Entrevista

Fidel Gómez: "La ideología ultra tiene un especial caldo de cultivo en las Fuerzas Armadas por no haber roto con el franquismo"

El teniente coronel José Ignacio Domínguez (i) junto a Fidel Gómez Rosa.

El teniente coronel del Ejército del Aire José Ignacio Domínguez, Cuchi, lleva décadas dejándose la voz por la democratización absoluta de las Fuerzas Armadas. No importa el momento histórico, el contexto sociopolítico o la edad. Él siempre está ahí, al pie del cañón. Allá por 1975 lo hacía desde el exilio, como portavoz en el exterior de la ya extinta Unión Militar Democrática (UMD), desde donde trabajó sin descanso para tejer una red de solidaridad internacional con todos los compañeros militares que habían sido detenidos y encausados por su empuje a favor de la democracia en uno de los pilares fundamentales sobre los que reposaba el régimen franquista. Ahora, casi medio siglo después, lo hace desde su casa. Y lo hace sin pelos en la lengua. "El franquismo sigue teniendo una implantación grande en el Ejército y Franco continúa como una figura respetada", señalaba a comienzos de diciembre Domínguez en una entrevista con infoLibre. Lo hacía después de que este diario revelase en exclusiva el contenido del chat de La XIX del Aire, que ponía al descubierto la afinidad de algunos altos mandos retirados con la ultraderecha y el franquismo a través de mensajes en los que se hablaba sin tapujos de golpes de Estado o del fusilamiento de "26 millones de hijos de puta".

Una historia de lucha continua que ahora se encarga de recuperar el doctor en Ciencias Políticas y miembro de Foro Milicia y Democracia Fidel Gómez Rosa en Casos verídicos del capitán Domínguez (Europea Ediciones, 2020), una obra en la que a través de las vivencias de Cuchi traza un recorrido histórico de lo que fue la lucha contra la dictadura desde el interior de los cuarteles. Una oposición en la que el teniente coronel del Ejército del Aire jugó un papel fundamental. "Fue todo un pionero del antifranquismo en las Fuerzas Armadas", relata Gómez Rosa en entrevista con infoLibre. Una conversación que transcurre desde finales de los sesenta hasta la actualidad y en la que se analiza la falta de pedagogía democrática durante los primeros compases de la democracia: "Fue un error que no se produjese en su momento una ruptura firme con régimen franquista"

PREGUNTA: Nacido en el seno de una familia tradicional franquista, ¿en qué momento el capitán José Ignacio Domínguez comienza a renegar de las convicciones políticas conservadoras y creencias religiosas de las que llevaba mamando desde pequeño?

RESPUESTA: Empieza a tener esa conciencia crítica cuando sale de la Academia General del Aire. Lo que ocurre es que es un proceso muy rápido. En cuestión de meses empieza a conectar, sobre todo en el ambiente universitario, con todo lo que era el antifranquismo.

P: A finales de los sesenta, comienza a elaborar propaganda clandestina señalando un poco el camino hacia la democratización de las Fuerzas Armadas. ¿Era muy frecuente un perfil como el suyo en el ámbito militar en plena dictadura?

R: No, no era en absoluto frecuente. Era, más bien, un caso aislado. No digo que no hubiera otros oficiales críticos. Solo hay que mirar, por ejemplo, los orígenes remotos de la Unión Militar Democrática (UMD), que se pueden encontrar en Julio Busquets, otro oficial procedente de una Academia General que se introduce en el antifranquismo, en este caso por la vía de los estudios, doctorándose en Ciencias Políticas y escribiendo un libro que fue muy importante en aquella época, Militar de carrera en España.

Pero la manera en que lo hizo Domínguez, con esa audacia y determinación de generar él mismo, personal y aisladamente, esta propaganda es extraordinaria. Fue un paso que dio tras las conversaciones mantenidas con otros jóvenes militantes de los partidos de la izquierda y que lo convirtió en un pionero del antifranquismo en las Fuerzas Armadas.

P: El inicio de esta actividad se produce en un momento de enormes cambios sociales, con un contexto a nivel internacional profundamente marcado por el mayo del 68. ¿Hasta qué punto este tipo de acontecimientos influyen en la forma de pensar de jóvenes militares como Domínguez?

R: Claro, por eso te decía que ese cambio de mentalidad se produce tras salir de la Academia General, porque hay que recordar que el régimen que había en las academias en aquella época era muy estricto y muy cerrado, estaban allí todo el tiempo excepto en los periodos breves de vacaciones. En junio de 1967 le entregan el despacho de teniente. Luego, pasa el periodo de entrenamiento de pilotos. Y ya en el otoño de 1968 es cuando empieza con estas iniciativas.

