Extrema derecha

El discurso de ultraderecha toma fuerza al calor del auge de Vox y la exhumación de Franco

Imagen del multitudinario acto de Vox en el Palacio de Vistalegre.

Medio año después de anunciar a bombo y platillo que el cadáver del dictador Francisco Franco saldría del Valle de los Caídos, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, aún no ha conseguido sacar los restos del mausoleo. Pero los que sí han tomado fuerza en los últimos meses han sido los defensores del legado del autócrata, que han aprovechado la polémica para difundir sus posiciones en los medios de comunicación. A ello se une el auge de Vox, que con sus buenos resultados electorales en Andalucía y su ascenso en las encuestas está consiguiendo incluir en el debate público temas como la inmigración o la respuesta estatal contra la violencia machista, con los que la formación ultraderechista se siente cómoda.

El último ejemplo se produjo el pasado miércoles, cuando el diario La Razón publicó una columna de opinión del presidente de la Fundación Nacional Francisco Franco, el general Juan Chicharro, actualmente en situación de reserva. El título de su artículo, "Por qué defiendo a Franco", no dejaba lugar a dudas sobre la férrea y clara defensa de la figura del dictador por parte de Chicharro, que elogia "los cambios que España" experimentó "bajo la égida del Generalísimo y la seguridad que reinaba en las calles", asegura que "el régimen estaba bien asentado en el apoyo generalizado del pueblo" y afirma que "la posible exhumación de los restos del Generalísimo del Valle de los Caídos es simplemente un atentado contra la historia y contra cuanto significó su figura en la historia de España".

No obstante, las de Chicharro no son las únicas declaraciones enaltecedoras del franquismo que se han producido en los medios últimamente. En los últimos meses han recorrido los platós personas como Pilar Gutiérrez, líder de la organización Movimiento por España; Jaime Alonso, portavoz de la Fundación Francisco Franco; Juan Chinarro, el presidente de dicha fundación; y el general Fernández-Monzón, uno de los militares reservistas firmantes del manifiesto franquista en favor del dictador. Todos comparten el mismo discurso: la dictadura no fue tal, Franco no fue ningún dictador y, además, no es responsable de ningún asesinato.

"Franco no fue un dictador. Si acaso, sólo durante los primeros años. Pero si lo fue, lo hizo por el bien de España", ha asegurado Gutiérrez en los medios, mientras Alonso ha afirmado que "Franco ha hecho mucho más por la democracia que los que se manifiestan en las calles". Y no solo ellos han defendido la figura del dictador: pese a que Vox procura que el eje de su discurso gire en torno a asuntos como la inmigración, la supuesta corrección política o lo que denominan "dictadura de género", el partido emergente de ultraderecha no duda en defender a Franco si viene al caso. 

En este sentido, su número dos, Javier Ortega Smith, aseguró el pasado abril que el bando franquista fusiló en la Guerra Civil a sus adversarios "sin odio, con amor", y su ahora diputado autonómico Eugenio Moltón declaró en la campaña de las pasadas elecciones andaluzas que no consideraba que el periodo franquista hubiera sido una dictadura. Vox, por su parte, se ha mostrado oficialmente contrario a la exhumación de los restos de Franco del Valle de los Caídos, pero su líder en Melilla ha abogado por enterrar al dictador en el Panteón de Héroes de Guerra de la ciudad autónoma.

Más parecidos a Orbán que a Le Pen

Para los expertos, sin embargo, la reivindicación de la figura de Franco solo es un elemento más de la expansión de un discurso ultraderechista en España que, no obstante, cuenta con otros ingredientes más relevantes. Pablo Simón, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Carlos III de Madrid, explica que el discurso de Vox es asimilable al de "los partidos de extrema derecha de Europa del Este", de corte muy conservador, "tradicionalista" y "católico", y señala que es precisamente en esa reivindicación de la supuesta tradición española donde se enmarca su discurso nostálgico.

Por el contrario, Xosé Manoel Núñez Seixas, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Santiago de Compostela, discrepa parcialmente. "Es cierto que existe un discurso tradicionalista, pero en él la religión está mucho más diluida que en formaciones de ultraderecha clásicas", sostiene el experto, que pone como ejemplo los mensajes de Blas Piñar y su partido, Fuerza Nueva. "Eran discursos mucho más místicos, con la religión más presente", compara Núñez Seixas.

En este sentido, el experto apunta que la línea política de Vox con respecto al franquismo no es sino una evolución más agresiva del mensaje que ha mantenido "buena parte del PP" desde hace años. "Lo que dice Santiago Abascal es que Franco fue autoritario, pero no fascista, que lo que hay que hacer es olvidar y no remover el pasado" y que sacar a Franco del Valle de los caídos es "caro" e innecesario, señala Núñez Seixas, que afirma que esa ambigüedad con respecto a los símbolos de la ultraderecha tradicional no es única de Vox, sino que tiene su reflejo en partidos como la Liga Norte (Italia) o el Frente Nacional (Francia).

"Marine Le Pen se ha ido distanciando de las simpatías de su padre" por el bando colaboracionista con los nazis en la Segunda Guerra Mundial, y Matteo Salvini no se identifica con el dictador Benito Mussolini pero sostiene que tratar de reparar a sus víctimas es "desenterrar el pasado", explica el experto, que señala que estos discursos les permiten "marcar distancias con la ultraderecha tradicional", muy denostada, y competir con formaciones más asentadas en el espectro político.

Vox arrastra el debate hacia sus temas favoritos

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A este respecto, Simón señala que uno de los éxitos de Vox está siendo el de conseguir colocar los temas en los que se sienten más cómodos en la agenda mediática, como son la inmigración o, estos últimos días, la violencia de género. "Cuando una fuerza defiende una opción extrema y consigue atraer hacia sí la atención, el resto de los partidos se tiene que situar, y esto provoca que esas opciones extremas queden normalizadas y entren en el debate" público, explica el politólogo, que afirma que esta estrategia es "una suerte de infección" porque arrastra la agenda mediática hacia los temas en los que la ultraderecha se siente más cómoda.

Núñez Seixas coincide y señala que "a base de insistir y obligando a posicionarse al resto de partidos, están metiendo sus temas en la agenda". Esa estrategia, apunta, "les funciona para captar la atención y para marcar fronteras con otros partidos", que es lo que tanto él como Simón señalan que es lo que está haciendo ahora Vox: tratar de consolidarse en el bloque de la derecha. "Pero eso no significa que no puedan mutar en el futuro, aunque ahora estén hablando fundamentalmente de temas como el género o la inmigración", si quieren comenzar a expandirse por el resto del espectro político, señala Simón, con quien coincide Núñez Seixas, que afirma que su actual estrategia está dirigida, fundamentalmente, a "hombres conservadores mayores de 50 años". "Y ese voto no te da más del 10% en las elecciones", afirma.

Y ese discurso de los ultras, ¿puede combatirse? Pablo Simón descarta que exista una solución mágica para ello, pero sí afirma que la experiencia del combate contra otras fuerzas de extrema derecha a nivel mundial refleja que es útil tratar de sacarlas de los temas en los que se sienten más cómodos. "A Podemos, por ejemplo, cuando apareció le preguntaban por todo lo que estaba fuera de su agenda: ellos hablaban de la casta, pero los medios les preguntaban por sus propuestas económicas" y la viabilidad de las mismas, recuerda el politólogo, que afirma que "a Vox, por el contrario, se le está comprando el marco" discursivo y no se les exige que "concreten" sus propuestas. "Eso les obliga a aterrizarlas en lo concreto, y ellos saben que eso les perjudica: les gustan los marcos extremos", sostiene.

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