El blog del Foro Milicia y Democracia quiere ser un blog colectivo donde se planteen los temas de seguridad y defensa desde distintas perspectivas y abrirlos así a la participación y debate de los lectores. Está coordinado por Miguel López.
España y salvar al soldado Ucrania
La progresiva implantación en el mundo, desde los años setenta del pasado siglo, de un neoliberalismo cada vez más competitivo sustentado en las tecnologías más avanzadas, basadas en la cibernética digital, ha acabado por llevar al poder en los Estados Unidos, la mayor potencia económica, y en consecuencia militar, del planeta, a la élite de dicho sector social e ideológico, encabezado y representado por el presidente Trump. Este ascenso al poder ha modificado los parámetros y prioridades de las relaciones internacionales, priorizando, ya sin tapujos, el éxito comercial y financiero sobre los supuestos “valores y normas” con los que hasta ahora se pretendía justificar su hegemonía. En consecuencia, cada día más, para Estados Unidos todo debe subordinarse a su rivalidad comercial y tecnológica con China, la única potencia que algún día pudiera hacerle sombra, lo que le exige desembarazarse de otros escenarios que le absorben recursos y dedicación, como, por ejemplo, las guerras de Ucrania y de Israel (en Palestina, Líbano, Siria o Irán) y como, por ejemplo, los diferentes puntos de vista que sobre estos escenarios puedan tener sus socios y aliados.
Del problema del Próximo Oriente parece querer desprenderse, o al menos desinvolucrarse relativamente, dejándolo en manos de su aliado y protegido Israel, también gran potencia (regional) militar y tecnológica y carente de escrúpulos. Del problema de Ucrania parece querer desprenderse aliándose, aunque de forma parcial y temporal, con Rusia, rival nuclear, pero ni comercial ni financiero. Y, por último, y éste es el objeto de estas reflexiones, del problema de sus aliados con pretensión de tener ideas e intereses propios, del que parece querer desprenderse disciplinándolos: aranceles, inmigrantes, 5% PIB como contribución a la OTAN, Groenlandia, canal de Panamá, etc. y, cómo no, sacrificando a Ucrania.
En el fondo, todos sabemos que el sacrificio de Ucrania para neutralizar en lo posible a Rusia en su competitiva carrera comercial y tecnológica con China es inevitable. Algo que ha desconcertado a los países europeos (llamémosles UE+ porque en realidad no todos son necesariamente europeos ni miembros de la Unión Europea), a los que ha pillado con el pie cambiado porque siguen pensando en términos de guerra fría entre bloques (supuestamente) homogéneos; con el pecho henchido: no podemos tolerar que el crimen internacional de la violación fronteriza quede sin castigo; y el estómago encogido: si se deja a Rusia ganar en Ucrania, el siguiente paso somos nosotros. Como consecuencia de todo lo cual han decidido “salvar (ellos) al soldado Ucrania”, dándose cuenta, cuando han buscado el cómo, de que no les es posible sin el amigo americano, decidiéndose entonces a rearmarse, sin darse cuenta (¿sin darse cuenta o sin querer darse cuenta?) que su pertenencia a la OTAN los tiene atados de pies y manos, dependiendo para cualquier actividad bélica de cierta envergadura del material, de los repuestos y reposiciones, de los medios de transporte, de la información y la inteligencia, de las comunicaciones, de los procedimientos, del mando y control, etc. del aliado estadounidense. Y sin darse cuenta (¿sin darse cuenta o sin querer darse cuenta?) que compensar todos estos déficits exige su tiempo, medido en años; más años probablemente de los que Estados Unidos y Rusia tarden en sacrificar a Ucrania. Y sin darse cuenta (¿sin darse cuenta o sin querer darse cuenta?) que quieren independizarse operativa, que no estratégicamente, de Estados Unidos precisamente cuando la política estadounidense es la de disciplinarlos para que sean (sigan siendo) un auxiliar, importante pero prescindible, de su enfrentamiento con China.
