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La batalla de la derecha

La España interior, los mayores y el Senado complican el asalto de Ciudadanos al PP

El líder de Ciudadanos, Albert Rivera, y el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en el Congreso.

Tras un prolongado ciclo político a solas, el PP tiene compañía. El Partido Popular –y previamente su antecesora, la posfranquista Alianza Popular– ha disfrutado de un claro predominio en el hemisferio político derecho durante lustros, desde Manuel Fraga hasta Mariano Rajoy, pasando por José María Aznar, por señalar sus líderes más destacados. Ahora hay un nuevo jugador: Ciudadanos. Y no se resigna a ser su muleta. El partido de la gaviota ha probado de todo para frenarlo. Cortejarlo, desdeñarlo, atacarlo... Pero la formación de Albert Rivera crece y crece en las encuestas, hasta el punto de presentarse como un ganador verosímil para las próximas generales.

Pero, ojo, España no es sólo Cataluña. El esquema que llevó a su victoria en Cataluña no puede reproducirse fácilmente. El PP dispone de un puñado de buenas cartas: su tirón en el electorado rural, de interior y de mayor edad; la mejor adecuación de sus características a la ley electoral; cuadros más nutridos y candidatos más conocidos para las elecciones municipales y autonómicas; el fortín del Senado... Sus fortalezas coinciden casi milimétricamente con las debilidades de Ciudadanos, y viceversa. infoLibre analiza con la ayuda de expertos el tablero político del centroderecha español, escenario de una gran batalla electoral.

Las bazas del PP

El PP es el partido líder en España. Ocupa La Moncloa y ha ganado cinco de las siete últimas elecciones generales. En las más recientes cosechó el 33,03% de los votos y 137 escaños, 105 más que Ciudadanos, cuarto en la tabla de resultados, con el 13,05%. El último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), elaborado cuando todavía colea la resaca de su batacazo electoral en Cataluña, mantiene al PP en cabeza con un 26,3% de estimación de voto, seguido del PSOE (23,1%), Cs (20,7%) y Unidos Podemos (19%). A su rival en el campo conservador le saca 5,6 puntos. O sea, que ni en las urnas ni en el estudio demoscópico de referencia se ha producido todavía el sorpasso.

Con las encuestas y los datos en la mano, Antonio Alaminos, profesor de Sociología de la Universidad de Alicante, no ve aquilatada la idea de un adelantamiento. "El PP siempre ha sido un partido muy robusto electoralmente hasta la crisis de 2015. En esas elecciones perdió electorado por el incumplimiento de promesas, más que por la corrupción", señala. A su juicio, influyentes medios de comunicación, entre los que cita a los periódicos El País y Abc, están "promocionando" a Ciudadanos para convertirlo en una alternativa verosímil. "En las encuestas –señala Alaminos– no se ofrecen datos de intención de voto, solo la estimación. Es decir, lo que les dé la gana con el modelo secreto que les dé la gana. Las muestras son ridículas en tamaño, y más ridículas aún en los métodos de recogida de datos, con ponderaciones brutales". Y añade: "Si el PP se hundiese, sería una profecía que se autocumple. Es decir, consecuencia de la campaña en los medios para promocionar a Ciudadanos".

El partido de Mariano Rajoy dispone además de innegables fortalezas, aunque es cierto que en ocasiones son el envés de sus debilidades. Entre los puntos fuertes del PP está su tirón en el voto de las personas mayores, el electorado rural y el de las provincias de interior. Jordi Pacheco, decano del Colegio de Politólogos y Sociólogos de Cataluña, ofrece una clave: "El PP cuenta con una cierta ventaja de partida con el sistema electoral en la mano. Allí donde es más fuerte es donde hay un plus en escaños". Pacheco propone viajar al origen del sistema electoral para reflexionar sobre el mismo. En primer lugar, se pactó "que los ganadores recibieran un plus", explica. Y no sólo en el global, sino provincia a provincia. La Constitución –explica– fue resultado de equilibrios y cesiones. "No se llegó a un Estado laico, pero sí aconfesional. Eso sí, con un punto de desequilibrio a favor de la Iglesia, que no es oficial pero tiene preeminencia. Se recogía la unidad de España y también las nacionalidades, pero predominando jerárquicamente la unidad. Igual pasó con el equilibrio entre zonas agrarias frente a zonas industriales. Se llegó a un sistema electoral que beneficiaba a las zonas agrarias", explica.

