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La Comisión Europea busca recuperar el control después de estar desaparecida en la crisis del Covid-19

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.

Ludovic Lamant (Mediapart)

Una presidenta de la Comisión que invoca la solidaridad en el continente en un momento en que los Estados de la Unión cierran sus fronteras interiores. Controles reforzados en el puente de Europa de Estrasburgo, infraestructura símbolo del tándem franco-alemán. China fleta un Airbus para llevar máscaras a Italia cuando París y Berlín se han negado a enviar las suyas a Roma. Como en cada crisis importante o casi –desde la guerra en Siria a la acogida de nmigrantes–, da la impresión de que Europa no está haciendo frente a la epidemia del coronavirus.

Esto hace que el ex primer ministro belga, Guy Verhosftadt (liberal), se anime a decir: “El Covid-19 muestra hasta qué punto Europa significa poca cosa cuando estalla una crisis. Se impone una constatación: el mantra de un 'super Estado europeo' con el que se deleitan los euroescéptivos es cada vez más ridículo".

Por su parte, la eurodiputada de LREM (partido de Macron) Fabienne Keller, contactada por Mediapart, quiere creer que “Europa no ha sido la primera en movilizarse porque las reglas sanitarias dependen en gran medida de las competencias nacionales. Pero las cosas cambian y ahora están ya organizándose”.

Para Saskia Bricmont, eurodiputada ecologista belga, “el enfoque europeo ha tardado en aparecer, pero el cuándo no importa. La urgencia ahora es coordinarse mejor. La Comisión ha hecho propuestas rápidamente, es más bien en el Consejo, y los Estados miembros, donde las cosas han ido más despacio”.

El golpe más duro para Europa ha sido el cierre de algunas fronteras interiores, decididas con precipitación y sin coordinación. Esto significa la suspensión del principio de libre circulación de personas, pilar de la construcción europea. Al menos nueve Estados de la UE, desde Polonia a España pasando por Hungría, han cerrado hasta ahora totalmente sus fronteras a los no nacionales, con el riesgo de impedir a ciudadanos europeos llegar a su país, como ha sido el caso de ciudadanos bálticos, que no pueden atravesar Polonia.

Otros Estados han implantado controles severos y cierres parciales de fronteras. El giro más espectacular ha sido el de Berlín el domingo pasado. Después de que el ministro de Sanidad alemán hubiera declarado uno días antes que “no vamos a librarnos del virus cerrando nuestras fronteras”, Alemania ha aplicado, a partir del lunes, un casi cierre de sus fronteras con Francia, Luxemburgo, Suiza, Austria y Dinamarca (no con Países Bajos, Bélgica, Polonia y República Checa). Es un triunfo para la línea dura del ministro del interior, Horst Seehofer.

En una conferencia de prensa del 13 de marzo, Ursula von der Leyen había sin embargo criticado el cierre de las fronteras, juzgando que, como mucho, “podrían estar justificados algunos controles en las fronteras”, añadiendo que “las prohibiciones generales de viajar no son consideradas eficaces por la OMS”.

Ya el 12 de marzo Emmanuel Macron defendía por su parte “evitar el repliegue nacionalista” frente a un virus que “no tiene fronteras”. Pero su ministro del Interior, Christophe Castaner, se unió a la idea el lunes por la tarde defendiendo la reducción “al máximo de desplazamientos transfronterizos” en la UE.

Von der Leyen ha perdido pues la batalla en este frente. “Un artículo del tratado de Schengen prevé, en caso de amenaza para la seguridad interior, el regreso a los controles en frontera. Legalmente los Estados tienen derecho a ello”, alega la eurodiputada Sylvie Guillaume (PS francés), contactada por Mediapart. “Pero cada uno se refugia en el tratado para actuar a la carta. Habría hecho falta una reacción colectiva. Cada uno se repliega en sí mismo, después se dice que Europa no hace lo suficiente. Desgraciadamente este esquema es bastante clásico”, se lamenta.

En el entorno del presidente de la República francesa siguen asegurando que “la buena escala en la crisis actual sigue siendo el barrio, más que el país. La cuestión del cierre de las fronteras interiores, en este contexto, es un tema sobre todo simbólico. Pero cada vez ha sido más duro resistirse a ello”.

La eurodiputada belga Saskia Bricmont defiende la “coordinación europea en las decisiones de confinamiento, lo que supondría la inutilidad de hecho de las decisiones sobre el cierre de fronteras, que tienen consecuencias en el mercado interior y sobre el aprovisionamiento de los países en productos médicos y alimentación”.