España, con cerca de tres mil efectivos desplegados en doce escenarios (terrestres o marítimos) en operaciones y formaciones operativas OTAN en seis países europeos diferentes y en el mar no es, en absoluto, “el de la cola” de la OTAN
Y en eso estamos, incluida España, a cuyo Gobierno esto del rearme y del incremento del presupuesto de Defensa no le viene muy bien cuando estamos, al parecer, en plena racha de crecimiento económico en una Unión Europea donde impera más bien el decrecimiento o el estancamiento. Y en un momento en el que a pesar de ser criticados, dentro y fuera del país, por ser el cola de la aportación a la OTAN medida en tanto por ciento del PIB, el Índice del Global Fire Power sobre potencia militar evaluada a través de sesenta parámetros sitúa a España en el puesto décimo séptimo mundial (de ciento cuarenta y cinco evaluados) y séptimo de los países OTAN, tan sólo por detrás de Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Turquía, Italia y Alemania y por delante de los otros veintisiete, lo cual es una muestra más de que vivimos en un mundo donde “tanto tienes, tanto vales” medido en dólares, euros o bitcoins, más bien que en “tanto haces, tanto vales”. España, con cerca de tres mil efectivos desplegados en doce escenarios (terrestres o marítimos) en operaciones y formaciones operativas OTAN en seis países europeos diferentes y en el mar no es, en absoluto, “el de la cola” de la OTAN.
España lo que sí hace, desgraciadamente, con estos despliegues en el resto de Europa es contribuir a la expansión de la OTAN hacia las fronteras rusas, a pesar de que, en 1991, cuatro países otánicos, Estados Unidos, Reino Unido, Francia y República Federal de Alemania se habían comprometido con la ya entonces República Federativa Rusa, que no era ya Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, a no hacer: ampliar la membresía de la OTAN a los países de las extintas URSS y Pacto de Varsovia y a no desplegar tropas o bases de países de la OTAN en ellos, según ha revelado y confirmado el documento encontrado en 2022 por el investigador estadounidense Joshua Shifrison en el Archivo Nacional Británico relativo a este compromiso acordado por los directores políticos de los ministerios de Relaciones Exteriores de Estados Unidos, Reino Unido, Francia y Alemania en su cónclave en Bonn de 6 de marzo de 1991, en consonancia con lo prometido de manera informal a Gorbachov por sus respectivos Gobiernos.
Definamos, lo primero, un “para qué” geopolítica, financiera y temporalmente factible. Y, sólo entonces, estudiemos el cómo y el cuánto
Y en eso estamos, a pesar de que Ucrania ya es insalvable; a pesar de que a todo lo que puede aspirar la UE+ (u OTAN sin Estados Unidos) es a desplegarse como tropas fronterizas (fuerza de interposición de mantenimiento de la paz) en la frontera ruso-ucraniana que finalmente acuerden Estados Unidos y Rusia; a pesar de que si dichas fuerzas auxiliares de interposición fueran atacadas o sobrepasadas tendrían necesidad, al menos durante los próximos ocho o diez años (cinco calcula optimistamente la presidenta de la Comisión Europea Von der Leyen), del sostén estadounidense para detener al “enemigo” ruso (paraguas nuclear incluido); a pesar de la inconveniencia para la economía social española de incrementar significativamente el presupuesto de Defensa; a pesar de que no es creíble que éste se pueda incrementar sin afectar a las llamadas “partidas sociales” aunque se haga con artificios contables (ampliación de créditos, fondos de contingencia, artículo 9 de la Ley de Presupuestos de 2023, etc.).
A pesar de todo ello, parece difícil, casi utópico, que, desgraciadamente, no acabemos incrementando nuestro presupuesto de Defensa a costa de “partidas sociales” como nos exige la UE+, de la misma forma que Estados Unidos y la OTAN nos están exigiendo aumentarlo hasta el 5% del PIB.
El problema no es incrementar el presupuesto, lo llamemos de las Fuerzas Armadas, de Defensa o de Seguridad. El problema es el “para qué” lo aumentamos. ¿Para desplegar una fuerza de interposición de mantenimiento de la paz que, si Rusia quisiera traspasar, necesitaría el apoyo y auxilio de la OTAN y de los Estados Unidos, que muy probablemente sería denegado?
Definamos, lo primero, un “para qué” geopolítica, financiera y temporalmente factible. Y, sólo entonces, estudiemos el cómo y el cuánto. Y, a ser posible, alejándonos todo lo posible de hegemonismos y expansionismos.