Feijóo, vigila tu espalda

Isabel Díaz Ayuso no es un político en el sentido tradicional del término. Su mundo no es el de los partidos y las instituciones, su mundo es de la calle y los medios de comunicación. Ayuso es un icono pop, la intérprete de su distintivo show personal. Como Donald Trump, Kim Kardashian o Dulceida.  

La presidenta de la Comunidad de Madrid ganó desde el primer minuto el relato de su motín contra el líder nacional de su partido. Golpeó la primera, saliendo por sorpresa en la tele y presentándose como víctima inocente del espionaje del malvado Pablo Casado. Ensayadas muecas de tristeza y dolor acompañaron sus compungidas palabras. Las teles le compraron instantáneamente semejante mercancía podrida. El tema no era su nepotismo y corrupción, el tema era su sufrimiento y martirio.

Casado siempre ha sido un oportunista con escasas convicciones, un mediocre con pocos escrúpulos, un chiquilicuatre peligrosillo para la patria. Pero tenía razón cuando el viernes por la mañana presentó en la COPE el asunto de las comisiones del hermano de Ayuso como algo políticamente impresentable y éticamente inadmisible. No remató, sin embargo, el contraataque. Cuando en una pelea entre mafiosos sacas la pistola y no disparas, estás muerto. Por la tarde, Casado, que había conseguido cierta ventaja moral, reveló su debilidad al anunciar que cerraba la investigación sobre el escándalo de las chuscas y carísimas mascarillas traídas de China por el hermano de Ayuso. Oliendo a sangre, se le echaron al cuello todos los vampiros.

La valentía de Casado en la lucha contra la corrupción le duró menos de un día. Se acobardó enseguida. Pero ya había cometido un inmenso pecado a ojos de sus correligionarios. Había osado denunciar abiertamente un presunto caso de podredumbre en sus filas, había roto la omertá, la obligación de silencio del código siciliano.  “Quien con mafiosos se acuesta, con cabezas ensangrentadas de caballo se levanta, que diría Mario Puzo”, recordó ayer en Público Aníbal Malvar.

Las cabezas ensangrentadas aparecieron de inmediato en las televisiones  —unánimemente  inclinadas a favor de una Ayuso que les da espectáculo y financiación— y llegaron a la calle en la mañana del domingo, en el cerco a Génova de los exaltados partidarios de la Mater Dolorosa. Un cerco que Gerardo Tecé ha calificado en CTXT de “la primera manifestación de la historia de España a favor del nepotismo y la presunta corrupción”. Las derechas no castigan la corrupción, les parece normal. Todo el mundo cobra comisiones, ¿no?, había venido a decir Ayuso. ¿Por qué no mi hermano?

Lo que las derechas castigan, en cambio, es la denuncia de la corrupción, como ha aprendido Casado durante estos días. A partir del lunes, hasta su propia guardia pretoriana empezó a abandonarlo, como las ratas abandonan el barco condenado al hundimiento. El espectáculo de la deserción de aquellos a los que él había colocado en cargos de buena visibilidad y remuneración —Cuca Gamarra, Javier Maroto, Pablo Hispán, Fran Hervías, Dolors Montserrat, Ana Pastor, Andrea Levy, Adolfo Suárez Illana, Martínez-Almeida y compañía— ha tenido la crueldad descarnada de las tragedias de Shakespeare. Ha sido una traición perfecta y coordinada por una mano superior llamada ambición que no sabe de amor”, escribía ayer Quique Peinado en infoLibre.

La mejor discípula de Trump en este lado del Atlántico. Teatral, exagerada, sobreactuada. Demagógica y mentirosa. Osada e implacable. Maestra en el cultivo de lo aspiracional: la empresita propia, el seguro médico privado, el Ferrari, el chalé en Marbella

Estoy convencido de que, si no le hubiera salido esta jugada, Ayuso habría sido capaz de crear su propio partido, el Partido de la Libertad lo habría llamado. Para presentarse a futuras elecciones —autonómicas y nacionales— con el apoyo de muchos medios impresos y audiovisuales, sacar una buena tajada en las urnas e intentar gobernar con sus coleguitas de Vox. Ella es hoy la lideresa política y espiritual del cogollo de la derecha y ultraderecha celtibéricas. La mejor discípula de Trump en este lado del Atlántico. Teatral, exagerada, sobreactuada. Demagógica y mentirosa. Osada e implacable. Maestra en el cultivo de lo aspiracional: la empresita propia, el seguro médico privado, el Ferrari, el chalé en Marbella. ¿Y tú me preguntas qué es populismo? Populismo eres tú, querida.

Ayuso ha ganado esta jugada, ha humillado y derrocado a Casado y supongo que aceptará que Feijóo se haga cargo del partido. Al gallego se la han puesto como se las ponían a Fernando VII: solo tiene que bajar a Madrid y ocupar por aclamación el despacho presidencial del PP. Está claro que no querrá ser un líder temporal, que querrá quedarse al frente del negocio tanto o más que Fraga, Aznar y Rajoy. Los innumerables propagandistas de este golpe palaciego televisado en vivo y en directo ya vocean sus cualidades: calma, moderación, centrismo, credibilidad, experiencia, éxitos electorales…  Nos esperan meses y meses de intensa propaganda en las portadas, los telediarios y las tertulias de las cualidades sanadoras de Feijóo.

No obstante, yo le recomendaría que se anduviera con cuidado. En primer lugar, la moderación no cotiza ahora muy alto entre las hiperventiladas derechas españolas. Y en segundo, el gallego “no está acostumbrado al nivel de navajazos de Madrid”, como señalaba ayer Ignacio Escolar en elDiario. Ayuso, añadía Escolar, “ya ha demostrado contar con el suficiente instinto asesino como para traicionar al líder y amigo personal que le dio su gran oportunidad”. Estoy de acuerdo con mi colega: la princesa de la Puerta del Sol puede terminar cobrándose su cabeza como se ha cobrado la de Casado. ¿Hay alguien con dos dedos de frente que se crea el rollete de que Ayuso no aspira a presidir España, que solo quiere servir a Madrid? 

Miguel Ángel Rodríguez, más conocido como MAR, es muy bueno en lo suyo: detectar las tendencias profundas que impulsan a las derechas. Construyó así el personaje Aznar en los años 1990 a partir de las enseñanzas de Thatcher y Reagan, ha construido el de Ayuso a partir de Trump y Bolsonaro. Y MAR no se contenta con la Puerta del Sol, siempre tiene La Moncloa en el punto de mira de su revólver. “Oa, Oa, Oa, Ayuso a La Moncloa”, gritaban aquellos que el domingo cercaron Génova.  

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