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Desde la tramoya

La improbable implosión en el PP

¿Qué pasará con el PP si se cumplen los pronósticos y pierde 60 escaños de un tirón? Solo ha habido dos casos de tamaño fracaso electoral en tan poco espacio de tiempo, en la historia de la democracia española.

El caso más sonado, por supuesto, fue el de UCD, aunque es difícilmente comparable. Porque UCD era un partido improvisado por las élites de la transición, formado desde arriba, coyuntural, unido en realidad en torno a la figura elegida por el rey, Adolfo Suárez. Era un “invento” útil para la Transición, pero que se diluyó como un azucarillo en cuanto Suárez se marchó. A la UCD nadie la echó de menos cuando, tras pasar de 168 a 11 diputados en 1982 , resuelto el golpe de Estado, sus líderes encontraron acomodo en la derecha o en la izquierda, o se mantuvieron unos pocos años más en el CDS, que sólo llegó a tener 19 escaños en 1986. Anunciar para el PP las penurias de UCD es de agoreros.

El otro caso es la pérdida de 59 diputados del PSOE en las elecciones de 2011, con la candidatura de Rubalcaba. Aquel momento sí tiene similitudes con el PP actual. Un partido en crisis (económica en el caso del PSOE, por corrupción en el del PP), con un líder que se retira (Zapatero y Rajoy respectivamente) y movimientos de desencantados ideológicamente afines que acosan (desde la izquierda al PSOE, Podemos; desde el centro y la derecha al PP, Ciudadanos y Vox).

¿Será Pablo Casado el Suárez del siglo XXI, o el Rubalcaba de 2019? Probablemente no.

Hay una probabilidad entre diez –siguiendo los útiles análisis probabilísticos de Kiko Llaneras, que agrega las previsiones de decenas de encuestas– de que la derecha, PP más Ciudadanos más Vox, sume la ansiada mayoría de 176 escaños y Pablo Casado se convierta en presidente del Gobierno, dando por hecho casi cierto que quedará por encima de Ciudadanos. De ser así –cosa, insisto, poco probable, aunque no imposible–  asistiríamos a la resurrección del enésimo líder político que, con un resultado electoral objetivamente penoso, produce el espejismo de ser un maestro de la política. El último ejemplo es precisamente su colega Juanma Moreno, que tras una campaña absurda que comenzó en la puerta de un club de alterne y terminó pidiendo el voto a una vaca, perdió sietes escaños, pero logró hacerse con la Presidencia de la Junta de Andalucía. Y como es mucho más fácil gobernar que salir elegido, resultó que el hasta entonces vulgar Juanma Moreno se convirtió por arte de la aritmética parlamentaria, en la nueva estrella del Partido Popular. Es 90 por cien improbable que suceda, pero si los resultados contradicen los pronósticos, Pablo Casado podría hacer renacer a su partido como cualquier otro líder hace reverdecer a su partido cuando ocupa el palacio de Gobierno.

La jerga fascista

Hay un 30 por ciento de probabilidades de que el PSOE una fuerzas con Podemos y con el PNV y pueda gobernar, pero si el PP queda por delante de Ciudadanos, Pablo Casado seguirá siendo líder de la oposición. La presión que se ejercería sobre él para que dimitiera por el mal resultado no sería mucha. Primero porque él no pasa del Gobierno a la oposición, como le pasó a Rubalcaba, ni ha sido designado por la élite del partido, como también sucedió con Rubalcaba en principio. Recuérdese que él, tras el desastre del 2011, convocó y ganó un Congreso frente a Carme Chacón. Pablo Casado acaba de ganar unas primarias. No necesitaría esa validación de la militancia, porque ya la tiene. Las primarias de los populares están tan recientes que no ha dado tiempo a que se formen coaliciones desafiantes dentro del partido. Los perdedores (Soraya Sáenz de Santamaría y el resto de moderados) fueron purgados o se retiraron a sus actividades privadas. No hay corrientes ni contestación colectiva sólida en el PP actual. Pablo Casado muestra un currículo lamentable en sus pocos meses como presidente del PP, pero es poco probable que nadie quiera plantarle cara dentro del partido.

Lo más probable (60 por ciento) es que no haya mayoría ni de un lado ni de otro, y que se abra un período de negociación más o menos largo, que quién sabe dónde desembocará. Si así fuera, es probable que se aplacen las decisiones orgánicas dentro del PP, y que Casado pueda sobrevivir unos pocos meses más, como mínimo.

En cualquiera de los casos, se producirá muy probablemente esa frecuente paradoja de la política universal: un líder evidentemente anodino, incapaz de emocionar a sus votantes potenciales, en el caso de Pablo Casado además hiperbólico y poco fiel a la verdad, podrá continuar liderando su partido a pesar de haberlo hundido aún más. ¿Hay aún alguien que dude de la facilidad con que los partidos permiten la supervivencia de los mediocres?

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