En efecto, en provincias menos pobladas, léase Soria, donde el PP y el bipartidismo en su conjunto resisten mejor, el escaño se logra con un menor número de votos, fruto del sistema electoral español y la famosa Ley D'Hont. "Desde un punto de vista sociológico", añade Pacheco, estas zonas encajan bien con el modelo que históricamente ha defendido el PP, así como "con las formas de ser, vivir y pensar" más extendidas. A esto se suma la dificultad de penetración de Ciudadanos en los territorios con identidades nacionales en disputa, a excepción hecha de Cataluña. No conviene olvidar que Ciudadanos no ha logrado escaños en las elecciones autonómicas en Galicia, País Vasco, Castilla-La Mancha, Navarra y Canarias. Eso son 9,7 millones de habitantes. En las cuatro primeras, tampoco tiene escaño alguno en el Congreso, como no lo tiene en Extremadura ni La Rioja. En Castilla y León sólo suma uno por Valladolid.

El PP lo sabe y lo explota. Moncloa se ha encargado de hacer saber que el presidente tiene en mente otorgar prioridad en su estrategia a esa España interior, rural, envejecida y despoblada en la que Ciudadanos tiene menos cuadros, menos presencia y menos trayectoria. Ahí hay que inscribir que el PP haya vuelto a intentar situar en el debate las diputaciones, sobre las que Ciudadanos tiene un discurso muy crítico, pero que son vistas en los municipios pequeños como única garantía de servicios dignos. Rajoy, no en vano, es un hombre de Diputación, como él mismo se encarga de subrayar con frecuencia, y hace gala de que presidió la de Pontevedra. El PP también emplea con fines electorales la defensa del AVE, un modelo que Ciudadanos ha cuestionado, en otro mensaje de caramelo para la España peor comunicada. Ahí puede hacer daño a priori a Cs.

"No es la primera vez que desarrolla esta estrategia. En 2016 ya lanzó la campaña Mi pueblo no se cierra, en búsqueda de ese voto rural. Está claro que por composición sociodemográfica el PP puede resistir mejor en el interior y en circunscripciones con menos de cinco diputados, la mitad de las cuales está en las Castillas", señala Pablo Simón, profesor de Ciencia Política de la Universidad Carlos III y editor de Politikon.

Ciudadanos, que desde el nombre es un partido de inclinación urbana, además de una formación cuyo desarrollo está estrechamente vinculado a Internet, se enfrenta al desafío de plantar batalla al PP en el ámbito rural. Complicado. Pero imprescindible para tener opciones reales de victoria en unas elecciones generales. Una considerable piedra en su camino es la probable celebración de elecciones autonómicas y municipales antes de las generales. "Antes de las generales están las andaluzas, autonómicas y locales. Tienen falta de cuadros y candidatos. Con los nuevos partidos, además, hay un problema de expectativas. Muchas veces son demasiado altas, no las cumplen y se ve como una derrota", señala Pablo Simón. Sus resultados en las municipales de 2015 revelaron limitaciones. De las ciudades de más de 200.000 habitantes, sólo pasaron del 15% en Murcia y Alicante. En el total de las municipales se quedaron en un 6,55%. Es prácticamente inverosímil que no peguen una buena subida en las de 2019, pero, ¿como para llegar a hacer sombra a un PP cargado de historial en los ayuntamientos y con potentes estructuras locales? Se verá. "Ciudadanos es aún un partido frágil en su implantación local. Las municipales no permitirán valorar la fuerza de Ciudadanos, más bien valorar el futuro del PP", señala Alaminos. Las municipales sí que pondrán a prueba la capacidad de Ciudadanos para evitar la entrada de advenedizos cuya conducta pueda acabar socavando el prestigio de la marca.

