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Theresa May se ve obligada a aplazar la votación sobre el 'Brexit'

Manifestantes anti 'Brexit' protestan junto al Parlamento británico en Londres.

Dos años y medio después de la victoria del en el referéndum del BrexitBrexit, con el 51,8% de los votos, los 650 diputados británicos se disponían, por fin, a votar este martes el texto del divorcio, fruto de las negociaciones con la Unión Europea. Si se hubiera dado luz verde, el Parlamento Europeo sólo habría tenido que validar el texto, de cara a la salida, a finales de marzo de 2019, de Reino Unido.

Pero este lunes 10 de diciembre, Theresa May, bajo una enorme presión, decidió otra cosa. Después de negar repetidamente durante la semana pasada que fuese a llevarse a cabo el aplazamiento de la votación, la conservadora finalmente se rindió a las evidencias y anunció su decisión de posponer la votación en una Cámara de los Comunes muy encendida. “De haber continuado con la votación de mañana, el acuerdo habría sido rechazado con una diferencia significativa de votos”, reconocía.

La jefa del Gobierno, que aseguró haber escuchado las “preocupaciones” de los diputados, se ha comprometido a negociar, una vez más, con los líderes europeos antes del comienzo de la cumbre europea del jueves en Bruselas, para obtener más detalles –¿o nuevas garantías?– relativos a la futura frontera entre la República de Irlanda e Irlanda del Norte (el famoso back-stop, en el centro del proyecto de acuerdo). Todavía no se ha determinado la fecha de la nueva votación. Podría celebrarse antes de enero para tener margen para preparar, en caso de rechazo del texto, un “no deal”, es decir, la falta de acuerdo con la UE.

Al decantarse por posponer esta votación, tildada de histórica por buena parte de la prensa, Theresa May evita tener que hacer frente a una derrota parlamentaria. Sin embargo, sigue rechazando tanto la convocatoria de elecciones anticipadas como la celebración de un nuevo referéndum o incluso su propia dimisión, para desbloquear con ello una situación institucional particularmente compleja.

Por su parte, el líder de la oposición, Jeremy Corbyn, al igual que muchos diputados, se mostraba este lunes extremadamente crítico en el encendido debate que siguió al discurso de May: “El Gobierno ha perdido el control de los acontecimientos”, dijo el líder laborista. “Es un descontrol absoluto, un mal acuerdo para Irlanda, para nuestra economía, para nuestra democracia. Merecemos algo mejor que eso”.

El lunes por la mañana, la aprobación del texto ya parecía estar en entredicho. Con este proyecto de acuerdo técnico y a menudo difícil de entender, dado a conocer el 14 de noviembre, May decepcionó a todo el mundo. Logró poner de acuerdo a la oposición, por encima de familias políticas. Los Brexiters más radicales, como Boris Johnson, se sienten traicionados por un texto demasiado blando. Los partidarios de la permanencia de Reino Unido en la UE creen, por el contrario, que el Brexit no es lo suficientemente blandoBrexit como para proteger los intereses futuros del Reino Unido y apuestan por un nuevo referéndum.

La mandataria conservadora, a quien los diputados pusieron en apuros desde el comienzo del examen del texto el 4 de diciembre, intentó, una vez más, salvar su apuesta, en una entrevista concedida el domingo a The Mail on Sunday: un rechazo al texto “significaría una grave incertidumbre para el país, con un riesgo muy real de no tener un Brexit, o de dejar la Unión Europea sin un acuerdo”, dijo. En resumen: los que votasen en contra del texto el martes lanzarían al país hacia el “abismo” que representa la salida desordenada de la UE, sin acuerdo previo, sinónimo de caos económico.

Evitar una salida sin acuerdo

“Es el mejor acuerdo posible, y también el único acuerdo posible, los líderes europeos lo han dejado claro”, añadía el domingo el ministro para el Brexit, Stephen Barclay –el tercero que ocupa ese cargo desde el verano de 2016–, en una entrevista en la BBC. Porque todos los que se oponen al texto aseguran que todavía es posible renegociar el acuerdo y evitar el no deal. Incluso si ello implica solicitar una prórroga respecto a los dos años de negociaciones previstas en los tratados europeos para negociar la salida, más allá del plazo límite del 30 de marzo de 2019.