Primero son unos panfletos que elabora con distintos nombres, y luego empieza a hacerlo más elaborado por los contactos que tiene con militantes de la izquierda. Por tanto, conecta con ese movimiento de contestación que entonces existe y y que tiene como fondo el mayo de 1968 o la corriente hippie, aunque su extracción y su formación vengan de un mundo completamente aparte de este. Eso también ocurre, aunque no con su determinación, en el caso de muchos de los líderes de la Unión Militar Democrática.

P: ¿Es la brecha generacional un elemento a tener en cuenta a la hora de entender este tipo de "corrientes" dentro de unas Fuerzas Armadas que eran uno de los pilares fundamentales sobre los que se sostenía el régimen franquista?

R: El Ejército en el franquismo era algo bastante monolítico, de ahí la importancia de la UMD, que rompía con ese monolitismo. Un mundo muy aislado en el que, además, se mantenía una vigilancia muy fuerte desde la guerra, un control muy exhaustivo de los cuadros de mando, sobre todo de los oficiales. De hecho, se estudiaba de forma rigurosa el origen de los alumnos de las academias.

Como hemos dicho, Domínguez venía de una familia del régimen. Por lo tanto, en ese sentido, él se inscribe dentro de ese grupo de hijos de los vencedores que pasan a la oposición porque están en sintonía con su generación. No obstante, hay que recordar que estamos hablando de un movimiento antifranquista dentro de los cuarteles que era muy, muy minoritario. Algo testimonial, porque realmente el impacto que podía tener dentro del Ejército era mínimo.

P: En el momento de la detención de los principales miembros de la Unión de Militares Demócratas (UMD), en julio de 1975, Domínguez se encontraba fuera de España. Comienza así un exilio de un año en el que ejerció como portavoz en el extranjero de la UMD. ¿Qué importancia tenía en aquel momento la internacionalización de los postulados del colectivo? ¿Influyó en el Ejército el respaldo recibido en otros países?

R: Primeramente, la intervención de Domínguez como portavoz realmente es producto de las circunstancias. Lo que pasó es que se marchó al extranjero durante su periodo de vacaciones porque tenía el proyecto de navegar con un barco por Turquía. Cuando se entera de las detenciones, porque tardó por lo menos una semana en enterarse, se produjo una reflexión dentro de la UMD y se llegó a la conclusión de que no valía la pena que regresase y de que en el extranjero podía cumplir una labor importante.

Fuera de España, dio una gran visibilidad a la UMD. Y eso, en cierta forma, y era lo que se pretendía, impedía que el régimen hiciera detenciones mayores, porque realmente arrestaron a 9 oficiales pero tenían información de muchos más. Hay que recordar, por ejemplo, aquella rueda de prensa que dio en París, que fue todo un hito y que tuvo un impacto enorme en la prensa europea. Se ponía, por tanto, al régimen de Franco en una situación complicada. 

Un mes después de la muerte del dictador, en diciembre de 1975, cuando Domínguez estaba en plena campaña, se produce también un punto de inflexión bastante interesante sobre la construcción de la Transición. Se pasó de esa pretensión de ruptura con el régimen abierta por parte de la oposición a una posición reformista, en la que cual participó, por ejemplo, el Partido Comunista de Carrillo. Eso a la campaña de la UMD le repercutió de lleno, porque se empezó a rebajar esa presión que se estaba haciendo desde fuera contra el régimen y con la que se denunciaba la situación de los militares de la UMD. De pronto, Domínguez nota que ya no tiene los apoyos de los meses anteriores, hay actos conjuntos que se organizan en los que se pide que ya no se lleve la bandera republicana... Todos esos eran ya indicios de esa transacción que fue la Transición.

P: Domínguez regresó a España tras la muerte de Franco con tres procedimientos judiciales a sus espaldas. Un año más tarde, se aprueba la Ley de Amnistía. ¿Cómo afectó esta norma a los militares de la UMD? ¿Pudieron regresar a sus puestos de trabajo al igual que hicieron otros funcionarios civiles?