El PP tiene dos trincheras más para aguantar el asalto de Ciudadanos. Una es lo que se podría llamar el voto "mayor". Volvamos al último barómetro del CIS. El PP es líder destacado entre los votantes de 65 y más años, con una intención declarada de voto del 28,8%, muy por delante de PSOE (19%), Ciudadanos (10,9%) y Unidos Podemos (1,8%). Ese voto de la tercera edad es además por lo general "muy fiel", apunta Pacheco. La otra trinchera es el Senado. En dicha cámara la circunscripción también es la provincia, pero con un modelo de reparto que hasta la fecha ha beneficiado al PP, con un número fijo de senadores independientemente del tamaño (cuatro, en el caso de las provincias peninsulares). Es decir, entran los cuatro candidatos más votados, que suelen ser 2-2 o 3-1 para PP o PSOE. "El Senado es lo más evidente del plus que el sistema electoral da al PP. El reparto de cuatro senadores por provincia le da la mayoría absoluta al PP, aunque luego el reparto coge una cierta proporcionalidad con los senadores por designación autonómica", señala Jordi Pacheco.

El PP puede dejar sin senador en numerosas provincias a Ciudadanos, que además es un partido muy escéptico con la propia institución. Ahí coincide con la izquierda. "La izquierda no cree en esa cámara y vota a diputados y no senadores. En la izquierda los nombres de políticos quemados causan rechazo, y el Senado es un cementerio de elefantes. Solamente cambiando la función del Senado, o los procedimientos de los partidos de izquierda o centro para ofrecer candidatos atractivos puede cambiar la situación", apunta Antonio Alaminos. No es difícil adivinar qué partido se resiste a cambiar el Senado, una institución sin la que es imposible acometer reformas profundas.

Las bazas de Ciudadanos

Ciudadanos es un partido ligero, tanto en estructura como en definición ideológica, en línea con experiencias de éxito como la de En Marche!, el partido de autor de Emmanuel Macron en Francia. Sabe de marketing, de demoscopia, de opinión pública, de medios de comunicación. Se sitúa siempre que puede en "máximos de sentido común" (Alaminos), y pasa de puntillas por los asuntos en los que tenga poco que perder y mucho que ganar. El PP intenta llevarlo al detalle, convencido de que le puede ocasionar desgaste. Un ejemplo de libro: prisión permanente revisable. Según Jordi Pacheco, es una estrategia ambivalente, que por un lado "galvaniza a su base electoral" y por otro lado tensiona a Ciudadanos. Pero hay factores que dificultan esta estrategia y sonríen a Cs. Pablo Simón concreta en tres estos factores:

1) La crisis catalana, que ha demostrado ya su capacidad para aupar a Ciudadanos, "no va a desaparecer". "Los tiempos de la justicia son muy lentos", apunta el politólogo. Casi el 50% de los electores de PP y Ciudadanos, además, se muestran favorables a reducir o suprimir las autonomías. Esto revela una cercanía en la cuestión territorial que permite a Cs forjar la expectativa razonable, según Simón, de "seguir metiendo la cuchara" en el electorado del PP, que trata de frenar la sangría con un repentino cuestionamiento de la inmersión lingüística y una alerta de su extensión a la Comunidad Valencia y Baleares.

2) A Ciudadanos le va bien en las encuestas, lo que puede hacer que pierda fuerza la idea del voto útil, más aún cuando el declive de Podemos dificulta la posibilidad de atizar el voto del miedo.

