EEUU

Republicanos y demócratas libran una dura batalla interna en la recta final de las primarias

Una mujer sale de un centro de votación este martes en las elecciones primarias del Estado de Nueva York.

La carrera a las presidenciales norteamericanas avanza. Este miércoles 20 de abril, tras las elecciones primarias de Nueva York, Donald Trump y Hillary Clinton se afianzan como favoritos. Simultáneamente, sus rivales perfilan sus respectivos ángulos de ataque y los dos partidos reflexionan sobre la estrategia que habrán de adoptar si quieren optimizar las posibilidades de vencer en las presidenciales de noviembre.

Esta última tarea se anuncia ardua, sobre todo en las filas republicanas, donde las primarias adquieren tintes de guerrilla entre los partidarios de Trump y sus detractores. Este es el panorama en ambos lados del tablero político.

Donald Trump se impuso en las primarias de Nueva York, al conseguir más del 60% de los sufragios emitidos, por delante de John Kasich (25%) y de Ted Cruz (14,5%). Esta victoria le permite distanciarse un poco más de su principal rival Ted Cruz y le sitúa más cerca de su nominación oficial como candidato, en la convención del partido que se celebrará a mediados de julios.

Para conseguirlo, Donald Trump deberá contar con una mayoría absoluta de 1.237 delegados (actualmente tiene 844). En caso contrario, las reglas del juego cambian y abren la vía a la eventual nominación de otro candidato... Los antiTrump apuestan por este escenario; está por ver. De momento, Donald Trump sigue avanzando posiciones. Aspira a conseguir nuevas victorias en las cinco elecciones primarias que se celebrarán la próxima semana, también cruciales para él. El escenario de una candidatura de Trump a las generales del 8 de noviembre es cada vez más factible. No disgusta a un número determinado de miembros destacados del partido Republicano, que dicen abiertamente estar en contra del hombre de negocios.

La National Review, publicación conservadora de referencia, llevaba en su número de enero un editorial titulado “Contra Trump”. En Político, Mitt Romney, candidato a las presidenciales en 2012, describe en marzo a Donald Trump como un “estafador y un charlatán”. Estas diatribas, así como los costosos spots publicitarios en los que han invertido los republicanos antiTrump –sobre todo en Florida– no parecen ser suficientes. “Es demasiado poco y demasiado tarde”, resumía en marzo en un artículo en Políticosobre los límites del movimiento antiTrump en el seno del Partido Republicano, en palabras del director financiero de la asociación de gobernadores republicanos. No obstante, aún no ha llegado el momento de hacer introspección: en las filas republicanas hay un frente antiTrump, que espera aguantar hasta la convención del partido.

Así lo demuestra la candidatura de John Kasich. Su decisión de permanecer en la carrera a pesar de pobres resultados obtenidos se explica en parte por su intención de servir de dique de contención de Trump. Su candidatura favorece la dispersión del voto y hace más complicas la obtención de una mayoría absoluta de delegados. Hay que pensar en los esfuerzos de Ted Cruz, senador de Texas, que encarna la derecha cristina evangélica MUY popular en el sur de Estados Unidos y principal rival de Donald Trump.

Precisamente, Ted Cruz apuesta por una eventual convención muy disputada, en la que ningún candidato llegue con una mayoría de delegados, lo que abre la vía a un escrutinio a varias vueltas que le puede beneficiar. En efecto, según las reglas del Partido Republicano (que difieren de un Estado a otro), en caso de se produzca una segunda vuelta, buena parte de los delegados no está obligada a votar por el candidato que obtuviese la mayoría del voto popular. Dicho de otro modo, los delegados tendrían libertad para votar a Ted Cruz. Sobre todo si éste los corteja, cosa que está haciendo, Estado a Estado, con cierto éxito, para disgusto de Donald Trump que parece descubrir tarde las reglas oscuras que rigen el Partido Republicano...

Esta situación ha provocado su enfado y el de su electorado. Según un sondeo realizado a pie de urna, en Nueva York por The New York Times, una mayoría de los electores republicanos cree que el partido debería nominar al candidato que recibiese la mayoría del voto popular (Donald Trump, a día de hoy), en lugar de llegar divididos a la convención, escindiendo con ello al partido y socavando un poco más su imagen. Donald Trump dijo en marzo, en una entrevista a la cadena CNN, que si se le negase la investidura con el pretexto de que no dispone de mayoría absoluta: “Deberían hacer frente a problemas desconocidos has la fecha[...]. Creo que habrá revueltas”. En este punto, parece claro que el Partido Republicano no se encuentra en vías de pacificación ni de reconciliación.

