Tras la aclamación de Sevilla, no hay vuelta al pasado ni estrategia frente a la ultraderecha

Elegido sin oposición ni posibilidad alguna de que la hubiera, Feijoo acaba de ser proclamado Presidente del Partido Popular. Si el fin de Casado fue tan demoledor que acabó provocando sentimientos piadosos en cualquier persona sensible, la entronización de Feijóo ha producido abundantes reacciones sarcásticas. Lo cierto es que el dirigente gallego ha salido de su zona de confort, ha dejado atrás sucesivas mayorías absolutas -logradas casi sin despeinarse- en su ámbito autonómico, y ahora sale a territorio desconocido. Si se ha parado un minuto a considerar en detalle la caída de su predecesor, tendrá una cierta idea de dónde se acaba de meter. La política nacional no es tan parecida a la autonómica, ni en clave orgánica ni mediática.

Sevilla fue esta semana un desfile de cuadros “disponibles”, el retorno de viejas glorias, un abrazo retroutópico como bien señala Vallespín en esta columna y el intento de enfatizar la idea de un partido de gestión anhelando repetir las mayorías absolutas de Aznar y Rajoy.

El escenario en el que entra a jugar la nueva dirección del Partido Popular está marcado por tres claves: la unidad interna, la corrupción y su relación con Vox. A tenor de lo ocurrido el fin de semana en Sevilla, ¿qué podemos prever de cómo Feijoo va a abordar cada una de estas cuestiones?

La unidad interna. La nueva dirección del Partido Popular se asienta sobre un curioso equilibrio inestable tras el aparente entendimiento entre el nuevo presidente del partido y Juanma Moreno, el líder andaluz. Ayuso queda ahí en segunda fila, pero ya se ha encargado ella de lanzar los mensajes oportunos reivindicando mayor poder orgánico, consciente como es de que el episodio que acabó con Casado tuvo mucho de exhibición de fuerza por su parte.

La corrupción. Mientras las semanas pasan el asunto del contrato de las mascarillas se va enredando y creciendo con nuevos casos que asoman con características parecidas, como se puede leer aquí. ¿Qué actitud tomará la nueva dirección conforme estos casos evolucionen, tras lo sucedido con Casado?

De momento, la derecha clásica ve su destino más y más ligado a la ultraderecha, carece de un programa político digno de mención más allá de su empeño en derribar como sea a Sánchez y su Gabinete

La relación del PP con Vox. En el tema clave, que lo es para el PP y para el resto de partidos conservadores europeos, Feijóo se salió por la tangente e hizo evidente el gran elefante blanco en la habitación del congreso de Sevilla. Un partido que quiere pasar por moderado, con capacidad de llegar a acuerdos y de gestionar, va a tener que explicar muy bien cómo compatibiliza eso con los pactos de gobierno con la ultraderecha. Pero lo cierto es que esa suerte ya está echada. Desde hace tiempo, la posibilidad de aislar a la ultraderecha o al menos de no compartir con ella poder institucional ha quedado descartada por la vía de los hechos.

Por un lado, por los propios resultados electorales: véase Castilla y León, pronto lo veremos en Andalucía y en poco más de un año en no pocos ayuntamientos. Por otro, por lo que el mismo PP ha ido sembrando en su progresivo blanqueo de la ultraderecha: la dirección de Casado, como ya ha empezado a ocurrir con la que acaba de estrenarse, lleva años cebando a sus simpatizantes y votantes con discursos tan radicales e hiperbólicos que no admiten vuelta atrás. Al actual Ejecutivo, al que se tacha sistemáticamente de "ilegítimo", se le quiere demoler, derribar, expulsar... Ayudados por un entorno que normaliza los lemas más extremos de la ultraderecha y que cuestiona sin miramientos valores democráticos básicos, los populares tienen ahora muy difícil distanciarse de Vox.

No afronta el PP un futuro diáfano y lleno de magníficas promesas, sino uno incierto, complicado y amenazador. De momento, la derecha clásica ve su destino más y más ligado a la ultraderecha, carece de un programa político digno de mención más allá de su empeño en derribar como sea a Sánchez y su Gabinete, sigue estando recorrida por múltiples corrientes no siempre en la misma dirección y continúa sin alejar la sombra de la corrupción. 

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