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Muy fan de...

... Huir, volver y continuar

Raquel Martos nueva.

“¿Si pudierais huir hoy a algún lugar en el mundo, cuál sería?” Hice esta pregunta hace unos días en mi cuenta de twitter. No fue más que un desahogo en voz alta, la expresión de un impulso en un momento de angustia. El deseo, la necesidad, las ganas de escapar de esta nueva mierdalidad en la que seguimos confinados.

Hice la pregunta por hacerla, como si hablara conmigo, sin esperar respuesta. A veces una dice cosas en las redes y nadie contesta. A veces, en esas redes llenas de usuarios, una siente que habla sola, en la vida también pasa.

Pero, para mi sorpresa, comenzó un goteo incesante de respuestas de distintas tonalidades, con cadencia de fuegos artificiales. Como si acabara de descorchar una botella que hubiera estado olvidada en un rincón de una bodega. Eran deseos a borbotones, burbujas que explotaban con la fuerza del anhelo.

Algunos soñaban con otros continentes sin explicar más: “Australia”, “Canadá”, “Cuba", “Asilah, Marruecos”… Otros daban más detalles: “Chile, a aquella casita blanca en la que viví en verano de 2017” “La cabaña de Islandia con mis caballitos y sus cositas”. Había quien no pensaba en alejarse, sino en poder alcanzar la cercanía: “con que pudiera ir al pueblo de al lado”.

Muchas peticiones para Nueva Zelanda, no sé si más fascinados por su paisaje abrumador o por la falta de contagios. Los que nombraban Israel por el atractivo de la pronta vacunación, que suena a pronta recuperación… Algunos elegían lugares improbables, la Luna, Marte “¿Puede ser fuera del mundo?” Otros perseguían destinos imposibles: “Debajo de mi cama, la de cuando era niño” “¿La infancia vale?” “Hacer de mi cama un camping, bajar las persianas y estar allí debajo leyendo cómics y libros junto a mis muñecos Epi y Blas “¿La infancia vale?””.

Otros señalaban personas como destino: “A Argentina, a ver a mi pareja, que hace meses que no nos vemos”. “A casa de mis padres, que hace casi seis meses que no los veo” “A Zaragoza, a casa de mis sobrinas de dos y cinco años, a las que he visto tres días en todo 2020”. A casa de mis padres, que hace casi seis meses que no los veo

“A comer a casa de mi madre”.

Hubo quien propuso un lugar y lo descartó en la misma frase, porque el virus le ha robado a su compañera de viaje: “A Roma, pero solo si pudiera ir con mi hermana querida”.

Destinos en viejas rutinas: “A una barbacoa con los amigos, de las que duraban doce horas, qué tiempos”. Países inventados: ¿Sincovilandia existe? Caminos misteriosos que abrían puertas propias del Ministerio del Tiempo: “Pues yo me metería en un agujero negro y que el destino me escoja el siglo que le dé la gana”…

Fue, precisamente, el cambio en ciertas propuestas del espacio por el tiempo lo que me heló una sonrisa que me había dibujado tan variado catálogo de viajes: “A 2019”, “a 2018”, “a 2008. A antes de…

Entonces tomé conciencia de lo que resumía aquel barómetro emocional improvisado: la mayoría no quería huir, la mayoría se moría por volver. Volver a antes de… esta locura.

Pero la vida no siempre te permite huir –además no es un verbo que tenga buena fama, mucho menos si eliges Andorra– . La vida casi nunca te permite volver, te desanima con aquello de las segundas partes, que nunca fueron buenas. La vida, con suerte, con mucha suerte, te permite continuar. Y en esto estamos. No queda otra, continuar, que no es poco.

Mil gracias por vuestras respuestas, no estáis todos los que respondisteis, pero los que estáis lo hicisteis. Cuánto agradecí que compartierais vuestras burbujas, cuánto me aliviaron en un ratico de angustia de esta nueva mierdalidad.

“¿Si pudierais huir hoy a algún lugar en el mundo, cuál sería?”, fue mi pregunta. “A un abrazo”,A un abrazo dijo alguien y lo dijo todo.

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