El líquido dorado

Si usted es de los que van asiduamente al súper, no le voy a contar nada que no sepa y que no sufra: los sustos cuando llegas a la caja son diarios. Llevas cuatro cosas, cuatro, contadas, y la cuenta no baja de 50 euros. Y empiezas a pensar que llenar la despensa y la nevera se está convirtiendo en un lujo. Seleccionas a conciencia qué fruta te llevas, qué tipo de carne eliges… Descartas llevar esos caprichos que de vez en cuando te dabas o dabas a los tuyos. Especialmente ahora que están en edad de comer y de tener hambre a todas horas: hay que ir casi a diario al supermercado y con este panorama hay que ir con la lista cerrada.

Pero si algo se está llevando la palma es el aceite de oliva. Se ha convertido más que nunca en el líquido dorado y no por su color, sino por el precio al que lo compramos. En redes, estos últimos días, se han multiplicado las fotos de botellas de aceite español en supermercados de media Europa a la mitad de precio de lo que nos cuesta aquí. Y claro, muchos se preguntan: ¿cómo puede ser posible?

La explicación está en cuánto aceite compran allí y cuánto compramos aquí. Cuánto tardamos aquí en vaciar los lineales, las estanterías de los súper, y cuánto tardan en países donde el aceite de oliva no es un habitual de las cocinas. Allí su stock dura más y, de hecho, todavía tienen botellas compradas cuando el precio del aceite no estaba por las nubes. Eso ha hecho que en las etiquetas veamos hasta 5 euros de diferencia entre lo que pagan allí y lo que pagamos aquí, cuando, de siempre, era lo contrario. Cuando te ibas una temporada a vivir fuera, de lo primero que prescindías en tu dieta era del aceite de oliva porque lo pagabas a precio de oro. Y ahora, compensa más cruzar a Portugal o a Francia a comprar la misma botella porque te ahorras unos euros.

Dejar de comer no es una opción, ya se ha recortado en ocio, en luz, en encender la calefacción o el aire acondicionado como para también dejar de alimentarse. Así que se sigue yendo al súper pero se compra lo que hace falta y nada más

Al Gobierno muchos le están pidiendo estos días que haga algo, que utilice algún tipo de mecanismo para regular y controlar el precio del aceite. Pero no es fácil. Hay muchos elementos que influyen en todo esto y uno de ellos es la sequía. Hay menos producción y ya sabemos qué pasa cuando la demanda sigue siendo la misma y la oferta se recorta: que los precios suben. Incluso la aceituna de mesa está teniendo problemas este año, es más pequeña y hay menos por esa falta de agua, así que, a algunos, les compensa más dejarla crecer y dedicarla a la producción de aceite. La van a vender a mejor precio.

Quienes saben de esto nos dicen que todavía nos quedan unos meses así, pagando los alimentos y especialmente el aceite un 10% más caro. Que los precios no van a bajar a corto plazo y eso está generando más de un agujero en las economías familiares. Dejar de comer no es una opción, ya se ha recortado en ocio, en luz, en encender la calefacción este invierno o el aire acondicionado este verano como para también dejar de alimentarse. Así que se sigue yendo al súper pero se compra con la lista cerrada, lo que hace falta y nada más. Las cantidades justas. Y se hacen cuentas, cada día, para ver cómo llegar a fin de mes.

Estamos en septiembre y la cuesta, a día 15, es ya demasiado empinada

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