Protocolo y ecología

Los animales sociales como los seres humanos defienden su espacio y luchan y mueren por él. El espacio proporciona los recursos necesarios para sobrevivir –energía en forma de agua, alimentos y parejas y hogares para procrear– y la pervivencia de una comunidad depende de su capacidad de proteger el lugar y de ampliarlo si fuera necesario. Las guerras entre humanos son luchas por el espacio, como lo son las de otras especies animales. En ese mismo sentido, el trono de un palacio o el púlpito de una iglesia son simplemente formas muy evolucionadas de los riscos en los que vigila o aúlla antes de la caza el macho alfa.

Para no tener que estar cada día peleando por nuestro espacio, hemos inventado a lo largo de la evolución decenas de artilugios: la propiedad privada, las murallas, las fronteras, los ejércitos… y el protocolo.

El “ordenamiento de Precedencias” es la base del funcionamiento del Protocolo: establece pacíficamente quiénes tienen prioridad en los actos públicos y en qué orden. No es un capricho ni solo una costumbre ancestral. Está regulado por ley (de 1983) y hace las cosas mucho más fáciles. De no existir, los eventos serían conflictivos. De hecho, de no existir, se inventaría de inmediato, por imposición de los más fuertes.

La presidenta de la Comunidad de Madrid, como cualquier otro líder de su rango, conoce muy bien el protocolo y lo aplica cada día. Sabe que en España el primero es el rey y los últimos citados los representantes consulares. Sabía bien que ella era la protagonista absoluta de la celebración del pasado día 2. Y sabía que si hubiera habido uno, dos o diez ministros, tendría que haberlos colocado en su lugar. Ubicar al jefe de la Oposición –puesto 15 en el ordenamiento general de Precedencias– y dejar fuera al ministro de Presidencia –que ocupa el puesto 11, aunque esté ya presente la ministra de Defensa– es un incumplimiento evidente de la Ley y una provocación aún más flagrante.

¿Podría haberse quedado Félix Bolaños en casa sabiendo que encontraría problemas al llegar? Por supuesto que sí. ¿Iguala eso a ambos en el grado de responsabilidad sobre lo sucedido? Creo que no. La presidenta Díaz Ayuso, quizá por estrategia electoral (a su público le gusta el tono resolutivo y valiente de sus decisiones), quiso generar el enfrentamiento y al instante lo alimentó defendiendo su comportamiento y el de sus servicios de protocolo. Pero es cierto que tampoco minusvaloraron el conflicto los socialistas, que con rapidez difundieron las noticias sobre el agravio. También el público socialista se activa ante el carácter conspicuo y afilado de la presidenta madrileña.

La presidenta Díaz Ayuso, quizá por estrategia electoral (a su público le gusta el tono resolutivo y valiente de sus decisiones), quiso generar el enfrentamiento y al instante lo alimentó defendiendo su comportamiento y el de sus servicios de protocolo

El gran día de la Comunidad de Madrid es el 2 de mayo. La efeméride está cogida por los pelos si atendemos a su referencia histórica, porque aquel 2 de mayo de 1808, cuando hubo revueltas de miles de madrileños contra los franceses, y los ocupantes se ensañaron en la represión del levantamiento, ni el ejército ni las autoridades españolas movieron un fusil, con la excepción de los Daoiz y Velarde del momento. De modo que mucho orgullo no deberían sentir por aquel acontecimiento histórico los militares que desfilaban ante la Tribuna engalanada. 

Sea como sea, a menos de un mes de las elecciones locales y autonómicas y a seis de las elecciones generales, el PP tiene el empeño electoral de erosionar la imagen de Pedro Sánchez (y Bolaños es la extensión de Sánchez por excelencia) y de confirmar el supuesto “cambio de ciclo” que se consolidará por obra de Feijóo (y Díaz Ayuso es imprescindible para tamaña labor). Es este contexto el que explica, en definitiva, la dura competencia entre socialistas y populares, sin que ninguno de ellos sufra las consecuencias, sino que, más bien, se beneficie de ellas. 

De nuevo la ecología de comunidades enseña mucho más de lo que creemos. Proporciona, por ejemplo, el “principio de exclusión competitiva” o Ley de Gause. Afirma que dos especies en competencia por los mismos recursos no podrán subsistir juntas, y una de ellas terminará por extinguirse por la superioridad de la otra. No es el caso (podría serlo, por ejemplo, entre Sumar y Podemos, que sí compiten por los mismos recursos) porque el PP y el PSOE han terminado por hablar a públicos completamente distintos. De algún modo, se necesitan ambos para sobrevivir, aunque tengan que ceder los puestos –y las precedencias– cada cierto tiempo.

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