El líder del Partido Laborista británico, Jeremy Corbyn, ha asegurado que su partido está "preparado para formar un gobierno", después de que la votación dejase un Parlamento sin mayoría absoluta y la primera ministra, Theresa May, fracasase en su intento de ampliar su margen de maniobra tras el
Brexit. Con todo,
su número dos, John McDonnell ha descartado una coalición.
En una de sus primeras entrevistas tras desafiar las expectativas y aumentar en 30 el número de escaños del laborismo, Corbyn ha mantenido que los suyos están "preparados para servir a este país", a pesar de ser la segunda fuerza política.
"Estamos ofreciendo poner en marcha nuestro programa", ha declarado a la BBC, tras reiterar su llamamiento a la dimisión de May y considerar que las negociaciones del Brexit deben tener lugar, independientemente del resultado del jueves.
Su evolución ha sido extraordinaria: al inicio de la campaña todas las encuestas le anticipaban la aniquilación electoral y, desde su nombramiento en 2015 y su ratificación tras el intento de regicidio el pasado verano, había sido acusado de conducir la izquierda británica a la marginalidad política. Dos años después, sin embargo,
ha mejorado en las urnas el saldo de Gordon Brown y de Ed Miliband en sus respectivas candidaturas.
Su ampliación parlamentaria en unos treinta diputados constituye, por tanto,
pese a no haber ganado las elecciones, un más que digno resultado, considerando las expectativas y, sobre todo, una victoria personal para un Corbyn a quien si de algo no se le puede acusar es de falta de coherencia.
Sus críticos en el partido le permitieron hacer la campaña en la que creía, en un despliegue de unidad inédito en el laborismo en tiempos recientes, y
la maniobra ha obtenido su recompensa en las urnas.
Programa ideológico
El candidato laborista se atrevió a alumbrar un programa electoral inspirado directamente en su ADN ideológico, con un retorno a las esencias socialistas calificado de inelegible por un amplio marco del aparato político y mediático británico, que no contaba con que la veteranía de
quien llevaba 30 años como activista de base lograría una movilización suficiente como para revolucionar unos comicios que Theresa May había anticipado como una coronación.
Con su especial magnetismo entre los jóvenes y los desencantados, Corbyn no se arredró ante las críticas, defendió una estrategia basada en la ilusión y en un proyecto de país que, aunque costoso, vendía esperanza. Su mensaje en positivo alteró la temperatura de la campaña, como
evidenciaron paulatinamente las encuestas, y el sondeo que verdaderamente importa, el de las urnas, le ha dado la razón.
De hecho, su aspiración no pasaba necesariamente por llegar al Número 10 de Downing Street. El suyo es un proyecto a largo plazo que aspira a reconfigurar la base ideológica de la izquierda británica, mancillada, en su opinión, por el acercamiento al libre mercado y
el viraje al centro de la Tercera Vía de Tony Blair.
Techo electoral
Si al arranque de la campaña se consideraba que igualar el número de diputados obtenido por Ed Miliband sería un triunfo, Corbyn ha roto su propio techo electoral con una treintena de asientos más que los logrados por el partido en 2015 y
la demostración de que su agenda ideológica, considerada hasta hace poco demasiado a la izquierda, tiene cabida en el Reino Unido post-referéndum.
Como consecuencia, quien había sido un forastero en su propia formación durante 30 años ha devuelto al laborismo a la relevancia institucional casi por accidente. Tras la segunda derrota en las urnas, en 2015, Corbyn había decidido concurrir a la carrera por relevar a Miliband
con el mero propósito de introducir en el debate un perfil anti-austeridad. Sus opciones eran residuales, pero algo en su discurso de regreso a las raíces socialistas tocó fibra y lo llevo a protagonizar uno de los viajes políticos más extraordinarios en tiempos modernos.
Durante la campaña, Corbyn había avisado de su capacidad de desafiar pronósticos, una suerte que, él más que nadie, confiaba que se repetiría en la votación de ayer, en la que su propuesta por una sociedad más igualitaria y su discurso anti-élites
demostró tener en el electorado británico un tirón con potencial para modificar los cimientos del mapa político británico.
"Es una primera ministra de pega"
El portavoz de Economía del Partido Laborista británico y
mano derecha de
Jeremy Corbyn, John McDonnell, ya había anunciado este viernes que
los laboristas intentarán formar un gobierno en minoría en Reino Unido por la inestabilidad del Partido Conservador, que
ha perdido la mayoría absoluta en las elecciones parlamentarias anticipadas.
"No quiero ser despectivo pero creo que
ella es una primera ministra de pega, no puede sobrevivir y varios parlamentarios conservadores están ya diciendo en privado que
su posición es insostenible", ha afiramdo McDonnell, en declaraciones a la BBC.
McDonnell ha asegurado que
rivales tories de May como los ministros Boris Johnson y David Davis ya están haciendo "maniobras" para arrebatarle el liderazgo de su formación tras los comicios de este jueves.
"Por tanto, no puedo verlos manteniéndose unidos. Si ellos
intentan hacer una coalición con el DUP (Partido Democrático Unionista)... bueno, perdón por la expresión pero alguien la usó en campaña, sería una coalición del caos", ha afirmado el portavoz de Economía de los laboristas.
Jeremy Corbyn no es un socialdemócrata, es un socialista en el siglo XXI, coincidente con Bernie Sanders en EE UU.Son dos personas de la tercera edad pero con la mirada de un joven, con las ideas claras y conscientes de la elevada usurpación de derechos y de dineros que pretenden revertir en los de abajo. Subir en 30 diputados en Inglaterra implica una labor soterrada, de redes y de cercanía, una labor que trae viento fresco a las mentes de los ciudadanos. La City londinense estará temblando para que este señor no llegue a ser Primér Ministro, pero se lo van a tener que tragar, y si no es ahora, serça dentro de meses, pero está claro que debe llegar y ayudar a los conciudadanos europeos a dar la vuelta a esta mierda de tortilla que nos hacen comer los burócratas europeos y españoles.
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