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Crueldad, maltrato, inhumanidad

Entiendo que esto que escribo va contra el tiempo. Que ahora defender palabras que antes generaban consensos, como "humanidad" o "derechos humanos", por encima de estrategias políticas, complejas decisiones de gobierno o pragmatismo de todo tipo es ser naif, buenista y fuera de la realidad. Es ese el caldo de cultivo en el que beben las derechas españolas, pero que también lo esgrime el PSOE cuando lo necesita. No sé si le sitúa en un plano de ventaja electoral (seguro que sí) y que de eso se trata. Que dar la batalla contraria te aparta del pragmatismo y, por lo tanto, del PSOE. Pero al menos quedará escribirlo. Y a ello vamos.

El giro en la posición del PSOE en torno al Sáhara, obviando la desvergüenza intelectual de negar que suponga un cambio de posición como pretenden hacernos creer el partido socioliberal, es, sobre todo, un acto profundamente inhumano. Obviaremos lo que supone abandonar el acuerdo internacional (y nacional, que este era un tema trasversal hasta que el PSOE ha hecho saltar el consenso) o pisotear a una comunidad de personas abandonada históricamente a su suerte por España, una situación en la que el patriotismo no funciona. Pasaremos por alto el acercamiento gustoso al régimen marroquí, campeón en retorcer y pisotear los derechos humanos, que no hace más que generalizar las alegres relaciones que algún peso pesado del partido tiene con esta dictadura y alguna otra. Olvidaremos todo lo que se puede discutir políticamente de esta decisión. No va de eso. Aquí estamos para dar los argumentos que no cuentan.

Es cierto que España ya había abandonado de facto a los saharauis, solo que ahora se ha optado por hacerlo oficial

Lo que hace el PSOE es profundamente inhumano. Es abandonar a una comunidad de gente que lleva décadas viviendo una situación insostenible y humillante y que se agarraba a una esperanza de referéndum que el PSOE ha terminado de masacrar. Es cierto que España ya había abandonado de facto a los saharauis, solo que ahora se ha optado por hacerlo oficial. Con gusto. Dejando de lado a gente que no se merece la desesperanza. Haciendo gala de una inhumanidad sin matices.

Parece lógico pensar, teniendo en cuenta los últimos episodios, que esta búsqueda de tener excelentes relaciones con Marruecos tiene que ver con esos episodios migratorios que hemos vivido últimamente, algunos de los cuales se resolvieron por parte del brazo ejecutor de Grande-Marlaska con la increíble crueldad de mandar al margen del Derecho a niños de vuelta a Marruecos. En este caso, además de sádico era ilegal, y el magnífico trabajo jurídico de las ONGs en el terreno (si podéis, echadle un ojo al trabajo de la Fundación Raíces) hizo que los tribunales obligaran al Gobierno del PSOE a dejar de pisotear los derechos de niños y, por lo tanto, a dejar de maltratarlos. 

Conviene ponerle las palabras justas a lo que se dice, sin muchos matices: inhumanidad, maltrato, crueldad. Son palabras que no restan votos, que se pueden justificar en complejas decisiones políticas, en lo duro que es gobernar, en que a veces hay que hacer lo que hay que hacer. Y no opongo nada a eso: seguro que hay argumentos razonables para devolver a niños ilegalmente a su país o para apagar el botón de la humanidad con los saharauis. No lo discuto. Pero mientras allí se ganan votos, batallas políticas y discursos mediáticos, conviene decir lo que aquí se dice. Porque es la verdad. Una verdad que no sirve para nada y que a nadie hará dormir regular, pero que debe quedar escrita en sus justos términos.

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