Sanders, ¿permanecerá en la carrera?

Analicemos la situación en las filas demócratas estableciendo un paralelismo: aquí también las primarias generan apasionados debates sobre las normas en el seno del Partido Demócrata y se insta a su reforma. Se observa el mismo hartazgo en lo que respecta al funcionamiento, algo oscuro, de los aparatos del partido, considerados poco democráticos. Este enfado nutre a las corrientes proTrump y proSanders, aunque de distinto modo.

En su campaña de Nueva York, Sanders ha criticado a menudo una regla local que impide a los electores cambiar su afiliación (por ejemplo, en el caso de los independientes afiliarse al Partido Demócrata) después del mes de octubre, es decir, siete meses antes de las primarias en el Estado, ¡cuando la elección interesaba sólo a unos pocos! Cree que es el gran perjudicado, él que mantiene activos y atrae a gran número de electores independientes. No obstante, a diferencia de Donald Trump, Sanders no hace que planee en el horizonte la amenaza de las “revueltas”. Pero parece bien decidido a usar su influencia nueva en el seno del Partido Demócrata para insuflar vientos de reforma.

A pesar de sus esfuerzos incansables sobre el terreno y de llevar a cabo una campaña cada vez más agresiva, Bernie Sanders no ha logrado imponerse en las primarias de Nueva York. No le va a resultar sencillo acortar la distancia que le separa de Hillary Clinton. Las primarias demócratas atribuyen los delegados de forma proporcional y candidata Clinton sigue sumando, pese ha haber perdido unas primarias ante Bernie Sanders. Hilary dispone de 1.442 delegados, frente a los 1.198 de Sanders. Es el momento de plantear la estrategia de Bernie Sanders, ¿ seguirá en la carrera, hasta cuándo y con qué salidas?

Sanders se describe como un socialista, lo dice y lo repite. Cuenta seguir adelante con la campaña hasta la convención estival del partido. Primero, porque considera tener posibilidades de vencer (apuesta por ganar las cinco primarias de la próxima semana), aunque su director de campaña Tad Lavine reconoce que va a tener que conseguir “importantes victorias” de aquí al final de las primarias, de mediados de junio, para conseguir la investidura. También porque quiere que los electores demócratas tengan alternativa hasta el final. Por último, porque dispone de medios económicos, ya que puede contar con un ejército de pequeños donantes.

Sin embargo, su objetivo no parece el de llegar a la convención divididos, como en las filas republicanas, ni tampoco el de debilitar la candidatura de Hillary Clinton, hasta el punto de beneficiar al candidato de la derecha en las presidenciales de noviembre. Tad Levine lo reconocía a The Washington Post a principios de mes: el demócrata no hará nada para ayudar a Donald Trump o Ted Cruz a acceder a la Presidencia.

Por último, Bernie Sanders está interesado en la cura de juventud que su éxito supone para el Partido Demócrata. No sólo por haber conseguido motivar a los jóvenes (un electorado que se ha sumado a su causa desde el comienzo de las primarias) permitiéndole adueñarse del partido, sino también al obligar a Hillary Clinton a cuidar de la izquierda. Por su parte, Clinton ha hecho hincapié en la lucha contra la desigualdad de rentas, en el peso de la deuda de los estudiantes, ha hecho que se hable del aumento del salario mínimo a 15 dólares la hora o al impacto de los tratados de libre comercio sobre los trabajadores americanos.

A los que le preguntan si la duración de su campaña no puede debilitar a Hillary, que tiene problemas de imagen, Sanders responde que, al contrario, “dinamiza el Partido Demócrata”. Y no dice nada sobre cuál es su plan B, en caso de que vuelva a perder en las próximas semanas.

Para tratar de imaginar cómo será la continuación, hay que prestar atención a las declaraciones de su equipo de campaña y, quizás, leer entre líneas. Sanders puede adoptar una estrategia de alianza con Clinton antes incluso de la celebración de la convención del partido, en julio, sobre todo si puede arrancar compromisos a cambio de su apoyo (y el de su electorado, si éste acepta respaldar a Hillary Clinton).

¿Por ejemplo? Modificar las reglas que rigen las elecciones primarias, como las mencionadas. O un programa ambicioso contra el calentamiento climático, un tema que gusta mucho a los dos candidatos. Por tanto, tienen mucho que ganar si trabajan juntos dado el riesgo que supone el Partido Republicano en ese sentido, en opinión del editorialista de The Washington Post E. J. Dionne, que les sugiere “sentarse en torno a una cerveza y encontrar el medio de avanzar juntos”. Continuará.

Traducción: Mariola Moreno

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