en Suecia no existe una edad de jubilación obligatoria. Cualquier trabajador puede retirarse a partir de los 61 años, aunque también puede continuar en activo hasta los 70. En 2015, la pensión máxima pagada fueron 3.700 euros. Según el Informe naranja, se trató de una persona que siguió trabajando más allá de los 65 años. Son muy pocos, añade el documento, los suecos que ese año percibieron una pensión superior a los 2.108 euros, también gracias a que retrasaron su retiro después de los 65 años.

Precisamente el aumento de la edad de jubilación era uno de los objetivos de la reforma, también porque resulta un requisito indispensable si se quiere mantener la cuantía de estas pensiones en el futuro, según va aumentando la esperanza de vida. Ese divisor anual que reduce la cuantía de la pensión y se calcula sobre tablas de mortalidad y no sobre proyecciones, se pretende como un incentivo para que los suecos trabajen más años en busca de una prestación mayor. Según las estadísticas de la OCDE, la edad real de jubilación en Suecia era en 2014 de 65,2 años para los hombres y 64,2 para las mujeres. Es decir, se ha retrasado un año y siete meses para los hombres, y dos años y dos meses para las mujeres desde 2001. Hay que tener en cuenta que la esperanza de vida a partir de los 65 años no deja de crecer, y se sitúa ya en las dos décadas: cada vez hay que pagar pensiones durante más tiempo.

La Agencia de Pensiones de Suecia calcula que para quienes nacieron en 2000, la vida laboral debería prolongarse hasta los 69 años y 10 meses si quieren cobrar la misma pensión que percibirían de no haber aumentado la esperanza de vida, puesto que vivirán tres años y seis meses más que los nacidos en 1930. La institución cuenta con que la emigración neta a Suecia sea de medio millón de personas en los próximos cinco años.

Otra consecuencia de la reforma también ha sido la caída de la tasa de reemplazo, el cociente entre el salario y la pensión. Con el sistema original, era del 78,9%; hoy se ha quedado en el 62,1%. También es más desigual: en el caso de las rentas altas alcanza el 72,6%, pero en el de las rentas medias es sólo del 53,6%. Por establecer una comparación, la tasa de reemplazo en España asciende al 82%, una de las más elevadas del mundo. La de la Unión Europea es del 59% y en la OCDE, del 68,8%.

Hasta aquí, el sistema es muy similar al español: pensiones mínimas y contributivas, todas ellas públicas financiadas con aportaciones obligatorias de trabajadores y empresas. Aunque el español es un sistema de reparto puro, en el que las contribuciones de los trabajadores en activo pagan de forma solidaria las pensiones de quienes se jubilan, mientras que el sueco, en el caso de las pensiones contributivas, se basa en cuentas individuales –o nocionales– y la prestación a la que da derecho no está definida de antemano.

Pensiones por prima

La principal novedad del sistema sueco, pues, son las pensiones por prima. Los trabajadores también ingresan en sus cuentas individuales un 2,5% de su sueldo –1,25% por el asalariado, 1,25% por la empresa–, que pueden invertir en diferentes fondos gestionados por entidades privadas. Pueden elegir cinco entre un catálogo de 830 fondos, administrados por 107 entidades financieras privadas.

Si no seleccionan ninguno, por omisión su dinero se destina automáticamente a un fondo estatal, denominado AP7 Såfa (Alternativa de Gestión de Fondos del Gobierno Central). De hecho, el 90% de los suecos elige por defecto este fondo, que a 31 de diciembre de 2015 había proporcionado a las inversiones hechas en 2000 un retorno superior en 44 puntos porcentuales a la media de las aportaciones a fondos privados.

Al jubilarse, los suecos perciben la suma de sus aportaciones –ese 2,5% anual– más el resultado de la inversión en los mercados de ese dinero, pero reducida por el divisor basado en la esperanza de vida de su cohorte de población. Así, explica el Informe naranja, mientras el retorno obtenido por las pensiones contributivas fue en 2015 del 2,8%, el de las pensiones por prima alcanzó el 6,4%. El año pasado el desembolso en este tipo de pensiones fue de 586 millones de euros. Es decir, el grueso del sistema de pensiones recae en Suecia sobre la parte contributiva pública. Aunque el objetivo, dicen sus responsables, es que la parte de capitalización adquiera cada año más importancia.

En cualquier caso, también reconocen que este sistema produce “pensiones más volátiles”, por cuanto dependen de la rentabilidad de los mercados. Por ejemplo, según el Informe naranja, los retornos de las pensiones por prima en 2015 fueron menos de la mitad que el año anterior.