R: Fue una amnistía a medias. Hay que recordar que antes de la ley se dictó un decreto, concretamente unos días después de que tomase posesión del Gobierno Adolfo Suárez. Con los dos instrumentos, los militares de la UMD que estaban en prisión, por supuesto, la abandonaron. Sin embargo, en los textos se incluyeron expresamente unas disposiciones que les impedían regresar al Ejército, volver a vestir el uniforme. En definitiva, les amnistiaron del delito pero no de las penas subsidiarias, entre ellas la separación de las Fuerzas Armadas.

Esto se mantuvo hasta el año 1987, una década después, cuando se dictó la Ley de Rehabilitación de Militares Profesionales, una norma que se hizo con el PSOE en el poder y que abría la puerta a que todos ellos pudieran recuperar lo que se les había quitado en esa amnistía. Sin embargo, yo creo que aquel texto tampoco estaba pensado para el regreso a los cuarteles. ¿Por qué? Porque de los siete que fueron expulsados del Ejército, cuatro mostraron su interés directo en volver al Ejército pero a ninguno de ellos se les dio destino.

En resumen, fueron el único colectivo que no fue amnistiado plenamente. Es la gran paradoja. A los poquísimos militares demócratas que había, la democracia les dejó fuera de la plenitud de la Ley de Amnistía. Y eso ocurrió, además, en contra del consenso de las fuerzas políticas. Fue un caso de chantaje directo de los generales al entonces vicepresidente para Asuntos de la Defensa, el general [Manuel] Gutiérrez Mellado.

P: ¿Un chantaje?

R: Cuando se estaba discutiendo la Ley de Amnistía, esa amnistía por unanimidad de los grupos parlamentarios incluía, por supuesto, a la UMD, algo que nadie dudaba. Sin embargo, los representantes de la Unión de Centro Democrático (UCD) en la comisión para esa norma recibieron presiones de Gutiérrez Mellado, que a su vez las había recibido de la cúpula del Ejército de Tierra. Directamente, le dijeron que no pasaban por ahí y el general, a su vez, presionó a los representantes de la UCD y al Gobierno diciendo que si los de la UMD volvían a los cuarteles él no se consideraba con capacidad para poder encargarse de la situación que se iba a crear y que, por tanto, dimitiría del cargo.

P: En el libro cuenta que la asignatura de Moral Militar se daba durante la dictadura en el Ejército con un libro que, a pesar de la “descarada carga ideológica”, se siguió usando hasta entrados los ochenta. ¿Fue un error no cortar de raíz con el franquismo en el Ejército una vez muerto el dictador? ¿Faltó pedagogía democrática en las Fuerzas Armadas durante la Transición?

R: Visto con el tiempo, no cabe ninguna duda de que fue un error. Ahora bien, cuando hablamos de esto cabe preguntarse cuándo se podía haber hecho esa ruptura. El modelo de la Transición fue la reforma y no la ruptura, de la ley a la ley. En el Ejército también se hizo esto, pero mucho más tarde. Y esto ha provocado que estemos en una situación en la que, en la actualidad, vemos todavía algunas reminiscencias de aquellas.

Efectivamente, fue un error. Y, efectivamente, ha habido una falta de pedagogía democrática muy clara. Quizá esa ruptura simbólica con el franquismo no fuera posible en los primeros gobiernos. Pero yo creo que ya a partir de los ejecutivos del PSOE... En aquella época, considero que fue un fallo que se contemporizase con eso, no dándole la importancia que realmente tenía, creyendo que con el tiempo se irían superando estas cosas. Sin embargo, no fue así.

Hay que recordar que en las academias militares se estaba a generaciones enteras de oficiales de una democracia en unos valores, en unos símbolos. Por eso, era un disparate cosas como que en la Academia Militar de Zaragoza una estatua ecuestre de Franco presidiese la entrada principal, por donde desfilaban los cadetes. El Gobierno socialista de los años ochenta y noventa tenía que haber eliminado toda la simbología franquista, sustituyéndola por esa pedagogía democrática tan necesaria.

P: De hecho, al capitán Domínguez le costó un mundo deshacerse de los procesos judiciales por motivos políticos que tenía sobre sus espaldas. Incluso en 1998, con la democracia ya asentada, se seguía recurriendo a su pasado como militar demócrata para dificultar su entrada en la Orden de San Hermenegildo. ¿Sigue existiendo esa sombra alargada del franquismo, a día de hoy, en las Fuerzas Armadas? 