3) En el Congreso Ciudadanos "no ha pactado con Sánchez, sino con Rajoy". "Esto no puede olvidarse. Quien esté indeciso en la derecha y busque una alternativa, la tiene. Esa pasarela está completamente activada", apunta Simón. El CIS desvela además que los encuestados cada vez ven más a la derecha a Ciudadanos, que ha pasado de un 5,1% en enero de 2015, en el centro-centro, a un 6,76, siendo 10 la extrema derecha. Eso revela más facilidad de cambio de quienes habitualmente se hayan inclinado por el PP. La pasarela PP-Cs se agranda con otra variable: la fidelidad de voto. Según el CIS, frente al 82,7% de Ciudadanos, el PP presenta un 64,8%. Son 17,9% menos en fidelidad. Y el partido con el que el votante del PP tiene más fácil cometer una infidelidad es el de Rivera.

La preocupación por Cataluña sigue en efecto muy alta. Para casi el 15% de los españoles, es el primer problema del país, según el CIS. Apenas ha caído desde los momentos de máxima tensión de la crisis. Por lo tanto el contexto político resulta favorable para el partido de Rivera, que mantiene la unidad interna y un liderazgo sin discusión. Es previsible que el conflicto catalán se alargue, o se enquiste, generando más contradicciones y dificultades al partido que gobierna y debe decidir, el PP, que a Ciudadanos. Además se avecina un denso calendario judicial sobre temas de corrupción. Al reciente protagonismo de Ricardo Costa –que señala a Francisco Camps–, Francisco Granados –que señala a Esperanza Aguirre– y Luis Bárcenas, se sumará un calvario judicial para el PP: Gürtel, Lezo, Púnica, Valencia... Está por ver la eficacia de la estrategia del PP, basada sustancialmente en afirmar que la corrupción es agua pasada.

"El votante de Ciudadanos muestra en las encuestas una fuerte preocupación por la corrupción", señala Pablo Simón. Esto dificulta un hipotético regreso al PP. Y también lastra uno de los discursos preferidos del PP para zaherir al partido naranja: el que lo presenta como una formación de recién llegados sin experiencia. "Está claro que eso puede ir bien para un electorado conservador menos inclinado al cambio, pero por otra parte es una forma de recordar que en Ciudadanos no están manchados por la corrupción", añade el politólogo. A su juicio, el PP vive una situación de bloqueo, de pasmo, ante una situación nueva: otro gallito en su mismo corral. Y un gallito que empieza ofrecer señales de haber llegado para quedarse. ¿Qué puede provocar un cambio de tablero? Simón responde: factores externos de gran calado e incontrolables –acontecimientos tipo 1 de octubre– o "cambios internos, que se pueden controlar". Entre estos estaría un profundo cambio de gobierno por parte de Rajoy.

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Resistencia a los cambios

El problema de esta opción, señala Simón, es que es contraria al modo de proceder habitual de Rajoy, poco dado a cambios. "Si los cambios son cosméticos, no van a alterar esa imagen de partido desorientado y en barrena", añade. Antonio Alaminos, experto en el análisis de comportamientos electorales y escéptico sobre las opciones reales de Ciudadanos de desbancar al PP, sí es claro en el diagnóstico sobre la situación actual del partido de Rajoy: "Líderes quemados o invisibles a la opinión pública y políticas aún restrictivas. Puede recurrir a algún tema estrella, pero en Cataluña Ciudadanos le ha robado el bocadillo. Están quemados". Según este diagnóstico, el PP vive paralizado a la espera de que unos hipotéticos buenos resultados económicos hagan el trabajo que políticamente no se decide a hacer el partido.

Aunque aclara que nos movemos en un terreno de hipótesis donde hay que primar la reflexión sobre el pronóstico, Jordi Pacheco en absoluto ve descabellado que el PP se hunda. "Puede pasar perfectamente. Pasó con la UCD. Una implosión. El PP no tiene por qué residualizarse, pero va a tener muy difícil revertir la actual tendencia". "Cuando arranca una tendencia de este tipo, de crecimiento de un partido a costa de otro, es difícil de parar", concluye. Aunque siempre está la posibilidad de factores imprevisibles: casos de corrupción, errores políticos propios, aciertos políticos ajenos. La batalla de la derecha apenas acaba de comenzar.

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