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Verso Libre

El gobierno y esos comunistas de la peor ralea

Veo que numerosos líderes políticos se están acostumbrando a confundir una declaración con un ataque de nervios. Cualquier mínimo detalle se convierte en un suceso gravísimo que deslegitima la democracia española y exige la dimisión inmediata de alguien. Pensándolo bien, sería necesario que dimitiera toda la ciudadanía española por haber votado lo que votó. ¡Hasta dónde vamos a llegar!

El convencimiento de que hace falta paciencia y tranquilidad, porque para incendios ya tenemos bastante con los de Australia y el Amazonas, me invita a hacer un esfuerzo por tranquilizar a los que no pueden vivir por culpa de su miedo y su indignado sufrimiento. Quiero empezar por defender a los comunistas españoles ya que los conozco bien desde hace muchos años. Con escándalo se utiliza una y otra vez el argumento de que la entrada en el Gobierno de los comunistas supone un amenaza para la democracia. De verdad, tranquilos, no creo que sea para tanto. Así se ha demostrado en los mejores momentos de muchos ayuntamientos y comunidades autónomas.

He dicho que voy a hablar de los comunistas españoles. Supongo que el adjetivo no supondrá una molestia para nadie de los que adornan cotidianamente sus vidas con banderas y orgullos patrios. No me atrevería yo a defender a estas alturas a los comunistas identificados con la Europa del Este y las dictaduras estalinistas, porque se especializaron enseguida en borrar libertades políticas y en detener o asesinar a numerosas personas, entre ellas a numerosos comunistas que no simpatizaban con ese tipo de autoridades.

Pero los comunistas españoles, por la peculiaridad de su propia situación, más allá de las contradicciones y las disputas internas, significan en nuestra historia algo muy distinto. El Partido Comunista de España jugó un papel protagonista notable en la lucha contra la dictadura de Franco. Detenidos, torturados, ejecutados, mantuvieron su defensa de la justicia social y la democracia durante los años más oscuros de nuestra vida reciente. La verdad es que por lo que se refiere a España resulta muy difícil separar al Partido Comunista de la conquista de las libertades.

Algunos referentes de los que hoy se presentan como defensores de la Constitución, mientras firmaban sentencias de muerte para los que caían en su lucha contra la dictadura, idearon un famoso programa de renovación del franquismo, al hilo de sus 25 años de paz, que consistía en separar el desarrollo económico de la libertad. La industrialización española debía sacarnos de la pobreza, repartir televisiones y coches, sin caer en la tentación democrática. Fue más o menos entonces cuando los comunistas pusieron en marcha un sindicato, CCOO, que desde sus inicios supo unir las reivindicaciones laborales con la consolidación de las ilusiones democráticas.

Sin entrar en detalles, porque sólo intento tranquilizar a los asustados, el Partido Comunista de España asumió en su lucha contra el franquismo que se trataba de conseguir cuanto antes una reconciliación nacional y una sociedad regulada por las libertades constitucionales. No vienen al caso ahora las peleas internas, expulsiones, disidencias… Lo interesante es que el trabajo de los comunistas fue importante para que el franquismo no se perpetuara y para que España conquistase una Constitución basada en los principios de igualdad, justicia y pluralismo.

Los cuidados de la libertad

Defender la Constitución, por ejemplo, despreciando la memoria de Santiago Carrillo y de Jordi Solé i Tura es tan poco sensato como hablar del compromiso con la libertad sin acordarse de Rafael Alberti, María Teresa León, Marcos Ana, Blas de Otero, Ángela Figuera, Gabriel Celaya, Jorge Semprún, Angelina Gatell, Juan García Hortelano o Ángel González.

Cuando a mí me acusan de comunista para insultarme, suelo responder que "a mucha honra". Y cuando alguien me pregunta con buena intención si sigo siendo comunista, le contesto con mucha claridad que la herencia recibida de mis mayores me ha enseñado que las ilusiones de igualdad y libertad son inseparables. La historia ha demostrado que la falsa igualdad sin libertad conduce al horror y que la libertad sin igualdad abre las puertas a la ley del más fuerte y a la precariedad de una existencia cotidiana injusta. El neoliberalismo fundado en el Chile de Pinochet se ha rebelado como una forma de barbarie. Los neoliberales demócratas debieran asumir esa verdad.

Así que llegados a este punto, y después de recordado el papel digno de los comunistas en la historia reciente de España, sugiero la conclusión de que lo que de verdad teme el pensamiento reaccionario español de hoy, envuelto en su ataque de nervios, no es el comunismo, sino la posibilidad de una socialdemocracia sensata que acabe con la santificación de sus privilegios y su confusión de la libertad con la desigualdad. De ese miedo no quiero tranquilizar a nadie.

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