Un problema que aqueja al sistema sueco de pensiones son sus elevados costes administrativos y de gestión. El Informe naranja los cifra en 675,26 millones de euros en 2015. Tanto en el caso de las pensiones contributivas como en el de las privadas, los costes han subido: un 33,4% desde 2011 en el caso de las primeras y un 68,8% en el caso de las segundas. Sólo los costes de gestión del capital de estas últimas se han disparado un 81% en los últimos cinco años. No es una cuestión menor: los costes de administración de las pensiones contributivas recortan en un 1% la cuantía de la prestación que finalmente perciben los trabajadores, mientras que los costes de las pensiones por primas la reducen en un 9%.

Mecanismos de ajuste automático

El sistema sueco cuenta, además, con un mecanismo adicional de ajuste automático de las pensiones. Si los activos –las cotizaciones de los trabajadores– son inferiores al pasivo –las prestaciones que hay que pagar–, se pone en marcha el mecanismo y las pensiones dejan de revalorizarse según el crecimiento de los salarios. Es lo que empezó a ocurrir en 2009, por lo que se congelaron las pensiones en 2010, 2011, 2014 y 2015. Aún sigue activado el mecanismo: el año pasado las cotizaciones al sistema eran un 8% inferiores a las pensiones pagadas. Y no empezarán a remontar hasta 2020, prevé el Informe naranja. Sólo volverá a haber superávit en 2017, en el escenario más optimista, y en 2019 en el más pesimista.

Este mecanismo es similar al índice de revalorización introducido en España con la reforma de las pensiones del PP en 2013: si el sistema entra en déficit, como ocurrió a partir de 2012, las prestaciones sólo suben un 0,25%. Además, la reforma estableció un factor de sostenibilidad, que empezará a aplicarse en 2019 y recortará las pensiones en función de la esperanza de vida. En resumen, ya se han copiado dos instrumentos para ajustar la cuantía de las pensiones a los cambios demográficos y a los déficit coyunturales del sistema.

También existe en Suecia el Fondo de Reserva. Su cuantía total equivale al 25% del PIB: puede pagar hasta 4,8 veces la factura anual de pensiones sueca.

El 90% tiene un plan de empresa

Una diferencia más con Suecia son los planes ocupacionales o de empresa. En España son muy escasos. En el país nórdico, por el contrario, cubren al 90% de los trabajadores. Forman parte de los convenios colectivos y suponen entre un 2% y un 5% del salario. Por este concepto, en 2014 se pagaron 9.600 millones de euros, lo que equivale al 25% del gasto anual en pensiones.

Finalmente, los suecos pueden suscribir los planes privados de pensiones adicionales que quieran. Representan apenas un 5% del gasto nacional en pensiones. En total, Suecia gasta en pensiones 43.100 millones de euros, de los que 29.200 millones forman parte del esquema estatal –contributivas por prima y garantizadas–. El resto corresponde a los planes de empresa, los privados, pensiones de viudedad y ayudas a la tercera edad.

Según las cifras de la OCDE, el gasto público sueco en pensiones en 2014 equivalía al 7,4% de su PIB. El español, al 10,5%. En estos momentos hay en el país nórdico 2,13 millones de pensionistas; en España, nueve millones. El Informe naranja calcula que los suecos destinan a estas prestaciones el 28% de sus salarios. Y allí el salario medio asciende a 45.049 euros al año, mientras que en España es sólo de 26.259, casi la mitad.

Los planes de pensiones no son para salarios españoles: sólo el 9,5% de quienes ingresan menos de 30.000 euros tiene uno

Los planes de pensiones no son para salarios españoles: sólo el 9,5% de quienes ingresan menos de 30.000 euros tiene uno

Pros y contras

En el caso de implantar aquí un sistema de cuentas nocionales, habría que aumentar sustancialmente las cotizaciones al sistema, el doble, explica el profesor Santos Ruesga, defensor declarado del sistema público de reparto y miembro de la comisión de expertos que preparó la reforma de 2013. A su juicio, un sistema de cuentas individuales como el sueco necesita salarios más altos y carreras de cotización más regulares de las que son habituales en España. Además, da lugar a pensiones más desiguales. 

Por el contrario, los defensores del modelo sueco aseguran que es más justo, porque la pensión equivale exactamente a lo cotizado, más flexible –se ajusta automáticamente a los cambios demográficos y económicos– y más transparente –el trabajador recibe cada año documentación exhaustiva sobre su cuenta y su futura prestación–.

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