R: A Domínguez, efectivamente, le persigue esa sombra alargada. Sobre los procesos, yo creo que hubo un factor que determinó que fueran tan insistentes en su caso, y es lo que él representaba. Era muy duro para el franquismo que un hijo, alguien que consideras de tu círculo, se convierta en el principal opositor, algo que no le perdonaron nunca. Contra él se abrieron tres procesos. El primero, el que también sufrieron el resto de detenidos de la UMD. Pero claro, los primeros lo vivieron en el año 1976 y él en diciembre de 1978. El contexto en el que se produjo era claramente diferente. A pesar de ello, en el caso de Domínguez el fiscal no movió ni una coma: se le aplicaron exactamente los mismos cargos que al resto en un momento en el que la Constitución ya era una realidad, por lo que todo esto fue un disparate. Luego, tenía abiertos otros dos: uno en el que se pretendía quitarle la condición de militar; otro, un proceso por injurias basado, básicamente, en las declaraciones políticas que Domínguez hico en la famosa rueda de prensa de París.

Luego ocurre el incidente de San Hermenegildo. Y es algo muy significativo, porque ya estamos hablando de finales de los años noventa. Los que revisan su petición, se descuelgan otra vez con los mismos cargos que les habían hecho a los miembros de la UMD quince años antes, algo absolutamente sorprendente. Eso es algo que hay que atribuir directamente al Gobierno que entonces teníamos, un ejecutivo socialista. ¿Cómo fue esto posible con gobernantes que habían tenido relaciones tan estrechas con la UMD?

Pero volviendo a la pregunta, yo diría que en las Fuerzas Armadas de ahora no existe esa sombra franquista tan alargada, entre otras razones porque la gente se ha ido renovando. Pero conecto de nuevo con lo que hablábamos antes. Como no se ha sido proactivo, como no se ha hecho una campaña asertiva de pedagogía democrática y de sustitución de dichos valores, todavía siguen persistiendo algunos de ellos.

P: En la obra hace referencia en repetidas ocasiones al desprecio que buena parte de la sociedad tenía a las Fuerzas Armadas durante el franquismo. Principalmente, señala, por la instrumentalización que la extrema derecha hacía de ellas. ¿Se sigue produciendo esto en la actualidad? ¿Cree que la sociedad las percibe como un símbolo de todos y no como un símbolo vinculado a determinados sectores?

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R: Las Fuerzas Armadas tienen ahora una imagen que es muy buena, según evidencian los estudios de opinión. Pero no siempre ha sido así. Durante el franquismo, tenían el estigma de ser los defensores del régimen. Luego, una vez se llegó a la democracia, para la población mayoritaria continuaban representando la involución, con el punto culminante del 23F. El punto de inflexión para la recuperación se produjo a finales de los ochenta, con las misiones internacionales, que permitieron modificar esa imagen de fuerzas de ocupación interior, dirigidas a controlar el propio territorio nacional, por fuerzas de encargadas de la defensa exterior, que es realmente su obligación. 

Ahora bien, también hay que decir que, a día de hoy, se siguen prestando a un debate sobre la ideología de los militares. ¿Por qué? Porque una de las consecuencias de no haber roto con la simbología franquista y con el régimen es que todavía vemos cómo la ideología ultra tiene un especial caldo de cultivo en las Fuerzas Armadas. Por tanto, se da esa paradoja: por un lado, hay una impresión general muy buena de los militares, que es gente preparada, eficaz, técnica, con idiomas; y, por otro, sigue existiendo una connotación ideológica que, de vez en cuando, se pone en evidencia, como ocurrió con el chat de la XIX promoción, que da la casualidad de que también es la de Domínguez.

De hecho, en el libro hay varias referencias a Francisco Beca. Por un lado, porque fue uno de los primeros reactoristas de la promoción. Por otro, porque es un amigo cercano de Domínguez, aunque no de su círculo más íntimo de la academia. De hecho, Domínguez empieza a proponer el tema de la UMD a gente que o bien tiene una mentalidad abierta o bien por su cercanía de amistad, reduciendo así la posibilidad de que le denuncien. Entre otros, se lo ofrece a Beca, que lo rechaza dándole razones estrictamente personales. De todos modos, hay que tener en cuenta que lo que proponía Domínguez era tremendo, era jugarte tu carrera, tu familia y quién sabe si también la vida. Es decir, no era ninguna broma, por eso es legítimo que mucha gente huyera de esa aventura. Yo a Beca lo he conocido y, a pesar de la imagen pública que tiene ahora por sus comentarios, es una persona muy agradable. Yo creo que los años le han convertido en lo que es ahora, porque cuando estaba en el Ejército era un tipo poco metido en temas políticos.

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