En un intento de movilizar al menos a los diputados conservadores de su propio partido, May incluso aludió a Corbyn en su entrevista del domingo: “Tenemos un líder de la oposición [Jeremy Corbyn] que sólo está pensando en convocar elecciones generales, sin importar lo que le cueste al país [...]. Este es un riesgo que no podemos permitirnos”.

De los 317 escaños que suma el Partido Conservador, la mayoría de los diarios británicos anticipó que entre 50 y 100 parlamentarios podrían votar en contra del texto. Por ello, no es de extrañar que May tenga que apoyarse en la oposición interna a los conservadores del Grupo Europeo de Investigación (ERG), un bloque informal de diputados que apoyan un Brexit "duro" y son alérgicos al plan Chequers, presentado por May en el verano de 2018 y que sirvió de base para las negociaciones de Bruselas.

Pero su principal valedor, Jacob Rees-Mogg, se mostraba preocupado por una posible sorpresa este martes: “Es demasiado optimista pensar en una derrota de May con una diferencia de 200 votos”, anticipaba. Este partidario de un Brexit duro dejaba entender que May tiene una estrategia, anticipar una derrota exagerada con el fin de reducir la impresión de fracaso si los resultados no resultan ser tan catastróficos como se anunció.

Prueba de la debilidad de May en sus propias filas es que varios líderes de la derecha parecen situarse en la línea de salida para la sucesión. Además del exalcalde de Londres Boris Johnson, Dominic Raab, exministro del Brexit, es un candidato serio. Y tampoco se descartan las dimisiones de personas del entorno de May en este comienzo de semana; The Sunday Telegraph decía del Gobierno el domingo que se encuentra en proceso de “desintegración”.

También desde la derecha, los norirlandeses del DUP (10 diputados), formación muy conservadora aliada a los tories, tenían previsto rechazar el texto. “No veo ninguna circunstancia que me permita votar a favor de Theresa May”, había declarado Arlene Foster, al frente del DUP. La diputada sigue negándose a aceptar que en el texto del acuerdo se haga cualquier distinción entre Irlanda del Norte y el resto del Reino Unido.

Fieles a su electorado, los independentistas escoceses del SNP (izquierda, 35 escaños), decididamente a favor de la permanencia en la UE, están en contra. Lo mismo ocurre con los demócratas liberales (Lib-Dem, 12 diputados, pero no todos están en contra), Caroline Lucas, la única diputada ecologista, o la mayoría del Partido Laborista (262 representantes), agrupada en torno a Jeremy Corbyn. En un artículo publicado en el diario The Guardian la semana pasada, el diputado por Londres volvió a criticar un “acuerdo chapucero”. “En lugar de devolver el control, lo está abandonando. En lugar de proteger los puestos de trabajo y nuestro nivel de vida, los amenaza”. E insistió: “Si se rechaza el acuerdo de la jefa del Gobierno, el Ejecutivo habrá perdido su mayoría en el desafío más importante al que debe hacer frente el país. Habrá perdido su capacidad para gobernar. En estas circunstancias, la mejor solución sería dejar que el país decida qué hacer a continuación y el mejor equipo para dirigirlo. Lo que significa la convocatoria de elecciones generales”.

Corbyn sigue reclamando elecciones generales anticipadas, que May se niega a aceptar. Sugiere que una vez él resultase elegido, pediría a los europeos un plazo para reabrir las negociaciones. Su ministro en la sombra para el Brexit, Keir Starmer, asegura que siempre habrá una mayoría de diputados en el Parlamento dispuestos a bloquear el no deal en el último minuto, sin importar lo que diga Theresa May. Y el Partido Laborista ya no descarta, entre otras opciones, la celebración de un segundo referéndum, cuya redacción aún no está clara.

Tras el aplazamiento de la votación, reina la confusión política en Londres. Es tanta la incertidumbre que Nigel Farage, exestrella del partido antinmigración UKIP, acaba de reaparecer en escena; anunciaba en The Sunday Telegraph su intención de crear un nuevo movimiento, si resulta que las negociaciones con la UE tuvieran que proseguir más allá de marzo de 2019. Esto incluye la presentación de candidaturas a las elecciones europeas del próximo mes de mayo, con vistas a que el Reino Unido siga siendo finalmente miembro de la UE en esa fecha.

Así las cosas, la semana de alto riesgo que comenzaba este lunes en Londres no parece que vaya a dar respuesta a la importante pregunta planteada por el Brexit en 2016: ¿Es posible que un Estado miembro abandone la Unión Europea? Habrá que esperar para saberlo. _____________Traducción: Mariola Moreno

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