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Malo contra Tonto: El Debate

Este martes hubo cara a cara en el Senado entre el presidente del Gobierno y el líder de la oposición. Es bueno que estas cosas se hagan en el Senado porque así le damos uso al edificio, como cuando tienes aparcado un coche que no vale de mucho y de vez en cuando bajas a arrancarlo para que no se quede sin batería. Al margen de eso, volvimos a ver el enésimo cruce que no fue de argumentos, o al menos no de argumentos brillantérrimos, sino a un combate en el que ambos trataron de escenificar lo pobre que es el contrario para aparecer no como una buena opción para los españoles, sino como la mejor baza una vez que has conseguido que los españoles odien al otro.

Básicamente Sánchez trató de demostrar que Feijóo es un incapaz (insolvencia o mala fe, dijo machaconamente) y el líder del PP ahondó en esa sima moral que según la derecha pisotea el presidente porque no es de fiar, miente, es malvado. Malo contra Tonto, El Debate. 

No creo que ninguno de los dos sea lo que achacan al contrario, o al menos no tanto, pero llegados a este punto del debate político daría bastante igual. Lo que sí me cansa, y creo que cada vez a más gente, es esta política en la que todo es cálculo de espectáculo electoral y mediático, estrategias de asesores cada vez más agresivos y menos humanos, deshumanización del adversario y de la propia política. El barro por el barro.

La figura que lo encabece está claro quién tiene que ser, y la forma en la que lo haga (que aquí el debate me parece sano) no debería ser un obstáculo para mostrar un frente firme, unido y decidido. Basta ya de política sin política

El principal actor en la ruptura de un bipartidismo que tanta gente añora (el PP, el PSOE, la CEOE) fue Pablo Iglesias. Es indiscutible. La lectura de ese momento, eso sí, era hija de ese momento. Podemos canalizó la indignación, impugnó un sistema que lo merecía y jugó muy bien sus bazas mediáticas, cabalgando las contradicciones de manera magistral. Podemos nos enseñó a ganar. Y lo hizo genial. Lo que ha venido después y lo que vendrá de ahí ya requeriría más análisis y más debate.

Parece impensable ahora mismo romper el bipartidismo con un ecosistema mediático tan volcado en él, especialmente deseoso del regreso de la derecha al gobierno. También, quizá, es difícil que entre tantas incertidumbres un pueblo como el español decida embarcarse en otra opción en un mundo tan cogido por alfileres, aunque convenga decir que si el mundo es el que tenemos es culpa, claro está, de lo que representa ese espectro "de lo posible" que tan bien defienden PP y PSOE. Pero lo que parece claro es que, llegados a este punto de cansancio, de exceso de tensiones y apelando a la manida correlación de fuerzas (mediáticas sobre todo) parece que la manera de impugnar el bipartidismo no va por repetir la experiencia y la manera de Podemos 2015. No sin Podemos, pero sí sin ese Podemos.

En un panorama en el que se pretende volver al bipartidismo a base de llamar Malo y Tonto al otro, quizá sea el momento de una vía que no tome por bobo al ciudadano, que le proponga un horizonte de certezas, agresivo en las propuestas pero lejos de las tensiones. La figura que lo encabece está claro quién tiene que ser, y la forma en la que lo haga (que aquí el debate me parece sano) no debería ser un obstáculo para mostrar un frente firme, unido y decidido. Basta ya de política sin política. Ojalá todo el mundo sepa aprovechar el momento.

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