Qué larga y bella es la historia de ese movimiento tenaz, lúdico y optimista que consiste en dar visibilidad y reivindicar así la libertad en la expresión de la identidad sexual y de género. Lo iniciaron varios cientos de activistas en Nueva York frente al Stonewall Inn, un bar gay del sur de Manhattan acostumbrado a las insidiosas inspecciones policiales. El 28 de junio de 1969 esos activistas se enfrentaron a la Policía de la ciudad y hubo revueltas y detenciones. 

A partir del año siguiente, el 28 de junio es el día (y la semana, y el mes) del Orgullo gay (o LGTBI si se prefiere decir más feo aunque más inclusivo). Es interesante comprobar que las derechas civilizadas se han sumado a las celebraciones, aunque haya sido de forma tardía y a regañadientes. Bienvenidos todos y todas, por tarde que sea.

Pero conviene refrescar la memoria. Las derechas del mundo le han plantado cara siempre a la libertad de orientación sexual y han sido agentes de su silencio y estigmatización. Por influencia de la religión y de la tradición en su ideario, los conservadores se han opuesto sistemáticamente a la igualdad de gays, lesbianas, bisexuales o trans; a su matrimonio –aún con más virulencia a su derecho de adopción–; a la persecución de las prácticas discriminatorias; han estigmatizado a los homosexuales como enfermos o depravados; la homosexualidad, que paradójicamente tiene mucha más prevalencia entre los sacerdotes católicos que entre cualquier otro grupo de población, sigue siendo pecado para los cristianos. Solo hay algo peor que un “sodomita” en el catecismo: un “sodomita” ateo. A partir de esa visión tan ultraconservadora como contraria a la realidad de nuestra vida natural y social desde hace miles de años, la derecha se ha opuesto sistemáticamente al reconocimiento de la igualdad plena de derechos y deberes del colectivo LGTBI. Solo recientemente se ha resignado a los cambios, y no en todo el mundo, ni mucho menos.

La libertad y la igualdad son como el oxígeno: solo se echan de menos cuando están ausentes. Y por eso nada puede darse por garantizado en este particular

La libertad y la igualdad son como el oxígeno: solo se echan de menos cuando están ausentes. Y por eso nada puede darse por garantizado en este particular. Al contrario. Una ola reaccionaria de cuestionamiento y de intolerancia recorre el mundo. No olvidemos, hace menos de un año, la frase de Meloni, la primera ministra italiana, en un mitin de Vox aplaudido a rabiar por los asistentes: “Sí a la familia natural, no a los lobbies LGTB”. No olvidemos, hace ya una década que el Tribunal Constitucional no aceptó el recurso del Partido Popular contra la ley de matrimonio homosexual promovida por los socialistas y en cuya aprobación, por supuesto, los conservadores votaron en contra. No olvidemos las banderas arcoíris que se retiran de los ayuntamientos conservadores ni olvidemos que allí donde llega la derecha se eliminan los recursos de todo tipo para la promoción de la igualdad, de la libertad y de la diversidad.

Coincidiendo con las celebraciones de la semana del Orgullo en Madrid, la Galería de Retratos del Ateneo de Madrid va a recibir el añorado retrato de uno de sus más ilustres socios: Federico García Lorca, muerto por “dos tiros en el culo por maricón”, según su asesino. O por “prácticas de homosexualismo y aberración” según los informes policiales, que también le señalaban por supuesto como comunista y masón. Conviene no olvidar que lo mataron los fascistas, que a veces parece la prehistoria y fue ayer mismo.

Y así, sin olvidar, nos prevenimos contra la intolerancia. Con orgullo que no es solo el orgullo de pertenecer a una comunidad de ciudadanos y ciudadanas libres e iguales, sea cual sea su identidad sexual, sino también el orgullo de la tolerancia y de la diversidad en todos los ámbitos de nuestra existencia y nuestra convivencia.

Lorca, que en su corta vida siempre estuvo del lado de los reprimidos y los pobres, declaró su “comprensión simpática de los perseguidos. Del gitano, del negro, del judío… del morisco que todos llevamos dentro”. En el otro lado ya sabemos quiénes estaban. Y quiénes siguen estando hoy, amenazantes. No lo olvidemos, que vienen.

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