La crisis del Covid-19 nos recuerda la de la acogida de inmigrantes del verano de 2015, cuando se impuso el egoísmo de las capitales. Entonces, Jean-Claude Juncker, en cabeza del ejecutivo europeo, se desgañitaba para imponer un sistema de reparto de migrantes en la UE, con cuotas por países. Pero la mayor parte de las capitales (sobre todo las del grupo de Visegrado) no estaban por la labor en este embrión de solidaridad. Echaron abajo su plan prefiriendo jugar la baza del nacionalismo y del regreso a las fronteras interiores.

Otro punto común con 2015: la política migratoria, como la de sanidad, es una competencia nacional. “Todo el mundo se pregunta: ¿qué hace Europa? Pero hay dos sujetos, migrantes y sanidad, sobre los que no se ha construido Europa. Sus competencias son aún embrionarias en este asunto”, declara a Mediapart una fuente europea.

Von der Leyen parece de todas formas haber aprendido de la derrota de Juncker. Al final de una larga cumbre de dirigentes europeos por videoconferencia, que duró tres horas (ver aquí las conclusiones), tomó las riendas y obtuvo alguna victoria. Los escépticos pensarán que son avances modestos, dada la urgencia, y los más entusiastas verán ahí el comienzo de una coordinación sanitaria más integrada en Europa. El presidente del parlamento europeo, el socialdemócrata italiano David Sassoli, se ha felicitado el martes por la tarde de que “Europa equilibra el individualismo y la falta de coordinacion entre los gobiernos nacionales”.

Al final de lo que Von der Leyen calificó de “debate intenso” sobre las fronteras, los 27 llegaron a un acuerdo para cerrar las fronteras exteriores de la UE y del espacio Schengen por al menos 30 días, salvo para los ciudadanos europeos y personal y cuidadores (leer aquí las recomendaciones de la Comisión, publicadas el lunes). Corresponde a cada Estado fijar las modalidades. Deberán ser realizados seguimientos sistemáticos de las personas autorizadas a entrar en la UE.

Por otra parte, han sido señaladas algunas “vías de acceso” con el fin de facilitar el transporte de ciertas mercancías (productos alimentarios y médicos) y el desplazamiento de trabajadores transfronterizos. Estas medidas de la Comisión, anunciadas en parte por Emmanuel Macron en su intervención del lunes por la tarde, fueron elaboradas juntamente con París y Berlín durante el fin de semana.

Lo que sobre todo ha aportado Von der Leyen es una aparencia de coordinación en el asunto de las máscaras y las batas. El 4 de marzo, Francia había aprobado un decreto de requisa, mientras que Alemania se inclinaba por una orden de prohibición de esos mismos productos. En ambos casos, esas decisiones unilaterales pasaban por alto uno de los principios clave de la Unión, la libre circulación de mercancías, además de la ausencia de solidaridad demostrada respecto a países vecinos que carecen cruelmente de ellas, comenzando por Italia. Este asunto hizo montar en cólera al embajador italiano en la UE, que publicó el 10 de marzo una tribuna en forma de llamada de socorro.

Cediendo a presiones, París y Berlín terminaron por levantar la prohibición de exportar hacia Europa y los productores de máscaras, monos y aparatos respiratorios deben ahora solicitar permiso a la Comisión si quieren exportar esos productos fuera de la UE. El ejecutivo europeo cumple ahora el rol de coordinador de necesidades.

La Comisión dice también que ha iniciado una licitación pública conjunta, en nombre de 24 Estados miembros, para comprar estos productos que son escudos sanitarios en esta crisis. Aquí la idea es reducir costes para cada país. También los 27 han aceptado financiar con 80 millones de euros a un laboratorio alemán, CureVac, que va a tratar de terminar para otoño una vacuna, según la versión que ofreció Ursula von der Leyen el pasado martes.

Pero esta cumbre virtual no ha tomado ninguna decisión sobre otro tema crucial: la situación de unos 43.000 migrantes de los campos insalubres de las islas griegas (ver aquí nuestro artículo). “Es urgente integrar la situación de los migrantes en Grecia en el plan sanitario europeo”, insiste Saskia Bricmont. Por su parte, Fabienne Keller dice que “existe el riesgo de una propagación del virus entre esa población que no está en absoluto preparada para ese tipo de patología”. En el Parlamento europeo varios eurodiputados preparan un documento para exhortar a la Comisión a que adopte un plan sanitario urgente para Grecia. Pero este miércoles a mediodía era aún dificil evaluar qué partidos van a apoyar el documento.

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Traducción de Miguel López.

Texto original en francés:

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