¡A la escucha!

Mirémosles a los ojos

Helena Resano nueva.

Se llama Temen y su vida nunca ha sido fácil. Desde que nació, sus padres supieron que iban a tener que luchar contra lo imposible por sacar a su hijo adelante. Temen nació con una enfermedad en las piernas, una enfermedad rara que en su país no sabían tratar y que, tras buscar y buscar, lograron encontrar unos médicos que les dieron esperanza. La enfermedad de Temen tenía cura. El problema es que esa cura, ese tratamiento, sólo lo podía recibir si viajaba a Alemania. Lo intentaron de todas las formas posibles, lo haríamos cualquier padre o madre. Pero la enfermedad de Temen no entendía de esperas y empeoró. Los médicos de su país hicieron lo que pudieron o lo que tenían a mano en aquel momento. El tratamiento no llegó y a Temen le acabaron amputando las piernas. Y ahí empezó otra batalla: la de lograr darle a su hijo una vida lo más parecida posible a lo que hubiera sido si tuviera piernas, si hubieran logrado parar la enfermedad.

Le colocaron unas prótesis. Y con eso, al menos, Temen podía ir al colegio, ser un niño más. Aunque en su país nunca llegó a serlo: los niños en el patio se burlaban de él, le aislaban. Ni Temen ni sus padres se rindieron, nunca fue una opción. Pero con las prótesis llegó otro problema: Temen seguía creciendo y las prótesis había que cambiarlas cada 6 meses. Sabían que haber nacido donde nacieron era una barrera. Así que tomaron la decisión más difícil de todas: emigrar. Dejarlo todo, casa, amigos, familia y trabajo, para buscar algo mejor para su hijo. Y ahí están. Luchando por conseguirlo.

Temen y su familia están atrapados en la frontera de Polonia, junto a cientos de migrantes de otros países que, por una causa o por otra, han emprendido el viaje más difícil de sus vidas. Pero sus historias se pierden en medio de esa crisis: sus vidas dejan de tener valor cuando los tratamos como un todo.

Hace falta ponerles cara y nombre, conocer su historia, escucharlos. Es la única forma de entender una crisis en la que esas personas con nombre y apellidos y una historia detrás, se han convertido en el chantaje político de gobiernos sin escrúpulos. Los han llevado como ganado hasta la frontera. Y ahí los han dejado, a su suerte, sin comida, sin agua, en medio de la nada, y sin poder resguardarse de un frío que se mete hasta los huesos. Algunas fuentes hablan de 8 personas muertas por hipotermia. Morir de frío cuando has intentado huir de una vida de infierno. Es la paradoja de esta crisis, la vergüenza de una situación. Temen es uno de los 200 niños que se cree que están atrapados en ese punto de Europa.

¿Nos reímos o lloramos?

¿Nos reímos o lloramos?

Esta profesión a veces te impide aislarte del absurdo en el que vivimos. En un mismo informativo podemos hablar de drones que sobrevolarán nuestras ciudades convertidos en taxis, de esa ciencia ficción que en nada será una realidad, a revivir situaciones que recuerdan demasiado a las épocas más vergonzantes de nuestra historia: imágenes de personas hacinadas en una valla fronteriza, rechazadas y utilizadas por gobiernos que los tratan como auténtico ganado. En 40 minutos podemos transitar por ambas realidades, que las tenemos aquí cerquita, en las puertas casi de nuestra casa y a las que muchas veces preferimos ignorar. Lo fácil es simplificar todo esto con discursos xenófobos y a otra cosa.

Lo de la frontera de Polonia lleva días asomándose a nuestros televisores: cada día llegan nuevas imágenes y, con ellas, las reacciones políticas, amenazas y chantajes. Lo último de Lukashenko es que cortará el gas de los países cercanos y les hará pasar frío a ver si así entran en razón. Mientras, Temen y su familia siguen atrapados, rehenes de ese tira y afloja. Así son las nuevas guerras de estos tiempos, lo que se llama ahora guerras “híbridas”: ya no hace falta bombardear el enemigo. Con desestabilizarle de mil formas posibles, tecnológicamente, energéticamente (lo del gas va por ahí) o les pones a decenas o centenares de migrantes en su frontera, ya está. Es menos sangriento, pero igual de perverso: le podemos cambiar los nombres, pero sigue siendo lo mismo, luchas de poder en las que los perjudicados son los más indefensos.

El problema es que muchas veces hablamos de ellos en genérico, “migrantes que están en la frontera”, “familias que han hecho un largo viaje desde Iraq, Siria o el Kurdistán”. Los miramos, pero no los vemos. Están ahí, pero no sabemos quiénes son. Yo hoy he intentado presentarles a Temen. Para que se acuerden de él cuando vuelvan a ver en las noticias las imágenes de esa frontera, de esa valla. Allí hay gente que espera, anhela, que los veamos.

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