Los Informativos de TVE realizaron en la tarde noche de este lunes un
ejercicio televisivo impecable, con el que el medio público ha mostrado músculo organizativo, compromiso con enfoques novedosos, neutralidad y pluralismo político, y una alarde de profesionalidad periodística. TVE
sumó un 38,6% de la audiencia, con casi ocho millones de espectadores durante el debate, a los que hay que sumar un millón más de españoles que siguieron la señal a través de las cadenas autonómicas IB3, Castilla La Mancha Televisión, Canal Extremadura, Trece, Telemadrid, Canal Sur, Aragón TV y TPA8. Con todo, quedó
por debajo del último emitido, si bien en esta ocasión la confrontación entre líderes políticos tiene una
segunda vuelta hoy en Atresmedia.
En realidad, la televisión pública no ha brindado a los espectadores un debate. Lo que se ha realizado ha sido
un programa que contenía un debate. Han sido más de cinco horas de información en tres bloques claramente diferenciados. El prólogo al encuentro entre los líderes políticos era ágil —y hasta brillante en muchos momentos—, muy alejado de los tópicos previos de relleno. Iniciado a las ocho de la tarde, con
Ana Blanco y
Carlos Franganillo como presentadores principales dió muestra, ya en sus primeros minutos, de los que confirmaría hasta pasada la una de la madrugada: un compromiso rotundo con la información, que mira al espectador para ofrecer, sin protagonismos personales, todos los ángulos de la cita política.
En este tramo, que se prolongó hasta el inicio del debate, se hizo especialmente visible la magnitud de los medios técnicos y personales empleados: Habituales conexiones con las sedes de los cuatro partidos políticos, preguntas a los dos especialistas electorales presentes, visita al set principal, al control de realización, al exterior donde
Marc Sala esperaba la llegada de los protagonistas, primera impresión de los periodistas que analizarían los parlamentos políticos, en otro estudio en Torrespaña, con
Pilar García Muñiz e
Iñigo Alfonso...
Hasta aquí lo que hemos visto siempre en este tipo de espacios; pero los informativos de TVE quisieron ir más a allá, quisieron
enseñar todos los rincones que rodeaban el debate y nos enseñaron las salas individualizadas donde cada líder cambiaría las últimas sensaciones con sus asesores antes del inicio, nuevos ensayos en el set, con las impresiones del conductor del debate a una hora del comienzo, charla con el equipo de verificación encargado de chequear las futuras afirmaciones que hicieran los contendientes políticos, una conexión con el establecimiento donde universitarios de un grupo de debate y oratoria iban a seguir las intervenciones, las llegadas a
Prado del Rey de cada uno de los políticos y sus primeras palabras. Múltiples escenarios, múltiples y breves intervenciones de cada uno de los periodistas (abrumador el porcentaje de mujeres, quizás para compensar su ausencia entre los líderes), confluyeron en hacer de esas dos horas
un recorrido pleno de ritmo televisivo, sin hurtar ángulo alguno de los preparativos (impagable, por desacostumbrada, la imagen de las limpiadores borrando huellas del suelo tras la foto de los cuatro líderes y el conductor del debate a pocos segundos del inicio).
El debate
Al margen de los contenidos que cada uno de los protagonistas fue relatando, el debate a cuatro gozó de un marco idóneo: el remozado Estudio 1, en que se han realizado durante décadas los más importantes programas de la historia de TVE, presta una coreografía discreta y eficaz al tiempo; nada hay que distraiga del objetivo principal, hasta el fondo tenue en luz movimiento, enmarca sin distraer y el realizador (
Antonio Casado, veterano de treinta años de telediarios, pero actual y hasta arriesgado en el tratamiento de la imagen) conjuga con sabiduría los planos generales con los del que esta en uso de la palabra, pero también parte en cuatro la pantalla para que podamos ver el semblante de los interlocutores ante cada afirmación, y vuelve a planos generales y medios para que no nos perdamos las posturas ante el atril, o el momento en que un líder enseña un gráfico o pasa una foto a su contrincante. Y el conductor;
Xabier Fortes, que no hace de presentador, ni de moderador, ni de
Pepito Grillo; que huye de protagonismo personal, y está omnipresente, sin que se note. Avisa tiempos, propicia viveza al debate, pero
no interrumpe, no participa, en muchos momentos hasta nos olvidamos que está allí: Él, solo conduce el encuentro, los protagonistas son otros.
El postdebate
El encuentro ha terminado. Queda espacio para el análisis desde Torrespaña, con Iñigo Alfonso y Pilar García Muñiz y las opiniones de
Pedro J. Ramírez,
Esther Palomera,
Jesús Maraña y
Cristina de la Hoz. Pero los parlamentos de unos y otros se interrumpen para conocer en directo las llegadas y declaraciones de los candidatos a las sedes de sus respectivos partidos, o para chequear afirmaciones falsa o incorrectas de cada uno de ellos con el equipo de verificación. Son "interrupciones" que aligeran y dan ritmo a un análisis en televisión que culmina pasada la una y cuarto de la madrugada. Es el punto final a una jornada en la que los
Informativos de TVE han demostrado que la televisión pública estatal tiene talento, profesionalidad e innovación cuando se deja a los trabajadores hacer su trabajo en libertad.
Relato apropiado del programa del debate. Voy a disentir en alguna apreciación que hace Jaime Olmo. En primer lugar, sobre el fondo que figuraba tras los participantes. Nada que objetar a la visión sideral, reticular, con radicales. Pero no colaboraba en absoluto el continuo desplazamiento de las siglas y de los cometas, así como las variaciones de luz. Distraían y cansaban. El segundo punto negativa lo doy al maquillaje. Un completo desastre, salvo para P. Casado. ¿Vino con él desde casa? Cómo es posible que no hubiera un estudio previo del contraste con la luz bajo la que se mostraría. En Rivera, Sanchez e Iglesias parecía pegotes desnivelados.
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