Plaza Pública

Venezuela: una nueva crisis sin respuesta europea

Ruth Ferrero-Turrión

Desde que a principios de año la situación en Venezuela se viera agravada por la autoproclamación como presidente de Juan Guaidó, la única posición común europea ha sido la de apelar a una solución pacífica entre las partes. Esta salomónica posición encaja de manera perfecta con la indecisión y la ausencia de consenso entre los Estados Miembros en relación a la cuestión venezolana. Desde el principio de esta crisis, el Consejo Europeo no ha conseguido alcanzar un acuerdo en relación a la figura de Juan Guaidó. La división entre los Estados Miembros ha sido más que evidente.

El reconocimiento de Guaidó generó distintas posiciones en el seno del Consejo. Por un lado, los reconocedores Francia, Alemania y Reino Unido a la cabeza. Por otro, aquellos que se negaron a tal reconocimiento, ofreciendo, eso sí, un apoyo simbólico al Presidente de la Asamblea Nacional Venezolana. En este segundo grupo se han situado Bélgica, Finlandia o Suecia, e Italia que fue la que finalmente bloqueó la declaración conjunta. España, por su parte, intentó introducir matices en las distintas posiciones, pero renunció a liderar el proceso de mediación impulsado a través del grupo de contacto. En este contexto es fácil imaginar que ante la crisis desatada por la Operación Libertad declarada el pasado martes, Bruselas tendrá, de nuevo, que hacer encaje de bolillos.

A las dificultades habituales para alcanzar un acuerdo, se une el actual contexto electoral por el que atraviesa la UE. Parece más que probable que estemos ante un cambio de ciclo político en la UE con un nuevo reparto de escaños desconocido hasta la fecha, donde la ya tradicional gran coalición europea conformada por Populares y Socialistas va a necesitar de otros apoyos para poder alcanzar decisiones esenciales, y donde veremos sentados en el Consejo y la Comisión a Primeros Ministros y Comisarios procedentes de los cada vez más numerosos gobiernos de la derecha nacionalpopulista.  Las primeras muestras de este viraje las encontramos en las declaraciones del actual presidente del Parlamento Europeo, Tajani, apoyando de manera incondicional la acción de Guaidó, rompiendo la posición común expresada por la Alta Representante. En esta situación, parece poco probable esperar de la UE una respuesta firme defendiendo la vía del diálogo, a través del grupo de contacto, y frente a las opciones más belicosas, ante lo que, a todas luces, parece un golpe de estado en toda regla, con intervención del ejército incluida que vulnera la legitimidad constitucional.

Europa tiene una nueva oportunidad para reivindicar su papel como actor global frente a la crisis venezolana. Es verdad que el contexto no es propicio, pero ¿cuándo lo ha sido? También es una buena ocasión para reivindicar el papel de España en América Latina, para demostrar la capacidad de mediación política de la que tanto alarde se realiza desde el plano institucional. Es el momento de poner sobre la mesa aquello de nuestros "pueblos hermanos" y demostrar que no se trata de mera retórica. Sin un liderazgo político claro desde Europa se estará hurtando la posibilidad de ofrecer una vía pacífica a la resolución del conflicto. Y ese liderazgo lo ha de asumir España como el único país europeo con capacidad real de mediación en el territorio. Pero para eso es imprescindible ser consciente de esa capacidad y, además, contar con la voluntad de política de hacerlo. La diplomacia española ha demostrado sus habilidades para romper el discurso de los blancos y negros y enfrentarse a la aproximación utilitarista norteamericana con ínfulas de guerra fría.

En ausencia de esta voluntad, de determinación y de unidad, la UE estará cada vez más lejos de alcanzar una de sus pretensiones más anheladas, llegar a ser, en algún momento, un actor global fiable. La UE se encuentra, una vez más, ante la oportunidad de demostrar que la negociación y el respeto al Estado de Derecho son mejores soluciones que aquellas sostenidas sobre los ganadores y perdedores. Si Bruselas no es capaz de plantear una salida alternativa a la propuesta norteamericana expuesta por John Bolton y Mike Pompeo de utilizar la violencia como salida a la crisis venezolana estaremos abocados a recrear unos escenarios ya conocidos. La duda de Bruselas se plasmó en Bosnia, Ruanda, Siria o Libia entre otros. Esta duda se puede convertir, de nuevo, en catástrofe. ________________Ruth Ferrero-Turrión es profesora de Estudios Europeos en la UCM y la UC3M e investigadora asociada al Instituto Complutense de Estudios Internacionales.

Ruth Ferrero-Turrión

 

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